Crónica de una crisis anunciada
Criticado cuando ganaba, el Barça encadena dos derrotas sin Messi, en Ámsterdam y Bilbao, donde el Tata Martino se quedó bloqueado y sin respuestas
BARCELONA Actualizado: GuardarLa inestabilidad de Neymar en el resbaladizo césped de San Mamés resume el momento que atraviesa el Barça. El delantero brasileño ofreció una imagen cómica al patinar y caer al suelo en varias acciones en las que su equipo atacaba con superioridad numérica gracias a su gran inicio de partido, posiblemente la mejor primera parte de la temporada en un encuentro de máxima exigencia ante el Athletic. Pero cuando en el ambiente se instalan las malas sensaciones y la maquinaría del pesimismo domina el entorno, el equipo azulgrana es una víctima fácil.
Cuando Neymar cambió sus botas y dejó de tropezar, sus compañeros ya no tenían las ideas tan claras. Y tras el gol de conjunto vasco, un cúmulo de errores de Iniesta (Ander Herrera le roba el balón), Mascherano (nadie sabe qué anticipación buscaba) y Piqué (llega muy tarde a cubrir el centro de la zaga), el Barça ya transmitió todo lo peor de la etapa del Tata Martino. Fueron los últimos 20 minutos más mediocres que se le recuerdan en años. Sin respuesta en el campo, ni capacidad de reacción en el banquillo, donde el técnico argentino se quedó bloqueado y cuando quiso cambiar algo lo hizo tarde y mal, quitando a Xavi e Iniesta cuando más se les necesitaba pese a que están a años luz de su nivel. Había tiempo para empatar, pero nadie tocó, nadie creó y todos se desordenaron de forma espantosa. En el fondo, pese a lo bueno que se vio durante 50 ó 60 minutos, se vivió la confirmación de una crisis anunciada por el autodestructivo entorno desde hace tres meses, desde el principio del Tata.
«Firmo una derrota en los próximos 20 partidos», manifestó Martino tras el 2-1 en Ámsterdam para relativizar lo sucedido ante el Ajax, el primer KO del curso. Y la frase se le fue de la manos en poco más de 24 horas. Dos partidos perdidos en cinco días después de tres meses invictos es preocupante, aunque el equipo mantenga el liderato por el 'goal average' con el Atlético, ya con el Madrid a tres puntos. Pero lo más grave es la tristeza que transmite un Barça, una máquina capaz todavía de sacar todos los partidos adelante, pero sin pasión.
Por supuesto, al margen de la decisión arbitral de no expulsar a Iturraspe por derribar a Neymar siendo el último hombre, algo difícil de justificar por la claridad de la acción, en la crisis del Barça influyen las bajas. Ya avanzó Martino que nunca buscaría excusas en público por las ausencias, pero seguro que en privado debe lamentar su mala suerte: cinco años sin lesionarse y Messi se le rompe precisamente a él, que es de Rosario. En Bilbao se le añoró como nunca porque en ese tipo de partidos en los que el Barça arranca con criterio, el argentino siempre decantaba el marcador con un gol o una asistencia. Y todo cambiaba. Es así y es lógico.
No basta con ser entrenador
¿Cómo no va a ser decisiva la baja de un jugador que marca más de 90 goles en un año natural, que gana dos Pichichis y dos Botas de Oro con 50 y 46 dianas? Seguramente con Pep Guardiola y Tito Vilanova se vivieron partidos como el de San Mamés que acabaron sin el caos del domingo porque Messi ya había dejado su sello. También faltan Valdés, que este curso destacaba por sus paradas milagrosas; Alves, que en la temporada del Mundial de su país iba como una moto; y Jordi Alba, más que un lateral zurdo. Y hasta Tello es un buen revulsivo en encuentros que se complican. Pero la baja de Messi es fundamental y aventurar que no se iba a notar era muy ingenuo.
«No hay que verlo todo tan negro», dice Iniesta, quien pide «no tirar todo al traste». «Simplemente hay que corregir cosas sin cambiar las que hacemos bien», apunta el de Fuentealbilla. Pero la sospecha de que a Martino le viene algo grande un club de la dimensión del Barça comienza a crecer. En el Camp Nou no basta con ser un entrenador. También hay que ser un comunicador perfecto dentro y fuera del vestuario, un psicólogo para controlar egos enormes, un amante del juego de posesión y del toque y un ganador que nunca se conforme «con perder un partido de los próximos 20». En el Barça esos alardes dialécticos se castigan rápido.