Cecilia Giménez Zueco
Cecilia Giménez Zueco

«Sé pintar un eccehomo»

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Cecilia Giménez Zueco ha preferido quedarse este verano sin vacaciones. La última vez que la mujer, de 82 años, se marchó de descanso, revolucionó medio planeta con su 'restauración' del eccehomo que dio la vuelta al mundo. Ocurrió hace justo un año en el santuario de la Misericordia, a cinco kilómetros del pueblo de Borja (Zaragoza). Cecilia decidió dar una capa de pintura (que es lo que hoy se ve en el famoso fresco) «para que luego agarrara la pintura definitiva». Antes de concluir el trabajo, se marchó unos días de asueto a la vecina Sierra de Albarracín y, a la vuelta, se encontró con que su obra ya era universal. Entre el estupor y la ironía, medios de todos los continentes se hicieron eco de «la peor restauración de la Historia», como lo calificó el 'New York Times'. La BBC, 'Liberation', 'The Independent', galerías de arte y universidades de todo el mundo se apresuraron a abordar el 'fenómeno' de Borja. «Me hicieron mucho daño, se metieron conmigo aunque también he recibido mucho cariño», cuenta Cecilia a este periódico en el mismo escenario donde saltó la noticia. La mujer está contenta y expectante ante la exposición que se inaugura hoy con 26 lienzos suyos. «¡Yo he pintado toda la vida! No seré una gran artista, ni mucho menos una restauradora, pero sí soy pintora», se reivindica.

Casi todos los cuadros recogen paisajes típicos de la comarca, la temática preferida de Cecilia. «Yo he vendido muchas obras y he tenido muchos encargos, y ahora con esta exposición demuestro que sé pintar». De joven, la inquieta Cecilia acompañaba en sus salidas al paisajista Cecilio Almenara Marqués (Zaragoza, 1906-1989). «Nos íbamos a pintar paisajes cada día a la misma hora para que la luz no cambiara. Luego mi hijo se quedó paralítico y ya no pude salir. Pintaba en casa con una postal como muestra», dice con la voz quebrada por la emoción del recuerdo de aquel hijo que se le fue pronto, cruelmente pronto. «Él sí que pintaba bien. Jesús murió con 20 años. Se lo llevó una distrofia muscular. Era un cielo de hijo. En los últimos cuadros, le mantenía yo los brazos mientras él movía la muñeca». Poco después de aquella tremenda pérdida, Cecilia enviudó y desde entonces vive entregada a su otro hijo, José Antonio, de 54 años, con discapacidad física e intelectual. Su obsesión es que su 'niño' esté bien... ahora y cuando ella falte.

Un año después de que saltara a la fama por aquella restauración nefasta, pero bien intencionada, Cecilia parece haberse acostumbrado a la presencia de periodistas y curiosos que le preguntan cuánto dinero ha ganado con su Ecce Homo. Ya no le agobian las grabadoras ni las cámaras de televisión, aunque aún se turba cuando echa la vista atrás y ve su tranquila casa de Borja rodeada de reporteros.

En Alemania rezan por ella

En este tiempo ha recibido palos, pero también montañas de cariño llegado de los rincones más extraños. De hecho guarda como oro en paño un ramillete de cartas de Japón. «Hasta me mandaron el recorte de una revista, donde venía el mapa de España señalando dónde está Borja». Pero la misiva a la que profesa más cariño es unallegada de Alemania. «La firmaban doscientos feligreses que me decían que rezaban por mí».

La vida de Cecilia, una anciana de profunda religiosidad, no ha sufrido grandes cambios, aunque no oculta que quiere sacar partido a su fama para garantizar el futuro de su hijo. «Con lo que he ganado, no me he comprado ni un capricho». No ha renovado su vestuario ni tampoco la furgoneta en la que lleva a José Antonio. «Lo más importante es él. Yo ya soy muy mayor y lo que quiero es que si falto, se quede bien. Con el resto haré obras de caridad».

Lo de querer explotar el filón turístico del eccehomo es claramente mejorable. En la N-122 que cruza Borja no hay ni una señal que indique el camino hacia la obra que ha situado el pueblo en el mapa. Solo aparecen los viejos carteles que dirigen al viajero hacia el santuario de la Misericordia. Para ver alguna referencia a la pintura, hay que acercarse a los bares o a alguna tienda de alimentación. En una de la cercana Tarazona se vende un vino con una etiqueta que reproduce el rostro deformado del Cristo. No tenían autorización, pero lo hicieron. «De esa bodega no he recibido ni un euro», detalla Cecilia, que asegura que después de aquello, la empresa donó el dinero a una asociación de niños enfermos de Aragón.

Otra bodega, Ruberte, contactó con Cecilia para pedirle una pintura con la que ilustrar la etiqueta de uno de sus caldos de garnacha. 20.000 botellas a siete euros cada una. «Se pensaron que iba a pintarles un paisaje, pero les hice un eccehomo», ilustra orgullosa Cecilia. «Quería demostrar que sí que sé pintarlo», apostilla esta mujer caritativa, amable y sencilla, pero también tozuda y orgullosa como buena aragonesa. El cuadro del eccehomo que Cecilia ha cedido a Ruberte a cambio de un porcentaje de las ventas, forma parte de la exposición que se inaugura hoy. De su lienzo, que le ha mantenido ocupada dos semanas, destaca la técnica empleada en los ojos del Cristo. «Te miran siempre, te coloques donde te coloques; y eso no se logra fácilmente». El precio del original no lo sabe ni ella. Antes vendía sus cuadros a 300 euros.

- ¿Y ahora?

-¡Qué se yo! 700 u 800 euros, o mil. Antes lo tenía claro, pero con la fama no lo sé. De todas formas no me hagas mucho caso.

A Cecilia también le ilusiona la firma la semana que viene de un acuerdo que al fin pondrá orden en el reparto de los dividendos que está generando su malograda restauración. El 21 de agosto sellará la paz con el Ayuntamiento de Borja. El pacto responsabiliza al Ayuntamiento y a Cecilia del mantenimiento del eccehomo, y reparte el 51% del beneficio para el consistorio y el 49% para la autora. «Hasta ahora dicen que han venido 70.000 personas y se han recaudado 40.000 euros. A un euro por persona y alguno que da más, no me salen las cuentas», reflexiona la artista. Hasta ahora todo el dinero obtenido por el municipio se ha destinado a obras de caridad, concretamente a una residencia de mayores con 64 ancianos, que gracias al eccehomo cuentan con dos cuidadores más y que pronto tendrán una pequeña zona verde para jugar a la petanca y con aparatos de gimnasia.

Sin tratarse de un boom económico, lo cierto es que el eccehomo ha revitalizado Borja y sus alrededores. El bar situado a escasos metros del santuario que acoge la pintura, protegida por un metacrilato, no para de atender visitantes. Pinchos de tortilla, cañas, refrescos, bocatas de lomo... Entre los parroquianos que han pasado por allí, caras famosas: Mario Vaquerizo, Jorge Sanz, el príncipe Kubrat de Bulgaria... Pero tantos visitantes ilustres que se acercan al santuario para admirar al ecce homo no han impedido que el fresco se siga cubriendo con un paño blanco cada vez que el párroco oficia la misa en ese santo lugar. No se puede contentar a todos.