En Malabo, como en casa
'La Roja' fue partícipe de una fiesta nacional ecuatoguineana pero en la que los aficionados ofrecieron muchas muestras de cariño a los jugadores españoles
Actualizado: GuardarAlgo más de 4.000 kilómetros separan a Malabo de Madrid, pero España se sintió como en casa. Arropada, querida y admirada. Si cada entrenamiento en Guinea Ecuatorial se convirtió en una fiesta, con el campo repleto y vítores y cánticos de los aficionados con los jugadores de 'La Roja' como protagonistas, aún mayor fue la pasión de los locales en el amistoso entre su equipo nacional y los de Vicente del Bosque.
Con el estadio abarrotado desde una hora antes del comienzo del duelo y varios miles de personas fuera esperando una oportunidad para colarse, el partido fue una celebración constante. Entre el público también se encontraba Manolo 'el del bombo', ovacionado una vez más, pero en esta ocasión sin ser confundido con el técnico de los visitantes, como le ocurrió a su llegada al país africano.
Salieron los suplentes de la campeona del mundo y fueron ovacionados como estrellas del rock, desfilaron los titulares y se desbordó la euforia. Cada cosa que pasaba parecía un hito. El himno nacional se cantó con fervor patrio, alejado de las polémicas políticas previas y sin Teodoro Obiang en el palco, con una numerosa presencia en el once inicial local de jugadores nacidos en España o que militan en sus ligas. Comenzó el encuentro y el buen hacer de los pupilos de Andoni Goikoetxea alentó aún más a la risueña hinchada, que hizo del gol de Benítez una fiesta nacional.
Mientras, los españoles vieron pasar los minutos. Sin más. Con el sano objetivo de no salir magullados, dejando hacer a su evidente superioridad técnica para llevarse el partido entre el festival de cambios y viviendo la juerga desde dentro. Iniesta entró y el campo rugió de felicidad. Lo dicho, como en casa. Hasta el homenaje a Bodipo tuvo su toque español. El ariete se despedía del fútbol profesional a los 36 años ante sus aficionados, pero su larga y viajada carrera por los campos castellanos sabía, no sólo al tributo de los ecuatoguineanos a su gran estrella, sino al adiós de un jugador clásico de la Liga.