Las bebidas energéticas, ¿prohibidas para menores de 16 años?

El debate en torno a las bebidas energéticas llega al Congreso. El Grupo Parlamentario Socialista ha registrado hoy una proposición no de ley en la que insta al Gobierno a revisar la normativa en torno a estos productos, cuyo consumo “inadecuado o excesivo”, sostiene el texto, “multiplica el riesgo de padecer dolencias cardiovasculares”. La iniciativa será analizada en la Comisión Mixta para el Estudio del Problema de las Drogas de la cámara baja.

En concreto, la propuesta presentada por la diputada Gracia Fernández junto con las portavoces socialistas en la comisión, Puerto Gallego y Pilar Grande, pide al Gobierno que "valore junto con los profesionales sanitarios y a través de los estudios pertinentes, la posibilidad de restringir su venta a menores de 16 años”. Asimismo recomiendan “la elaboración de estudios sobre los efectos del sobreconsumo entre jóvenes y personas con patologías” y su incorporación a las campañas de sensibilización impulsadas desde el ‘Plan Nacional sobre Drogas’.

Las diputadas aluden en el texto a un estudio desarrollado por la Agencia de Seguridad Alimentaria según el cual un 68% de los jóvenes españoles de entre 10 y 18 años reconoce ser consumidor habitual de bebidas energéticas, y añaden que los médicos alertan de un repunte de ingresos hospitalarios de adolescentes con cuadros de “ansiedad o taquicardias” por la ingesta de estos refrescos, empleados a menudo "para contrarrestar los efectos del alcohol". La Unión Europea ya alertó de este fenómeno con la publicación, el pasado mes de marzo, de un informe que arrojaba un dato preocupante: el 16% de los niños menores de diez años consumen cada mes más de cuatro litros de este fluido.

La iniciativa parlamentaria extiende la recomendación al ámbito publicitario. “Cada vez existe una mayor publicidad y una mayor venta incontrolada de dichos productos, sin realizar estudios sobre sus posibles efectos”, advierte el documento. El objetivo de la propuesta radica en sensibilizar a la sociedad del peligro que la ingesta “irracional” de estas bebidas, con una elevada concentración de cafeína, puede acarrear en los consumidores, especialmente los más vulnerables.