Abdelrahman Ahmed Shaalan (d) sonríe en la presentación como nuevo luchador de la primera división del sumo. / AFP
Sumo

La gran tormenta africana reta al sumo

El egipcio Abdelrahman Ahmed Shaalan recibe la autorización para ser el primer africano que compite en la división más alta de la lucha japonesa

MADRID Actualizado: Guardar
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El mundo de los grandes hombres del Japón ha adoptado el mismo camino que el país. Su mezcolanza entre la longeva tradición y el progreso ha alcanzado al sumo. Así, entre los lanzamientos de sal a la arcilla o los duelos de miradas frente al ‘dohyo’ ya es habitual que luchadores de fuera de las islas espanten los demonios con sus pisadas.

Sin embargo, la última aparición ha surgido como una novedad inesperada. Abdelrahman Ahmed Shaalan, un egipcio de 21 años, ha alcanzado la máxima división del sumo profesional en un tiempo récord para ser un extranjero (es el tercero en condiciones similares). El camino no ha sido fácil. Comenzó a prepararse cuando era un adolescente de 15 años en las tierras africanas porque un preparador del deporte japonés pensó que tenía posibilidades (mide 1,89 metros y tiene una gran envergadura). El árabe se enamoró de la particular lucha y empezó a adiestrarse gracias a los vídeos de Takanohana, estrella de los años noventa y gran maestro ‘yokozuma’ (mayor rango de luchador en el sumo).

Después de sorprender con un bronce en el mundial juvenil de 2008 decidió dar el paso y trasladarse a Japón. En el territorio nipón fue bautizado como ‘Osunaarashi’, la gran tormenta de arena, en honor a su origen. Además de respeto, recibió el cariño y reconocimiento de los nativos porque renunció a residir en su país en 2011 para llegar a unas islas golpeadas por las catástrofes naturales. Pero en su camino hacia el éxito se encontró con las estrictas tradiciones japonesas. A las condiciones de aislamiento y de preparación física se unieron las tareas obligadas para los aprendices. Abdelrahman limpió letrinas y lavó las ropas de los principales luchadores en los ‘establos’ en los que se preparan los luchadores. También debió aprender la compleja caligrafía japonesa para poder competir. «Todo el mundo tiene que hacer esas tareas difíciles. En el sumo todo es perseverancia así que tendrás que sacrificar muchas cosas para alcanzar el éxito», reconoce. Además, su condición de musulmán le sumó un nuevo obstáculo. El torneo de Nagoya del último año coincidió con el ramadán y el luchador árabe debió enfrentarse a sus adversarios sin poder ingerir alimentos hasta la puesta de sol durante las dos semanas que duró el evento. «El mayor problema es el agua. No puedo beber durante el día, como después de la medianoche y luego duermo. Pero no es un gran problema, estoy acostumbrado» explica el estoico Osunaarashi.

Sus privaciones han tenido éxito en poco tiempo. ‘La gran tormenta de arena’ debutará en la primera división japonesa (‘makuuchi’) en el ‘basho’ de Fukuoka, último gran torneo de la temporada, el próximo 10 de noviembre. Sus 146 kilos de peso participarán junto a los 24 extranjeros que luchan en las dos principales categorías del sumo. Pero su concurso será especial porque será el primer árabe en competir al más alto nivel. Los precedentes son seductores: ningún japonés se ha proclamado campeón de un gran torneo desde 2006. Osunaarashi avisa: «Quiero ser el primer campeón africano. Aspiro a ser un ‘yokozuma’, así que trabajaré más duro».