'El castillo de los Pirineos, de René Magritte. / Archivo
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Conversaciones entre el cielo y la tierra

La fundación Miró explora todas las líneas del horizonte en una muestra monotemática con sesenta obras de medio centenar de grandes creadores

MADRID Actualizado: Guardar
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Románticos, neoclásicos, surrealistas, simbolistas, impresionistas, abstractos, minimalistas o conceptuales, todos los creadores se confrontan antes o después con la línea del horizonte. Tema recurrente en el arte y una cuestión técnica crucial para la plástica, los artistas de cualquier era, ismo, signo o tendencia se enfrentan a esta línea mágica que une o separa el cielo y la tierra y manda en la perspectiva desde su invención.

La Fundación Joan Miró repasa en la muestra 'Ante el horizonte' todas sus líneas, las infinitas fórmulas y posibilidades de representación del horizonte en el arte desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. Casi dos siglos de indagación "en los misterios y paradojas" de la pintura a través de obras de creadores tan dispares como Miró, Chillida, Magritte -que aporta el cuadro emblema de la exposición-, Dalí, Monet, Chagall, Klee o Klein. Todos dialogan en torno a esta línea que seduce e inquieta al ser humano desde el alba de los tiempos y que concentra anhelos, sueños, esperanzas, inquietudes, miedos, ocasos y amaneceres. "Que nadie se confunda. No es una exposición de paisajes" destaca Rosa María Malet, directora de la fundación.

La muestra reúne sesenta piezas entre pinturas, fotografías, esculturas, además de un vídeo, en las que la línea del horizonte, sinuosa o rectilínea, quebrada, esquemática o barroca, sugerida o contundente, visible u oculta, es frontera, límite, bisagra, principio o fin. Explora su representación del elemento artístico y simbólico y reflejo de cambios radicales en el arte. Con patrocinio de la Fundación BBVA, está comisariada por Martina Millà, responsable del Área de Programación y Proyectos de la Fundación Joan Miró.

La comisaria ha renunciado a la ordenación cronológica para plantear un juego de relaciones, a veces paradójicas, entre piezas de muy distinta ambición, formato, y concepción mediante catorce "conversaciones" que permiten calibrar la importancia del horizonte en el desarrollo del arte moderno y contemporáneo.

El título alude a un estudio de Georges Didi-Huberman, 'Devant le temps. Histoire de l’art et anachronisme des images' que analiza el anacronismo en la historia del arte. Asumiendo el planteamiento de Didi-Huberman, la exposición presenta las obras en forma de "anacrónicos diálogos" entre representaciones pictóricas, fotográficas y escultóricas de esa línea primordial desde el romanticismo y el impresionismo hasta nuestros días.

Las sesenta obras que reúne la muestra están firmadas por brillantes protagonistas de una aventura creativa que cubre siglo y medio, un heterogéneo grupo de medio centenar de artistas en el que caben Monet, Chagall, Muybridge, Ed Ruscha, Max Ernst, Klee, Yves Klein, Calder, Böcklin, Baselitz, Hockney, Tàpies, Chillida, Miró, Perejaume o René Magritte, que brilla con su volátil 'Castillo de los Pirineos'.

Visible e invisible

Arranca en clave mironiana con tres piezas de gran formato de Modest Urgell, junto a otras de Joan Miró y Perejaume. No en vano, el horizonte es un tema que ocupó a Miró durante toda su vida, una preocupación heredada de su maestro Modest Urgell, que se convierte en su vecino de sala. Perejaume, discípulo de ambos, completa la conversación desde su particular óptica posmoderna.

"Sin Miró no tendría lugar ni sentido una muestras como esta" advierte la comisaria y responsable de la exploración de "una línea tan visible como invisible, que no llegamos a entender nunca y que por eso mismo podría ser el lugar donde se concentran y contemplan todas las paradojas, retos, misterios riquezas y complejidades de la pintura y la practica plástica". "Una muestra que invita a contemplar y deleitarse con la pintura y celebrar los logros de unos artistas que se pusieron a prueba a sí mismos con muchas de esta obras" resume Millà.

El recorrido abre su abanico geográfico situando el origen de la pintura de horizontes en el contexto germánico, suizo y escandinavo, desde el romanticismo y el simbolismo. A partir de la pintura 'Abetos' de Arnold Böcklin, datada en 1849 y la pieza más antigua de la muestra, se exhiben otros ejemplos de la mirada "única y peculiar" que los artistas del noreuropeos dedican al horizonte. Verdaderos maestros en esta línea medular entre el cielo y la tierra, como August Strindberg, Ferdinand Hodler, Gerhard Richter y Anna-Eva Bergman.

Para la vanguardia francesa, dominadora de la creación artística hasta bien entrado el siglo XX, el horizonte es también un asunto primordial, como se ve en las piezas de Édouard Vuillard, Raoul Dufy, Alexander Calder y François Morellet. La sala que recoge su pintura conecta con la de un grupo de marinas, importante capítulo dentro de la pintura del horizonte, de artistas como Kees van Dongen, Pierre Bonnard, Salvador Dalí y Max Ernst.

Oriente

El diálogo se da también entre sensibilidades plásticas distantes y distintas, confrontando los horizontes de la tradición europea y los del arte japonés, mediante obras de Emil Nolde, Max Beckmann, Hiroshi Sugimoto y Yayoi Kusama. Unas están marcadas por las leyes de la perspectiva que ordenan el arte occidental desde el Renacimiento y otras provienen de una tradición libre de ese corsé formal que fue clave para el desarrollo de la modernidad pictórica.

Más místicos y etéreos son los horizontes "conceptuales" de Ettore Spalletti, Yves Klein y Marc Chagall, y más contundentes los del paisaje industrial y postindustrial de Georg Baselitz y boscoso David Hockney, que insiste en la impresión digital.

Dos salas se dedican al horizonte en la escultura, con curiosos diálogos entre piezas de Eduardo Chillida -'Elogio del horizonte' en maqueta- y Ann Veronica Janssens, y entre Dan Flavin y Carl Andre, y la proyección del documental 'Running Fence', sobre la intervención en el paisaje californiano de Christo y Jeanne-Claude.

Atención especial se presta al horizonte en el arte norteamericano a través de piezas y fotografías de Ansel Adams, Eadweard Muybridge, y pinturas de Agnes Martin, Alex Katz, Fred Sandback, Ed Ruscha y Roni Horn, para saltar al horizonte poscolonial de las fotografías de Isaac Julien y Zineb Sedira.

El brillante cierre llega con las potentísimas y misteriosas obras de René Magritte -'El castillo de los Pirineos'-, y de Claude Monet -'Las rocas de Belle-Île, eb la costa salvaje'-. Son sin duda las piezas estelares y se confrontan en el epílogo con Alphonse Osbert, Olafur Eliasson y Antoni Llena cuyas obras, a modo de epílogo, representan del horizonte aludiendo a las últimas paradojas y los retos de la práctica artística.