La injusticia del fútbol se ceba con la Real
Dos goles, en el minuto 45 y el 90, provocan la segunda derrota donostiarra en su regreso a la ‘Champions’
Actualizado: GuardarLlegaba la Real Sociedad a tierras alemanas para intentar inaugurar su casillero en el retorno donostiarra a la ‘Champions’. Sin ganar ningún partido en septiembre y bajas de consideración la plaza hostil del tercero de la emergente Bundesliga era complicada. Volvía la eterna discusión balompédica entre la preferencia por el físico o el ideal casi utópico de la elegancia. Se citaban dos equipos antagónicos. Al Bayer de hoy día no le vale el juego pausado que presentara en la final de Glasgow en 2002 cuando cayó derrotado por el Madrid galáctico. Ahora se inspira en un 4-3-3 sólido. Su adversario perfecto sería curiosamente el guipuzcoano. Un equipo que se expone, permite espacios y apuesta por dejar libre a extremos rivales a favor de su estilo.
La derrota final puede resultar engañosa. La primera mitad fue un recital de la vieja escuela indoeuropea. El escenario ideal del cuadro germano, concebido para robar el balón, correr y depender de dos balas como Sam y Son. Los españoles aguantaron el chaparrón y abrieron camino al ver algo de sol. Nada más que vieron un rayo de esperanza se despedazaron y Vela emergió de líder para llevar el equilibrio y casi la victoria. Pero el Leverkusen, al estilo de la historia alemana, aguó la fiesta.
Jagoba Arrasate no vio venir lo que se le avecinaba. O al menos así se desprende de su planteamiento. Más arriesgado de lo que cabría esperar sabiendo qué se jugaba. Solo era el segundo encuentro aunque soplaba una ligera brisa de final. Se le otorga al técnico vasco la presunción de inocencia por ser novato en estas lides y apostar por su fútbol con independencia del rival. Pero ante los teutones el envite le salió mal. Con la baja de Xabi Prieto, la presencia de mucho jugador técnico y poco músculo, el Leverkusen se comió de aperitivo el centro del campo realista con juego raso para terminar de hincarle el diente a Bravo con un gol cuando más duele, con el árbitro llevando su silbato a la boca para señalar el final de la primera mitad. El tanto de Rolfes, tras rematar dos veces un balón parado, derrumbó el castillo de naipes blanquiazul construido desde la pizarra. Nada salía según el guion. Seferovic deambulaba intentando encontrar a Griezmann, mientras el francés se preocupaba qué tipo de arquitectura tendría el estadio BayArena.
Intentó el preparador vizcaíno poner parches sobre los agujeros creados y tuvo ayuda del colegiado al señalar un penalti dudoso a su favor nada más reiniciarse el choque. Vela necesitó un segundo disparo en la recámara para batir al gigante Leno. Un poco de luz en un camino que empezaba a embarrarse por el vendaval inicial germánico. El mexicano incluso llegó a perdonar el segundo en un mano a mano que terminó perdiéndose entre el lamento del aficionado visitante. También el Bayer perdonó la vida a su competidor en el tramo final entre rezos que llegaban desde San Sebastián. Ante el renacer local se pretendió firmar el armisticio. Pero llegó Hegeler, marcó y dejó tirado por el césped la esperanza realista. Los ‘txuri-urdin’ acusaron anteponer su propia filosofía a la adaptación de una nueva debido a las circunstancias. A la tragicomedia de la Real Sociedad le queda ahora mirar hacia el feudo inglés de inspiración teatrera y conseguir puntos allí donde parece imposible. Aunque ya se sabe, los sueños, sueños son.