Costa ahoga a Purito y a Valverde
Se convierte en el primer portugués que gana un Mundial y cambiará en 2014 Movistar por Lampre
Actualizado: GuardarAlberto Rui Faria Da Costa (26 años), el nuevo campeón del mundo de fondo en carretera, es un ciclista que sólo ataca una vez. Lo hizo en las dos etapas en las que se impuso en el Tour de Francia, también en el Gran Premio de Amorebieta, y repitió esa forma de correr en el Campeonato del Mundo de Florencia, donde Purito Rodríguez y Alejandro Valverde padecieron su dictadura de una forma muy cruel.
Cuando Rui Costa ataca lo hace para ganar. No perdona. Le da lo mismo lo que le digan. Aguantó las palabras de Vincenzo Nibali primero, que le dijo de todo por no trabajar, y también las de Purito Rodríguez más tarde. Le da igual. Tácticamente es un corredor perfecto, de los que se marca un objetivo y no perdona nada, ni a nadie, para conseguirlo.
Purito Rodríguez, Nibali y Valverde lo tenían que saber. De hecho, Valverde y Rui Costa son compañeros en el Movistar, que colocó a dos de sus ciclistas en el podio, aunque Rui Costa correrá la próxima temporada en el Lampre.
La parte final de una prueba que llevaría a Purito Rodríguez hasta la medalla de plata y a Valverde a la de bronce, fue un compendio de lo que es el ciclismo. Rui Costa busca objetivos golosos, de los que encumbran a un ciclista, y da la impresión de que los elige con sabiduría.
El podio en Florencia se convirtió en un mar de lágrimas. Las de Purito reflejaban lo que podía haber sido y no fue. Una de esas ocasiones que no volverán a pasar nunca en lo que le queda de vida deportiva. O quizá sí.
Dicen que el destino de una persona está escrito desde que nace. El de Purito ha sido generoso, pero también tiene sus momentos de tristeza, como el segundo puesto en el Giro de Italia de 2012 o el tercero de la Vuelta a España, algo que nadie pensaba que podría conseguir cuando pasó al mundo profesional.
Lágrimas relajantes
Lloraba porque comenzaba a reaccionar. El llanto le acompañó desde que se bajó de la bicicleta. Es un ciclista de reflejos, vivo. Cuando vio llegar a Rui Costa sabía que tenía el Mundial perdido. Lloraba de impotencia, de lo que pudo ser y no fue.
Rui Costa también vertía lágrimas, de alegría. Llorar es una se esas situaciones que le permiten al ser humano descargar sus emociones, soltar la adrenalina, desahogarse. Las lágrimas son relajantes. El portugués rubio definía bien el momento: «He recogido el premio a toda una una vida». Y es verdad. Eso es lo que significa ganar un Mundial. Una vida. Lo que hay que precisar es si esa vida está ya finiquitada, a nivel profesional, como Joop Zoetemelk, o tiene por delante lo mejor como puede ser de este portugués que cuando le ha tocado trabajar en Movistar también lo ha hecho, sin problemas. Rui Costa, encima, no corrió la Vuelta a España, lo que tiene más mérito, porque su victoria habla de lo que ha tenido que sacrificar por llegar en condiciones al Mundial.
Nos queda Valverde. Lleva ya tres bronces mundialistas. Purito suma dos, y dos platas. Ha estado cinco veces en el podio. Su carrera resultó tácticamente perfecta hasta que Rui Costa atacó. Si no salió a por su compañero de equipo fue por dos razones. La primera, la más lógica, es que no pudo hacerlo. Queda otra. Pudo pensar que Nibali iba a ir a por el portugués y eso le facilitaría la llegada. Si pensó eso, se equivocó.
De Nibali se aprovecharon todos desde que se formó ese cuarteto que en un principio era quinteto, hasta que se cayó Rigoberto Urán. Quedaban nueve kilómetros para la meta. Todos sabían que Nibali corría en su país, que había preparado el Mundial con mimo, que estaba en un momento excepcional, el mejor de su carrera, dicen.
Nibali, muy generoso
Se cayó dos veces y fue capaz de superarlo y estar delante en el momento de la verdad. Le dejaron todo el trabajo. Se vació. Cuando se llega a esos momentos en una prueba de 272 kilómetros cada uno mira lo suyo, hace su carrera, y en eso, Rui Costa es único. El estado de ansiedad del italiano, el correr en su país, es un factor que explotaron todos.
Purito fue generoso, atacó en cuatro ocasiones, buscó el triunfo. Nadie le puede recriminar nada. Valverde hizo de secante, hasta que apareció Rui Costa, ese maillot blanco al que le dejaron ir muy cómodo, al que nadie pudo despegar. ¿Dónde estuvo metido Costa durante toda la carrera? Nadie lo sabe. O se paraban Purito, Nibali y Valverde, o se llevaban la incómoda compañía del portugués. Ya saben la frase: cuando Rui Costa ataca, lo hace para ganar. Siempre inicia sus movimientos subiendo, en un puerto, en un repecho, para luego lanzarse bajando. Es el primer portugués que logra el título mundial en todas las categorías. Sólo había tres portugueses en la línea de salida, él, Manuel Cardoso y Tiago Machado, lo que demuestra que también se puede correr un Mundial sin tener una protección especial. Todas la teorías que había al respecto sobre el trabajo de un equipo, las rompió.
A Rui Costa, ahora que es campeón del mundo, le recordarán que en 2010 estuvo cinco meses sancionado por un positivo con un estimulante. Se defendió, y ganó, después de seis meses parado, aduciendo que esa sustancia estaba en un complejo vitamínico. Estuvo seis meses metido en la nevera, sin correr, hasta que Eusebio Unzue lo rescató. Se ha encontrado con un campeón del mundo del que sólo podrá disfrutar esta semana, porque la temporada se acaba, la de verdad, en el Giro de Lombardía.
En el Tour de Francia, cuando ganó la primera etapa, le preguntaron por aquel problema, varias veces. Cuando ganó la segunda, igual. Allí se acababan sus ruedas de prensa. Rui Costa, como Horner en la Vuelta a España, son ganadores que ‘molestan’. En Florencia, en la carretera, fue el mejor. Todo lo demás queda para los estados de opinión.