Samantha Lewthwaite, la 'viuda blanca'. / Afp
'mundo british'

El veneno de la 'viuda blanca'

Reino Unido se pregunta cómo una joven británica blanca, hija de soldado y con estudios universitarios puede acabar vinculada a un atentado como el de Nairobi

MADRID Actualizado: Guardar
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¿Qué lleva a una joven británica blanca, hija de un soldado y con estudios universitarios, a acabar planificando el ataque contra un centro comercial en Nairobi? ¿Qué extraño mecanismo tienen dentro de sí algunos seres humanos para cambiar una vida relativamente confortable en el primer mundo por una existencia entre terroristas hasta convertirse finalmente en uno de ellos? Estas preguntas, y muchas más, se hace estos días una sociedad británica espantada tras conocer que una de los suyos, una buena vástaga de la Union Jack, se ha convertido en una de las terroristas más mediáticas del mundo.

De Samantha Lewthwaite se ha escrito casi de todo y ya todos en el Reino Unido conocen su vida. El divorcio de sus padres la traumatizó, de adolescente comenzó a interesarse por el islam y tras casarse con un radical, Germaine Lindsay, se convirtió a la religión de Alá. Su marido fue uno de los terroristas de los atentados de Londres del 7/7 y en aquel momento, parece que Lewthwaite entró en razón. Condenó los ataques y dijo que eran incompatibles con el verdadero islam.

Pero en el fondo de su ánimo, Lewthwaite quería ser una terrorista y unos años después, Reino Unido le perdió la pista. Pista que acaban de recuperar ahora, vinculándola a los ataques del centro comercial de Nairobi. Su apodo, la 'viuda blanca', refleja a la vez el alma oscura del terrorismo y la fascinación que estos personajes generan en los periódicos y en concreto, en la prensa amarilla.

Lewthwaite pasa a formar parte de un triste trío, el de mujeres occidentales que se han convertido en terroristas islámicos. La belga Muriel Deguaque se suicidió en un ataque en Irak en el 2005. La norteamericana Colleen LaRose maquinó un atentado contra el viñetista sueco Lars Vilks. En el caso de LaRosa, los psiquiatras tratan de explicar su radicalización por una infancia de abusos y prostitución. Pero ningún acontecimiento dramático de la niñez puede contribuir a explicar por qué nadie quiere cambiar la vida por la muerte.