TENIS

El mejor Nadal de siempre demuestra que no tiene límites

El español logra su decimotercer título de 'grand slam' después de ganar uno de los mejores partidos de los últimos tiempos a Novak Djokovic por 6-2, 3-6, 6-4 y 6-1 y de hacerse con su segundo US Open

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Según pasan los minutos y los juegos, el partido crece al mismo ritmo que la leyenda de Rafa Nadal. Y también de Novak Djokovic. La historia del tenis les aguarda. En Nueva York hay pinceladas de grandeza en cada juego. La obra es desde luego maestra. Los puntos se extinguen por extenuación o por una genialidad. En medio de la Arthur Ashe, donde 23.000 aficionados llenan la pista más grande del mundo y asisten embobados a lo que ven, dos tenistas sufren y disfrutan. Tensan el rostro, fruncen el ceño y sonríen. Eso último poco, la tensión del momento no deja lugar a la relajación. Ambos luchan a pecho descubierto. No hay reproches ni tiempo para dosificar. Así es como Nadal se hizo con su segundo US Open. Por eso lloró y se tiró al suelo después del último punto. Lágrimas de grandeza. Lágrimas de campeón.

En la pista hubo rivalidad. Mucha. Un enfrentamiento que se ha convertido en el más repetido en la historia de este deporte. Pero no solo se recordará por su cantidad; quizá incluso más por su calidad. Así agigantó su leyenda Nadal. Varios puntos resumen un partido que tardará en olvidarse. Tan pronto pasaron 54 bolas –sí, 54- y completaron uno de los mejores puntos de los últimos años, como se sacaron de la manga golpes imposibles. Y todo en cuestión de segundos. Y dentro de esa espectacularidad, sobresalieron dos factores. Por un lado, lo de siempre, la mentalidad de Nadal –salvó un 0-40 con 4-4 en el tercer set y remontó un 30-0 en contra en el siguiente juego para cerrar la manga-; por otro, lo que menos se comenta pero que es fundamental: su enorme tenis –su derecha paralela se confirma como el golpe más determinante del circuito en estos momentos-. También usó más de lo normal su revés cortado, un arma inesperada y muy eficaz. Así consiguió seguir invicto sobre pista rápida en un partido que merece ser visto una y otra vez.

Un Nadal que, en definitiva, demostró que es el verdadero número uno en este 2013. Lo confirmó con su colosal victoria por 6-2, 3-6, 6-4 y 6-2 ante un gran Djokovic. Porque es un deportista por encima del resto. Sólo tiene 27 años pero ya posee 13 títulos de ‘grand slam’. Es decir, después del recital ante el número uno del mundo ya es el tercer tenista con más Grandes, solo superado por Sampras y Federer. Este año, después de estar siete meses lesionados, lleva ya 60 partidos ganados y solo tres derrotas. Por eso ha conseguido su décimo título del 2013 y está ya a solo 120 puntos del serbio en la clasificación. Además, se ha embolsado cerca de 2,7 millones de euros por ganar el US Open y el US Open series –un circuito que engloba torneos norteamericanos como Cincinnati o Montreal-. No está nada mal.

Partidazo

Y todo en un partido que comenzó a palos. Djokovic desistió de los intercambios largos y se lanzó a tumba abierta a por el de Manacor. Los puntos volaban al mismo ritmo que los juegos y al mismo tiempo que crecía la cuenta de errores no forzados de 'Nole'. Mal asunto para el serbio, que buscaba el cuerpo a cuerpo sin vigilar la retaguardia. Además, se encontró a un Nadal descomunal. En una primera manga perfecta, tiró con su derecha como nunca, lo que ya es mucho. Fue en definitiva, un recital del manacorense en un primer parcial en el que hizo y deshizo a su antojo. Eso, dos ‘breaks’ y los 14 errores del serbio le pusieron un set arriba.

Ya en el segundo acto, una vez despertado Djokovic, el nivel del encuentro aumentó más si cabe. Y en el ecuador del set ocurrió ese punto que se recordará mucho tiempo. Esos 54 golpes que ayudaron a Djokovic a hacerse con ‘el ‘break’. Por eso lo celebró como si del último punto se tratara. Porque, a pesar de que el serbio lo pagó y cedió inmediatamente el saque, finalmente le sirvió para cerrar la manga con una rotura más.

Tercer set clave

El paso atrás que había dado Nadal era el que había dado el serbio hacia delante. El duelo se movía en territorio amigo para Djokovic. El español, demasiado retrasado para herir al serbio, aguantaba a duras penas. Su derecha se había apagado. Y su saque, que solo lo había cedido en una ocasión en todo el torno, flaqueó. De hecho lo perdió tres veces consecutivas, lo que puso por delante al número uno. Y, de repente, cuando peor estaba, resucitó. Levantó la voz en la central y se metió en el partido con más corazón y garra que tenis. Del 1-3 al 4-3. Y a partir de ahí, el punto de inflexión del choque.

Con 4-4 y 0-40, en contra, el segundo cabeza de serie salvó lo que nadie salva –la última bola de ‘beak’ con un saque directo, el primero que hizo en el partido-. Pero ahí no se quedó. En el siguiente juego, con saque del serbio, después del 30-0 hizo cuatro puntos seguidos al resto que le dieron el set. Un parcial conseguido a base de sufrimiento, de correr y de agonizar en la pista. Ahí se creció Nadal; ahí enmudeció Djokovic; ahí se acabó el partido. En el último acto, ese mazazo psicológico pesó demasiado al número uno de la clasificación. Ya no podía hacer nada. Enfrente estaba el mejor deportista español de todos los tiempos. Un tenista que está opositando seriamente a ser el mejor de la historia -parece ser cuestión de tiempo- y que ha demostrado que no tiene límites. El mejor Nadal de siempre ha confirmado que es el el actual rey del tenis.