Robert De Niro, un incombustible toro salvaje
Quien fuera actor fetiche de Martin Scorsese celebra su 70 cumpleaños abonado a la comedia
MADRID Actualizado: Guardar"Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía", así se expresa Sam 'Ace' Rothstein, el mafioso al que pone rostro Robert De Niro en 'Casino', el filme que supuso su séptima colaboración con Martin Scorsese, quien le convirtiera en su actor fetiche antes del advenimiento de Leonardo DiCaprio. La suya -la de De Niro, no la de Rothstein-, consiste en una magistral combinación de disciplina espartana, veneración por las enseñanzas recibidas en el legendario Actor's Studio e improvisación que le han valido una legión de incondicionales que tratan de imitar en cuanto tienen ocasión el, por otro lado, inimitable "¿hablas conmigo?" que le espetaba al espejo Travis Bickle en 'Taxi driver', otro de los personajes que le colocaron en el panteón de los intocables de Hollywood. La sentencia se la robó en realidad a Bruce Springsteen, a quien se la oyó durante un concierto. Poco importa cuando entre genios anda el juego. Al 'Boss' lo que es del 'Boss' y a De Niro lo que es de De Niro. Y a sus 70 años, que cumple este sábado, el actor puede presumir de más riquezas artísticas que la mayoría de sus compañeros de profesión.
'Bobby Milk', nombre por el que respondía cuando era un retaco en su barrio de 'Little Italy' debido a su pálido rostro, ha marcado con su presencia un puñado de filmes que figuran grabados con letras de oro en la historia del cine. 'El Padrino. Parte II', 'Taxi driver', 'El cazador', 'Toro salvaje', 'Los intocables de Elliot Ness', 'Uno de los nuestros', 'El cabo del miedo', 'Casino'... La lista es interminable. La constatación, en definitiva, de que el título de una de sus primera películas, 'Nacido para triunfar' (Ivan Passer, 1971), se le amoldaba como anillo al dedo a este hijo de una pintora y poeta y de un artista abstracto que ha interpretado con igual maestría a seres ubicados a uno y otro lado de la ley.
La primavera de su carrera fue también la que mejores brotes arrojó. Corrían los años setenta y una nueva generación de directores se aprestaba a revolucionar el cine. Steven Spielberg, George Lucas, Brian De Palma, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese irrumpían en el firmamento para transformar para siempre la industria. Para los tres últimos, De Niro fue la arcilla perfecta con la que construir sus obras maestras.
Meticulosidad legendaria
Scorsese fue quien abrió primero el cofre. Descendientes ambos de italianos, el realizador le reclutó para que se metiese en el piel de un desorientado joven atrapado en un mundo poco recomendable en 'Malas calles' (1973). Empezaba a germinar así una asociación que depararía extraordinarios réditos a ambos. Bajo sus dictados encarnaría también a un desequilibrado excombatiente de Vietnam en 'Taxi driver' (1976), a un antiguo soldado de la Segunda Guerra Mundial reconvertido en saxofonista que trata de triunfar en la música y en el amor en 'New York, New York' (1977), a un campeón de boxeo que descubre el lado amargo de la gloria en 'Toro salvaje' (1980), a un gángster con muy malas pulgas en 'Uno de los nuestros' (1990), a un delincuente con ansias de venganza en 'El cabo del miedo' (1991) y de nuevo a un hampón en 'Casino' (1995). De la mano de Scorsese tocó el cielo y agarró su primer Oscar, gracias a una soberbia caracterización del púgil Jake La Motta tras ganar cerca de 30 kilos de peso que cimentó su imagen de actor meticuloso que no se arredraba ante ningún desafío.
Su otra estatuilla se la depararía la segunda entrega de 'El Padrino' (Francis Ford Coppola, 1974), donde interpretaba a un joven Vito Corleone que trataba de abrirse paso en Nueva York tras abandonar su Sicilia natal. Hasta la isla italiana viajó De Niro con tal de dotar al incipiente mafioso del particular acento italiano de la región de la que procedían los Corleone.
De Niro parecía abonado a los papeles de delincuente. Con esos ropajes le vistieron Sergio Leone en 'Érase una vez en América' (1984); Brian De Palma en 'Los intocables de Eliot Ness' (1987), donde se metía en la piel del mismísimo Al Capone; o Michael Mann en 'Heat' (1995), donde por fin compartía plano con Al Pacino. Aunque para su debut como director -'Una historia del Bronx' (1993)- se fue al otro extremo, asignándose el rol de un esforzado conductor de autobuses cuya honradez era el contrapunto perfecto para la falta de escrúpulos de Sonny, el gángster que amenazaba con llevar a su hijo por el mal camino.
Reinvención
Mas andaban equivocados quienes catalogaban a De Niro como un intérprete válido únicamente para papeles dramáticos. Lo vino a demostrar sobre todo a partir de 'Una terapia peligrosa' (Harold Ramis, 1999), donde interpretaba una vez más a un hampón, solo que en este caso el mafioso, lejos de provocar el terror, desataba la hilaridad ante su incapacidad para realizar las acciones que de alguien como él se presuponían.
Faltaban apenas dos años para los atentados del 11 de septiembre, que provocarían un punto y aparte en la vida del actor. Con el fin de espolear a la ciudad e insuflar nueva vida al sur de Manhattan, crearía el Festival de Cine de Tribeca y comenzaría a aceptar proyectos que hasta entonces habían estado muy alejados de su repertorio. Se revelaba así un De Niro mucho más mordaz, empeñado en hacer reír al público con filmes como 'Los padres de ella' (Jay Roach, 2000) o la continuación de 'Una terapia peligrosa'. Difícil hacer creer a quienes crecieron viéndole como suegro malhumorado de Ben Stiller que ese hombre era el mismo que hacía sudar la gota gorda para atraparle a Al Pacino en 'Heat'.
Los tiempos cambian y De Niro cabalga las nuevas olas con la maestría de antaño, aunque haciendo gala de mayor cintura. Con otra película como director a sus espaldas -'El buen pastor' (2006), concebida como el inicio de una trilogía sobre la Guerra Fría que aún aguarda las siguientes entregas-, inaugura una nueva década de su vida encadenando proyectos. Tiene pendiente de estreno 'The family', un largometraje de Luc Besson en el que volverá a meterse en los zapatos de un mafioso muy poco corriente; desempolvará los guantes de boxeo para medirse a Silvester Stallone en 'Grudge Match'; y compartirá cartel con otros ilustres veteranos como Morgan Freeman o Michael Douglas en 'Last Vegas'. Para más adelante queda una cinta para la cadena HBO sobre el estafador Bernard Madoff o ‘The good house’, donde volverá a codearse con Meryl Streep, con quien ya apareció en 'El cazador' (Michael Cimino, 1978), 'Enamorarse' (Ulu Grusbard, 1984) y 'La habitación de Marvin' (Jerry Zaks, 1996). Claro que para alguien con ánimos para ser padre por sexta vez frisando los 70 años, este aluvión de trabajo debe ser 'pecata minuta'. De Niro fue, es y será siempre un verdadero toro salvaje.