ATLETISMO

Bolt quiere ser Michael Jordan

El planeta aguarda otra exhibición del astro jamaicano en unos Mundiales sin rivales tras los casos de dopaje

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El atletismo empieza a parecerse peligrosamente al ciclismo. El deporte que entre este sábado y el 18 de agosto se muestra al mundo desde Moscú se tambaleó un domingo por la tarde, aquel 14 de julio en el que se supo que algunos de los mejores velocistas del planeta habían dado positivo en diferentes controles antidopaje. El mundo vio desintegrarse a Tyson Gay, autor de tres de las cuatro mejores marcas del año en los 100 metros, y a Asafa Powell, el hombre que más veces ha bajado de los 10 segundos a lo largo de la historia, junto a sus compañeros Veronica Campbell-Brown, y Sherone Simpson. Y hace unos días fueron suspendidos 31 atletas en Turquía. La desconfianza atravesó continentes a la velocidad de la luz. Y todos los aficionados, de golpe, rumiaron la misma pregunta. ¿Y Bolt? ¿Son creíbles las hazañas de Bolt? Y la leyenda respondió: “Yo estoy limpio”. El jamaicano esgrimió que él no explotó de la noche a la mañana, que él, el hombre que atrapa al espectador frente a la televisión, que ahora mismo sostiene al atletismo, siempre había sido el mejor. Desde que tenía 15 años.

Sin la sombra amenazante de Johan Blake, lesionado, que no podrá defender el título que su compañero le regaló con una salida en falso en Daegu, y expulsados del tablero Gay y Powell, Bolt se encuentra solo en medio de ese escenario majestuoso que es el estadio Luzhniki, con un aforo para 78.360 espectadores y sus paredes impregnadas de historia, la de los Juegos Olímpicos de 1980, el duelo que relanzó el atletismo, aquella carrera del 29 de agosto -¡qué carrera!-, en la que Sebastian Coe, batido en los 800 por Steve Ovett, su rival, feroz enemigo, se desquitó en los 1.500. Aquellos pulsos captaron a decenas de miles de aficionados por todo el mundo. Una generación se enamoró del atletismo a raíz de aquella carrera en Luzhniki.

Aquel viejo tartán fue retirado y ahora luce el nuevo sintético de Mondo, idéntico material que aquel de Londres que se ganó el sobrenombre de la ‘alfombra mágica’ por favorecer las buenas marcas. Solo una diferencia, el color, azul, como le gusta a Usain Bolt, como el que relucía en Berlín, donde voló para llevar los récords de 100 y 200 muy lejos. El del hectómetro, 9.58, al menos de momento, parece intocable, a la espera de tiempos mejores o la carrera perfecta, en altitud, con el viento empujando al límite (2 m/s), con Blake mostrando sus colmillos, pero el pupilo de Glenn Mills no para de anunciar que los 19.19 de la curva pueden caducar en Moscú. “Bajar de los 19 segundos es uno de mis grandes objetivos”.

La temporada no ha sido fácil. Unos Trials sin lustre y las marcas que iba sembrando Gay en el ranking asustaron a él y a Mills, el técnico de Bolt, Blake y Weir, el tercer hombre, su delfín en los 200. ‘El Rayo’ cogió su agenda y la hizo trizas. Anuló sus carreras en Europa y se puso a entrenar como un burro en Kingston. La edad no perdona ni a Bolt, obligado a restringir sus bailes nocturnos, a descansar y a cuidar sus músculos en baños helados. Poco a poco fue recuperando el tono y eso le permitió establecer su base en Londres, atender algunos compromisos y viajar a Moscú con su sonrisa canalla y sus Rayban Wayfarer negras para pinchar como DJ en el parque Gorki. Tras el guiño al público ruso llegó el momento de concentrarse, de buscar tres medallas de oro en 100, 200 y 4x100 para alcanzar las ocho, como Carl Lewis. Lo que todo el mundo espera. No hay triunfo peor pagado que una victoria de Usain Bolt. Si gana en los 100, 1.08 por cada euro invertido. Menos aún en los 200, con 1.03 por euro.

Bolt, ascendido a la categoría de leyenda en Londres, donde logró duplicar los tres títulos olímpicos de la velocidad corta, se ha planteado su carrera como un camino hacia Río de Janeiro, la próxima sede olímpica, la ciudad en la que, dice, espera ascender un nuevo peldaño en el Olimpo. “Quiero ser como Michael Jordan”, sentenció. Como Jordan, Alí o Pelé, sus leyendas entre las leyendas. Y todo ello con la carga de la duda. El atletismo, ahora mismo, es un acto de fe. Aunque Bolt es tajante. “Estoy limpio y quiero seguir corriendo limpio. Pido que la gente confíe en mí. Creo que hasta la fecha he probado ante el mundo que es posible hacer grandes cosas, ser una leyenda, trabajando duro, sin recurrir a sustancias prohibidas”.

La despedida de Isinbayeva

Los campeonatos del mundo de Moscú ofrecerán, además del duelo de Bolt contra sí mismo, otros focos de interés, aunque se acusa el año postolímpico. La lista de bajas ilustres es interminable: Rudisha, Blake, Robles, Vlasic, Jessica Ennis, Spotakova, Chernova... Uno de los momentos álgidos de estos nueve días en los que aparecerán por las pistas casi 2.000 atletas de 206 países -ahí, en su universalidad, radica la grandeza de esta cita- será la final del salto de pértiga en la que Yelena Isinbayeva se despedirá en su país del atletismo. Ha sido una de las banderas de este deporte durante años y en su epílogo encontrará rivales acordes a su talla, como la estadounidense Suhr, la mujer que le arrebató el récord del mundo en pista cubierta con un salto de 5,02, y la cubana Silva.

Algunas de las estrellas llegan tras un año renqueante por las lesiones, como la australiana Sally Pearson, quien se ha topado este curso con una oponente inesperada en su ataque al récord del mundo de los 100 metros vallas, la estadounidense Rollins y sus fascinantes 12.26. O el qatarí Barshim, a quien unas molestias en la espalda le pueden privar de echarle a Bondarenko, el hombre que osó jubilar la plusmarca de Sotomayor, uno de los pulsos del Mundial.

Tras la inmensa figura de Bolt, el único atleta que parece destacar es Mo Farah. El británico buscará repetir su éxito olímpico en 5.000 y 10.000, y asegura que la incompatibilidad de horarios ha evitado que se atreviera con un reto inhumano, intentar subir también al podio en los 1.500 después de batir en Mónaco el récord de Europa de Fermín Cacho en una carrera que encumbró a otro referente, el keniano Kiprop, quien firmó unos rutilantes 3:27.72, ya solo por detrás de El Guerrouj, Lagat y Morceli.