Milicianos de Seleka patrullan por las calles de la capital de la República Centroafricana, Bangui. / Afp
tragedia internacional

La agonía invisible de Centroáfrica

El país se sume en un caos de asesinatos, saqueos y hambre en medio de la indiferencia internacional

MADRID Actualizado: Guardar
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A nadie parece interesar lo que sucede en la República Centroafricana. Quizás dentro de unas semanas cuando el desastre de muerte, hambre y violencia sea demasiado escandaloso, la ONU o la Unión Africana haga algún movimiento efectivo. Como en anteriores ocasiones, la ayuda o la intervención llegarán muy tarde para miles de personas.

Todavía no se ha convertido en un Estado fallido como Somalia, aunque esté muy cerca. Tampoco ha llegado a inquietar demasiado en el terreno geopolítico aunque sea un espacio natural para la expansión desestabilizadora procedente del Chad, Mali y Sudán. En esta invisibilidad mediática, solo las ONG y la prensa de Francia —expotencia colonial— logran llamar la atención sobre la tragedia.

Tras el triunfo del golpe de estado perpetrado el pasado 24 de marzo por la heterogénea unión de cinco grupos rebeldes, el país se encuentra en manos de milicias armadas incontroladas de Seleka (‘alianza’ en lengua sango), dirigidas por señores de la guerra centroafricanos, chadianos o sudaneses. Según denunció el pasado 17 de julio, la Federación Internacional de los Derechos del Hombre (FIDH), las violaciones, asesinatos, secuestros, saqueos e incendios de aldeas se realizan con total impunidad ante la nula presencia de la justicia o autoridad del Estado. En la capital, Bangui, el pillaje ha afectado a los edificios públicos, los ministerios, las sedes de la ONU y ONG, escuelas, hospitales y la mayoría de las casas particulares. La población civil está completamente inerme ante cualquier ataque.

Con el precario sistema sanitario en ruinas y el suministro de medicamentos interrumpido, la situación alimentaría comienza también a disparar todas las alarmas. Las cosechas de 2012 no fueron buenas y las escasas reservas han sido en su mayoría saqueadas. Ya hoy, el país tiene la segunda esperanza de vida más débil del mundo (48 años) y un índice de mortalidad superior al umbral que define una urgencia humanitaria. A todo este panorama hay que añadir 206.000 personas desplazadas y cerca de 50.000 refugiadas en la República Democrática del Congo, según el Alto Comisariado de Naciones Unidas para los refugiados.

El pasado nueve de julio, cinco ONG francesas –Médicos Sin Fronteras (MSF), Acción contra el Hambre (ACF), Médicos del Mundo (MDM), Primera Urgencia-Ayuda médica internacional (PU-AMI) y Solidaridad Internacional (SI)—denunciaron el abandono de Centroáfrica frente a la amenaza de la penuria alimentaria por una comunidad internacional que condiciona su ayuda a un improbable retorno de la seguridad.

La República Centroafricana es pobre de solemnidad y no tiene los recursos naturales que puedan atraer una intervención exterior, ni su inestabilidad, al menos de momento, amenaza los intereses de Francia o de cualquier otra potencia de peso, como han sido los casos de Congo, Libia o Mali. La pasividad resulta aún más sangrante ante una hipotética acción internacional si se tiene en cuenta la escasa entidad militar y poca capacidad de fuego de las milicias de Seleka.