VIAJES | expedición en américa

De 'quetzales' a monjas

La Hermana Kioma y la Hermana Jacqueline participaron en la Ruta Quetzal BBVA de 2006 y la experiencia fue la chispa que les hizo empezar su camino como servidoras de Dios

PANAMÁ Actualizado: Guardar
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Cuando a los 16 años sus nombres eran María Emmanuelle y Fátima, dos jóvenes panameñas participaron en la expedición que ese año visitaba México, Guatemala y España. Se conocieron en el camino y ninguna tenía “ni en mente” que acabarían vistiendo los hábitos. Lo cuenta Kioma con una sonrisa llena de paz cuando mira a los ruteros de la presente edición, a quienes ambas se han acercado a conocer en el Hotel Meliá Canal “Casa de las Américas”, un lugar que según el periodista asturiano que acompaña la expedición, Zoilo Gutiérrez, “sirvió, en tiempos de la ocupación estadounidense, de entrenamiento para dictadores que luego serían golpistas a lo largo y ancho de Sudamérica”.

En semejante lugar histórico, y durante una tertulia que ha servido para exorcizar muchos miedos y darse las gracias unos ruteros a otros, ambas hermanas han hecho su aparición y entre los aplausos, se escuchaba algún que otro grito de sorpresa. Es costumbre oír que los expedicionarios acaban convertidos en grandes profesionales de muchas disciplinas, y sin duda se esperan grandes cosas de ellos. ¿Por qué, teniendo capacidad y talento, decidieron ingresar en las filas de Dios? Kioma lo explica a su modo: “Ahora, con la perspectiva del tiempo, me doy cuenta de que la Ruta Quetzal BBVA influyó mucho en mí, además ese año marchamos por un camino que recorría varios monasterios en España. Y por supuesto la influencia de la vida que llevas, vives con 3 camisetas y una botella de agua, vives espiritualmente. Viéndolo ahora, fue una preparación”, señala.

Las dos panameñas se conocieron en el campamento, y al terminar la vivencia ambas se recluyeron en un retiro que acabó por ser su epifanía personal, aunque aseguran que la vivieron por separado y que cada una supo “muy dentro” que sentía esa llamada divina. Ello les supuso un enfrentamiento con sus familias, que no lo entendieron y se llevaron “una decepción”, en boca de Jacqueline, cuya madre esperaba que estudiara gracias a los esfuerzos económicos realizados. “Con todo, ahí empezó una nueva aventura”, comenta la Hermana Jacqueline. ”Algo pasó en la Ruta Quetzal BBVA, me influyó, al fin y al cabo tiene ese mensaje de solidaridad, de servicio a los demás, de compartir”, comenta. Kioma la apoya. “Comparo la Ruta Quetzal BBVA con la vida en Dios, y pienso muchas veces que es como debería ser la vida, sencilla, sin esos problemas que muchas veces nos creamos en nuestro trabajo y día a día. Aprendes mucho, la expedición imprime carácter”, apostilla.

Las dos reconocen, echando la vista atrás, que subiendo los Pirineos vivieron una especie de revelación ya que unieron sus manos para darse fuerza “y gracias a ello llegamos, llorando y abrazadas”, recuerdan. Pero no fue hasta que en el retiro sintieron esa llamada de Dios y comprendieron “todas esas señales, como un sueño que tuve yo –Jacqueline- de ambas sentadas en una iglesia con María y muchos niños. Ahora estamos en la Fraternidad de la Divina Misericordia de los Sagrados Corazones de Jesús y María, que es una orden mariana”, relata.

Y concluye: “Después de esa transformación durante el programa, di el paso. Intenté ignorarlo todo un mes, me matriculé en la Universidad y todo, pero no tenía paz. Tenía que seguir el camino de Dios”, concluye. Un camino que comenzó para ambas en la Ruta Quetzal BBVA.