VIAJES | expedición en américa

El Darién, prueba superada

La Ruta Quetzal BBVA 2013 ha concluido la etapa más física de la expedición y ahora completa lo aprendido con talleres sobre biodiversidad y desarrollo sostenible

ENVIADA ESPECIAL A PANAMÁ Actualizado: Guardar
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Llevan diez días de aventura. Y los últimos han sido los más exigentes. La Selva del Darién les ha permitido pasar emulando a Núñez de Balboa, el extremeño cuya expedición descubrió el Mar del Sur (hoy Océano Pacífico), considerado el segundo mayor éxito en estas lides expedicionarias tras el de Colón. Pero el peaje ha sido alto: Las picaduras de mosquito se cuentan por docenas en cada extremidad, y en el mejor de los casos, ya que pese a aerosoles, cremas y pulseras contra los insectos, estos no respetan nada cuando uno se adentra en esta clase de territorios. Las hay que más que de insecto parecen de serpiente cascabel, crecidas y sanguinolientas a fuerza de rascarse, algo poco aconsejable pero inevitable. Los ruteros ya lucen, pues, el inconfundible aire de exploradores curtidos, en el que la suciedad en la ropa -han de lavarla ellos mismos a mano-, el olor a sudor y sobre todo, el barro que les ha rodeado a su paso por el Darién y que les ha seguido, pegado a sus mochilas, botas y cabellos hasta la capital del país, tienen el papel protagonista.

La gran prueba del Darién

Andrea Unión, de Vitoria, reconoce que ha sido "muy duro", sobre todo "por la temperatura, muy alta, y la humedad, además de las molestias físicas". Sobre todo "la ida, porque hacía muchísimo calor, un grupo se despistó y por eso tardamos más de la cuenta", recuerda. Esta joven vasca lo tuvo más fácil "a la vuelta, con la lluvia que cayó, el ambiente fue mucho más fresco y se me hizo más llevadero", comenta. Por medio, la ascensión a Pechito Parado para poder admirar la victoria de Núñez de Balboa y los suyos hace ya quinientos años, y el haber atravesado el río Chucunaque.

Claro que no todo ha sido malo. Alicia Petreñas, de Logroño, rememora con una sonrisa a los niños indígenas cuya forma de vida conocen ya en primera persona. "Tanto en Playona como en Sinaí fueron muy amables. Sobre todo en Sinaí, porque los niños te seguían, querían jugar todo el día contigo... me lo pasé muy bien con ellos", resume. En sus brazos, como en los de sus compañeros, no solo luce picaduras: los tradicionales tatuajes de los wounaan, una de las tribus emberá que habita en el Darién, adornarán durante unas semanas sus antebrazos como recordatorio de lo vivido. La pintura se irá, pero las experiencias no. Tanto Alicia como Andrea coinciden en que "nos decían que íbamos a valorar más las cosas, pero ahora sabemos que realmente es así", explican. "Por ejemplo, veo el agua de otra manera, porque tengo sed, y eso hace que la pongas en valor mucho más cuando por fin bebes", relata la riojana. Su compañera de Álava echa de menos "el baño, la ducha, estar limpia", cuenta mientras se mira la camiseta repleta de lamparones en diferentes tonalidades de marrón con cara de circunstancias. Tanto que, para ambas, "más que a mis padres, echamos de menos cosas, porque te hacen falta", reconocen, en alusión a lo anterior, pero tambien a comodidades como una nevera llena "para comer cuando tienes hambre". Antonet Lucio hace el papel de despertador con las melodías de su dulzaina -un tipo de flauta-. Los ve levantarse, en ocasiones aún sin haber salido el sol, con ojos legañosos y con cara de hambrientos, pero considera que, en realidad, no hay tal necesidad. "Están acostumbrados a tener todo a su alcance y es el miedo a pasar hambre lo que les abre al apetito por ansiedad, no la cantidad que reciben", asegura desenfadadamente. Las raciones de comida del campamento, a ojos de un no rutero, son suficientemente abundantes, pero sin duda el estómago tiene razones que la mente no conoce...

Aprender y compartir

¿Otros peligros, además de los apetitos reales o imaginarios, la fatiga, las frecuentes diarreas y los insectos? La respuesta está en el cielo. Ya de noche, los relámpagos iluminan la negrura panameña mejor que cualquier luna. Las tormentas y las lluvias torrenciales les supusieron una dura prueba a los expedicionarios, que ya saben lo que es montar un campamento con todos sus efectos personales mojados. Sin embargo, no parece haberles costado demasiado formar grupos cohesionados entre medio centenar de culturas diferentes, que son las que participan en este programa y comprenden toda Iberoamérica y la Unión Europea. En cualquier momento hay un abrazo entre dos ruteros para animar al que está más cansado, una broma en el grupo que reparta buen humor, o acciones como compartir una bolsita de cereales de colores que ha viajado desde República Dominicana en un compartimento de la mochila de Nabila Elías para un momento de añoranza del azúcar, y que lejos de guardárselo para ella sola, reparte entre sus compañeras de grupo, provocando grititos de alegría. Ha esperado hasta este momento porque "se lo han ganado", dice riendo.

Precisamente las mochilas dan buena cuenta de la pluralidad de los caracteres de estos jóvenes. Como son todas iguales, se les pidió que las personalizaran, y colgando de las correas se cuentan pequeños peluches, banderines de todos los países y Comunidades Autónomas, equipos de fútbol, manualidades de hermanos pequeños, lacitos, boyas, logos de grupos de rock como Guns'n'Roses... Todos diferentes, pero todos igualmente adornados por el barro y los pequeños desperfectos, fruto de las caminatas por tierras salvajes.

De base militar a centro de conocimiento internacional

Aunque los peligros no han terminado, pese a que la expedición pasa estos días en Ciudad de Panamá. Llega el momento de hacerse una foto de grupo en 'Ciudad del Saber', un complejo cultural cuya historia como base militar americana 'Base Clayton' desde la que se orquestó la invasión de E.E.U.U. a Panamá merece un capítulo aparte. Hoy aglutina investigación, empresas y proyectos de cooperación. Cuando la foto de familia está en proceso, un golpe sordo llama la atención de algunos ruteros: un gran mango maduro recién caído del árbol ha estado cerca de provocarle un buen chinchón a alguno. Entre risas, se inmortaliza el momento. Hay cierta relajación mezclada con cansancio entre los chicos, que tienen por delante tres días de talleres en los que darle un respiro al cuerpo, pero no la mente.

"Ustedes han conocido a los emberá. Han podido bañarse en su río y ver que esa gente no está de paso, que vive ahí, en ese medio, donde los ríos son carreteras, y que lo necesitan", comienza la profesora Lurdes Lozano. Su ponencia versa sobre desarrollo sostenible, y su misión es que los ruteros relacionen lo que han vivido con la importancia de conservar el entorno. Les muestra unas fotos de grúas y obras y les plantea reflexiones. "¿Creen que es necesario crecer de este modo?", inquiere. La respuesta está en ese desarrollo sostenible. "Hasta ahora nuestra cultura ambiental se ha basado en despilfarro, extracción indiscriminada y hábitos muy arraigados como las quemas o vertidos", enumera. "Llega un momento en el que la Tierra, Gaia, tiene tanta población humana que se le agota la capacidad de autorregularse, como ha hecho siempre", lamenta la profesora.

Si algo llama la atención acerca de los ruteros es la madurez que muchos demuestran en la distancia corta. Su manera de expresarse, con mucha seguridad, no es el de una persona de 16 años, y las preguntas que formulan en estos talleres, tampoco. Se lanzan cuestiones acerca de los métodos de construcción de edificio sostenibles, o se interesan sobre cómo hacerse voluntario de la Cruz Roja, a lo largo de unos talleres que cubren desde los usos de la biodiversidad a la importancia del agua en entornos como el panameño. Desde luego, no es lo que sucedería en una clase normal, en el que a la petición del profesor de que haya participación solo seguiría un silencio incómodo y muchos chicos intentando parecer transparentes. "Algo de esa excelencia ya se deja traslucir cuando son capaces de montar un concierto digno en tan poco tiempo", explica el Subdirector de la Ruta Quetzal BBVA, Andrés Ciudad. Y es que, próximamente, y como es tradición, los ruteros que tocan instrumentos y el resto con su voz, interpretarán canciones locales en un concierto que se repite cada año, y que "apenas tienen tiempo de preparar, y aún así, es un resultado medianamente aceptable, consiguen ponerse de acuerdo", destaca Ciudad. Por su parte, Antonio Alonso, Gerente General del BBVA, ha querido acercarse al complejo 'Ciudad del Saber' para conocer a los expedicionarios de esta edición de 2013."Llevamos muchos años en la Ruta Quetzal BBVA porque creemos que la educación es importante", ha comentado a tenor de "la importancia de los emprendedores y los proyectos de investigación que se desarrollan en lugares como éste", y que nacen del germen de esa educación que este programa "iniciático, ilustrado y aventurero", como reza su lema, promueve con actividades académicas complementarias.

"Voy a prescindir de cosas innecesarias"

Rodrigo Gardelegui, vallisoletano de adopción, ya barrunta lo que va a sacar en claro de esta experiencia, cuya etapa más dura han superado. "Es emocionante. Ahora sé que necesitas sufrir para darte cuenta de lo valioso que es lo que vives. Sin ese sufrimiento no lo habríamos disfrutado". Se le iluminan los ojos cuando recuerda, junto a su grupo, ese momento "genial" de llegar cansados a Sinaí, derrotados tras una caminata inesperadamente larga y dura, y ver el río. "Nos tiramos todos a él, con ropa incluso, nos daba igual. Fue un gran momento", dice alegremente. A su vuelta "es posible que prescinda de cosas innecesarias que hasta ahora creía imprescindibles, y aplicaré cosas como tratar mejor los recursos", cuenta, pensando en detalles como cerrar más el grifo y vigilar los consumos domésticos de energía. De esto, precisamente, trata la charla a la que acaba de asistir. Ahora es el turno de los talleres de emprendimiento, que se trasladan al Instituto Nacional, en la capital. Otro edificio con carga histórica, ya que de él salieron los estudiantes panañemos a desafiar la bandera americana, y en él reposa la campana que cada lunes se toca para congregar a los estudiantes de hoy día, que semanalmente entonan el himno nacional a tal efeméride.