Retrato oficial del Senado de Tim Kaine. / Archivo
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Gracias, míster Kaine

El legislador demócrata por Virginia entró en la historia al pronunciar el primer discurso íntegramente en español del Senado

MADRID Actualizado: Guardar
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Con más de 35 millones de hispanohablantes, sorprende que nadie en el Senado de Estados Unidos se hubiese atrevido aún a emplear la lengua de Cervantes para articular un parlamento. Sobre todo cuando la cuestión migratoria lleva años siendo utilizada como ariete por los republicanos, para ganar votantes entre los 'wasp' (blancos anglosajones y protestantes), y por los demócratas, con el fin de profundizar en su imagen de partido abierto a los nuevos tiempos, en los que las minorías desempeñan un papel cada vez más fundamental en el teatro político de Washington, como pusieron de manifiesto las últimas elecciones presidenciales, en las que la victoria de Barack Obama sobre Mitt Romney hubiese sido imposible sin el respaldo que halló entre latinos y afroamericanos.

A esta omisión histórica puso fin el martes Tim Kaine, senador demócrata por Virginia que figuró en las quinielas para formar ticket con Obama cuando éste consiguió por primera vez la nominación del Partido Demócrata y que volvió a sonar mientras se especulaba con una posible salida de Biden en 2012. Aprovechando la carencia de una lengua oficial en el país de las barras y las estrellas y la normativa que rige en el Capitolio, que permite a sus distinguidos miembros dirigirse a sus homólogos en castellano siempre que ninguno de ellos exprese su objeción, Kaine se levantó para iniciar lo que serían catorce históricos minutos de charla que le permitieron exhibir los conocimientos adquiridos mientras trabajaba en una escuela católica de Honduras como docente.

El senador por Virginia, que obtuvo su escaño el año pasado al imponerse en una reñida carrera al republicano George Allen, exgobernador como él de ese estado, y cuyo discurso de agradecimiento en aquella ocasión incluyó ya un amplio guiño a los hispanos, recordó que el castellano ha sido un idioma con importante presencia en el territorio estadounidense desde muchos años antes del propio nacimiento del país, concretamente desde que misioneros españoles fundaran San Agustín, en Florida, allá por 1575. Consideraba, explicó, que su uso era más que apropiado en el debate de la reforma migratoria, uno de los grandes caballos de batalla de Barack Obama en su segundo mandato y que parece ir por buen camino a tenor de los últimos movimientos entre los más moderados del Partido Republicano, escarmentados por el varapalo que se llevaron en los últimos comicios sus candidatos más radicales en este asunto.

Producto de los nuevos tiempos

Nadie había ido tan lejos en el pasado como Kaine. Un puñado de senadores habían pronunciado unas pocas palabras en español, apenas tanteos con el fin de demostrar que no habían olvidado el idioma de sus ancestros o lo aprendido a marchas forzadas. También cómo no, lo usan los candidatos, sobre todo los presidenciales, con el fin de congraciarse con una comunidad que tiene cada vez más que decir sobre el destino de Estados Unidos. Si décadas atrás sorprendía el gesto de Jacqueline Kennedy asegurándoles en español a los miembros de la Brigada de Asalto 2506 reunidos en el Orange Bowl de Miami, que lloraban amargamente la aplastante derrota sufrida ante las fuerzas castristas en la Bahía de Cochinos, que le gustaría que cuando su hijo creciera “fuera la mitad de valiente” que quienes habían participado en la fracasa invasión, hoy es moneda común ver a un presidente o a un aspirante a la Casa Blanca acercándose a un grupo de electores y estrecharles la mano con un tímido "hola" al que suelen seguir unas pocas frases en un español más o menos pasable.

Los tiempos cambian y los políticos han de amoldarse a ellos o perecer en su cerrazón. Tim Kaine es uno de los que lo han comprendido más rápidamente y su gesto, excepcional por ahora, puede tener pronto imitadores que 'españolicen' su discursos atendiendo a las demandas de una parte cada vez más fundamental de su electorado.