Un Universo de nombres ilustres
Herschel, Kepler, Cassini, Hubble, Chandrasekhar... Los astrónomos más famosos de la historia han bautizado a naves, sondas o telescopios
MADRID Actualizado: GuardarPara los astrónomos se trata de científicos de cabecera y sus obras e investigaciones brillan en el lugar central de sus bibliotecas. Sin embargo, para el ciudadano de a pie sus nombres resultan tan desconocidos como pueda ser el Neolítico de Tanzania.
Los hallazgos de Herschel, Kepler o Chandrasekhar han sentado las bases de la astrofísica y la exploración espacial. Y es por ello que la ciencia ha querido honrarles dando su nombre a naves, sondas o telescopios.
Alrededor de Saturno y sus lunas gira la nave Cassini. Está dedicada al italiano Giovanni Cassini (1625-1712). Llegó al final de su vida prácticamente ciego tras décadas de forzar la vista para identificar astros a través de primitivos telescopios, un sacrificio que le permitió medir mediante triangulación la distancia de la Tierra a Marte o el tamaño del Sistema Solar, aunque también es cierto que no dio credibilidad al hecho de que los planetas girarán en torno al Sol. Al margen de su actividad astronómica tuvo tiempo para elaborar un mapa topográfico de toda Francia, el primero en la historia de un país, o construir un moderno sistema hidráulico para evitar las crecidas del río Po.
Junto a la sonda Cassini viajó la sonda Huygens, que se posó sobre la superficie de la luna Titán en 2005. El holandés Christian Huygens (1629-1695) fue un íntimo amigo de René Descartes, trabajó codo a codo con Cassini y fue uno de los principales impulsores del telescopio. A lo largo de su vida confirmó la existencia de los anillos de Saturno adelantada por Galileo Galilei y estudió la Nebulosa de Orión para concluir que en su interior albergaba diminutas estrellas. Al igual que Cassini, el pensamiento de su tiempo le llevó a rechazar leyes físicas que ahora son irrebatibles. En su caso fue la de la gravitación universal formulada por Newton, con quien fue especialmente crítico. “Estimo su comprensión y sutileza en gran medida, pero considero que se les ha dado un mal uso en la mayor parte de este trabajo, donde el autor estudia cosas de poco uso o cuando construye el improbable principio de la atracción”, escribió sobre el padre de la Ley de la Gravitación Universal.
El más célebre de los telescopios espaciales tomó su nombre del estadounidense Edwin Hubble (1889-1953), quien renunció a una prometedora carrera como jurista para dedicarse a la astronomía. Sus observaciones corroboraron que el Universo es mucho más grande de lo que se creía, que se encuentra en constante expansión y que se compone de decenas de millones de galaxias.
Un segundo observatorio espacial rinde homenaje al alemán Johannes Kepler (1571-1630), hijo de un mercenario a las órdenes del Duque de Alba y de una madre sospechosa de brujería. Optó por dejar a un lado los hábitos en beneficio de las matemáticas aunque nunca renunció a su fervor religioso. “A través de mi esfuerzo, Dios debe ser gratificado por medio de la Astronomía”, dijo en una ocasión. Dedicó su labor al estudio del movimiento de los planetas y formuló que sus órbitas en torno al Sol son elípticas. Sus teorías sentaron las bases para empezar a comprender el constante movimiento del Universo.
Otro telescopio es el William Herschel (1738-1822). Este astrónomo alemán halló Urano y confirmó que el Sol se desplaza por el Universo arrastrando consigo a la Tierra y resto de planetas del Sistema Solar. Su intención fue bautizar a Urano como ‘Planeta Jorge’, en honor a su valedor el rey de Gran Bretaña, aunque la comunidad científica nunca le dio su visto bueno y se mostró partidaria de mantener la tradición mitológica. Más allá de su actividad astronómica también fue el descubridor de los rayos infrarrojos.
Uno de los telescopios más precisos de la NASA es el Chandra, bautizado así en honor de Subrahmanyan Chandrasekhar (1910-1995). Este físico y matemático indio, premio Nobel en 1983, dedicó su carrera al estudio del nacimiento, desarrollo y muerte de las estrellas. Su teoría de que las estrellas masivas puedan convertirse en agujeros negros al final de su vida no solo fue rechazada sino incluso ridiculizada por muchos de sus colegas. Tras una conferencia de Chandrasekhar, el laureado Arthur Eddington calificó como “bufonada estelar” las ideas del astrónomo indio que, humillado, abandonó el Reino Unido y emigró a Estados Unidos. La historia dio la razón a Chandrasekhar. Pese a su contrastada valía Eddington nunca recibió el premio Nobel. Tampoco figura su nombre en ningún telescopio espacial.