LAS CASAS REALES DEL VIEJO CONTINENTE

Magdalena de Suecia se queda sin príncipe azul

La renuncia de Chris O’Neill a recibir los títulos nobiliarios que le corresponden por matrimonio no tiene precedente en las monarquías europeas y abre, de hecho, un conflicto protocolario

MADRID Actualizado: Guardar
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Chris O’Neill tiene 38 años y un prometedor futuro como bróker al que no está dispuesto a renunciar por amor. Tampoco a su condición de ciudadano norteamericano. Así que Magdalena de Suecia, cuarta en la línea de sucesión al trono, se quedará el próximo 8 de junio sin príncipe azul. Abandonará su soltería, sí; será desposada por quien desea, también, pero no compartirá con su esposo los títulos que a ella le han sido otorgados por nacimiento y a él le corresponden por matrimonio. Chris O’Neill, en un hecho sin precedentes en las monarquías europeas, anunció (en realidad, lo hizo la Casa Real sueca) que tras la boda con la hija de los reyes Carlos Gustavo y Silvia quiere seguir siendo Chris O’Neill, pretende mantener su actividad profesional y también su pasaporte estadounidense. Nada de convertirse en súbdito sueco, que sería lo propio del consorte de una princesa sueca.

Lo que ha motivado esta decisión, que se hizo pública la semana pasada, es que O’Neill, que ha hecho más bien pocos esfuerzos para entender el idioma del pueblo sueco, dígase de paso, desea continuar en el mundo de las finanzas, algo que sería imposible de cumplir en caso de integrarse a la Familia Real de Suecia con tratamiento de Alteza Real. Su decisión supone algo más que una anécdota; abre, por un lado, un conflicto protocolario, pero también en la Casa de los Bernadotte. Por poner un ejemplo, el marido de Victoria renunció a su apellido para adoptar el de su familia política, una circunstancia que se repite en la práctica totalidad de las familias reales europeas. España es una de las excepciones. Y este hecho afectará a los futuros hijos de la pareja, a quienes ya no corresponderá llevar el apellido Bernadotte. Eso sin tener en cuenta que se abre el interrogante de qué título ostentarán los hijos nacidos de una princesa casada con un ciudadano de a pie.

El caso más similar al de Suecia respecto a los títulos que reciben los cónyuges de los hijos de Reyes que no están llamados a reinar, ocurrió en mayo de 2002 en la vecina Noruega, cuando Marta Luisa decidió dar el sí quiero a Ari Behn. Claro, que para poder llevarla al altar, la hija de Harald de Noruega, que sigue ostentando el título de princesa, tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos, hecho que no ocurre con Magdalena de Suecia. En Holanda, las esposas de los príncipes Friso y Constantine, segundo y tercer hijo de la entonces reina Beatriz, reciben desde su matrimonio los títulos de princesas, y eso que Friso también se vio obligado a descolgarse de la línea sucesoria. En Bélgica, Astrid, hermana del futuro rey Felipe, contrajo matrimonio con Lorenzo de Austria, nieto de Carlos I, a quien primero se le concedió un condado y una década más tarde, en 1995, por decreto real, el título de príncipe de Bélgica. En Dinamarca, Joaquín convirtió primero en princesa a Alexandra, quien mantuvo el título de condesa tras su divorcio, y luego a Marie. En Reino Unido, Andrés hizo que Sarah comenzara a firmar como duquesa de York; Ana propició que antes Mark Phillips y más tarde Timothy Laurence recibieran el tratamiento de sir, y Eduardo ‘regaló’ a Sophie el condado de Wessex. Y aquí, en España, la infanta Elena recibió y compartió como regalo de boda de su padre el título de duquesa de Lugo, mientras que la infanta Cristina hizo lo propio con el de Palma.

Por tanto, O’Neill será el único miembro de una Familia Real europea sin título alguno, también sin pasaporte diplomático, por cierto. Y carecer del tratamiento que le correspondería por matrimonio pone las cosas difíciles al protocolo de palacio. Y es que en futuras celebraciones reales, O’Neill será un ciudadano de a pie rodeado de reyes, príncipes, duques, condes… Y por rango, su ubicación debería estar alejada de los puestos principales, donde la hija de un rey siempre tiene sitio reservado. Pero todo sea, debió decirse Chris O’Neill, por mantener su boyante puesto de trabajo. Él, al fin y al cabo, se lleva una princesa. Ella, a un simple bróker.