El grito fundacional del 'bardo de Duluth'
'The Freewheelin' Bob Dylan', el álbum que encumbró al genio de Minnesota, cumple el lunes 50 años
MADRID Actualizado: GuardarEn la trayectoria de todo genio puede encontrarse un momento fundacional, un instante en el que el talento desbordante que atesora se revela al mundo, configurando una obra que preconiza todas las maravillas que están por llegar. De repente, las piezas comienzan a encajar y el otrora desconocido se encuentra a sí mismo, provocando un destello cegador que deja rendido al público. Así ocurrió cuando Robert Allen Zimmerman alumbró 'The Freewheelin' Bob Dylan', uno de los mejores álbumes del siglo XX, cumbre de la música folk que cimentó su imagen de referente contracultural y que supuso el auténtico pistoletazo de salida de una de las trayectorias más reverenciadas, no sólo de la música, sino de la Cultura con mayúsculas de los últimos decenios. Una auténtica joya que sigue tan lozana, justo cuando se cumplen cincuenta años de su nacimiento, como cuando salió de la sala de partos.
Fue el 27 de mayo de 1963 cuando Columbia Records puso en el mercado el segundo trabajo del 'bardo de Duluth'. El primero se salvó por los pelos de ser un auténtico fiasco. Apenas 5.000 copias distribuidas en un año motivaron las críticas hacia John Hammond, el hombre que había apostado por un joven cantautor de Minnesota cuyos abuelos se habían visto obligados a huir a Estados Unidos ante la persecución antisemita de que habían sido objeto en su tierra natal. Pocos en la compañía creían que Hammond hubiese tenido buen ojo. No tardarían en constatar su error.
Corrían los primeros años de la turbulenta década de los años sesenta. El movimiento por los derechos civiles estaba en su apogeo, el país comenzaba a empantanarse en las selvas de Vietnam y los estadounidenses se dividían entre quienes habían quedado deslumbrados por su joven y vigoroso presidente y quienes consideraban a éste un mequetrefe liberal blando con el comunismo y excesivamente superficial. El pueblo estaba ávido de iconos contestatarios y ahí encontró Dylan su gran oportunidad. Tan sólo había podido colocar un par de temas compuestos por él en su disco de debut. Esta vez trabajaría con su propio material. El triunfo, o el fracaso, había de ser plenamente suyo.
Amor y política
Con ese propósito se metió a finales de abril de 1962 en el estudio de grabación de Columbia Records ubicado en la Séptima Avenida de Nueva York. Hacía poco que se había ido a vivir con su novia de aquella época, Suze Rotolo, a un apartamento de la Gran Manzana. Educada en una familia de izquierdas, era una chica contestataria que no se plegaba a las convenciones establecidas. Sus ideas calarían pronto en el artista. Mas su relación se había visto interrumpida con la marcha de la joven a Europa para estudiar arte. Dylan no podía dejar de pensar en ella y canalizaría su dolor a través de la música. Su tristeza quedaría patente en temas como 'Girl from the north country'. También en otros que quedarían fuera del 'track list' final. No en vano, el genio de Minnesota compondría decenas de canciones, muchas de las cuales acabarían viendo la luz en otros álbumes y en discos recopilatorios que aparecerían andando el tiempo.
Suze Rotolo regresaría en enero de 1963, mientras Dylan seguía enfangado en la composición del disco. Justo a tiempo de que un fotógrafo captase una instantánea de la pareja paseando por una calle de Nueva York que presidiría la portada del álbum. Pero la ruptura estaba a punto de producirse. Rotolo sentía que estaba en un segundo plano y se mostró dolida por las habladurías sobre un posible romance entre su novio y otro icono contracultural, Joan Baez. Finalmente acabaría abandonando al artista, que volcaría su amargura en los versos de 'Don't think twice, it's all right'.
'The Freewheelin' Bob Dylan' hablaba de amor, pero también de política, poblada de himnos generacionales que arremetían contra el menosprecio de los derechos civiles y se erigían en alegatos pacifistas desprovistos de cualquier tipo de componenda. Así ocurría, por ejemplo, en 'Masters of war', que disparaba contra los intereses que se esconden tras los conflictos que sepultan las vidas de miles de personas que desconocen los motivos reales por los que se apaga su existencia. Aunque serían 'Blowin' in the wind' y 'A hard rain's a-gonna fall' las que alcanzarían la inmortalidad. Consideradas como dos de las mejores canciones de todos los tiempos, no han perdido un ápice de su fuerza con el paso de los años y contribuyeron decisivamente a situar a Dylan en el pedestal en el que hoy se encuentra.
Había comenzado a gestarse una leyenda, la del gran trovador de la segunda mitad del siglo XX que a sus 72 años sigue sentando cátedra allá por donde recala con su guitarra, su armónica y su inseparable sombrero. Y todo empezó un 27 de mayo de 1963.