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Pakistán: la vuelta triunfal de Nawaz

Su victoria en las elecciones un triunfo personal extraordinario: contra su adversario tradicional, el PPP y contra Musharraf y los militares que le derribaron en 1999

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Las elecciones legislativas de ayer en Pakistán (incluidas las influyentes asambleas provinciales en un país federal) envían varios y relevantes mensajes, más allá del triunfo de Nawaz Sharif, preanunciado por las encuestas. Aunque sin mayoría absoluta, él será el nuevo primer ministro -ya lo fue en dos ocasiones -y deberá administrar lo que parece un tiempo de cambio en el gran país asiático.

En un parlamento federal de 272 escaños directamente elegidos, al que hay que añadir 70 asientos reservados para mujeres y minorías confesionales, el partido de Sharif (“Liga Musulmana del Pakistán-M”, siendo la “M” la inicial de su hombre, Nawaz) recibe como mínimo 120 y adelanta claramente al probable segundo, el innovador “Movimiento Pakistaní por la Justicia”, del exdeportista de élite Inram Jan, que obtiene un tesoro en forma de unos 40, por delante del partido de los urduparlantes, los emigrantes tardíos llegados de la India, “Muttahida Qaumi Movement”, con unos 25.

El “Partido Popular Paqistaní”, de la dinastía Bhutto, que ha dominado la vida política en el país y dirigía el gobierno saliente, sería tercero y es el gran derrotado. Sin la presencia de su líder, Benazir Bhutto, asesinada en 2007, y con su hijo y heredero político, aún joven estudiante en Londres, y el descrédito de su viudo y presidente saliente, Asif Alí Zardari, era seguro el retroceso del PPP.

Normalidad y esperanza

Otra señal, acaso la más encomiable, es que pese a la inseguridad, la violencia, el auge islamoterrorista en las provincias autónomas del Noroeste y la crisis económica, el público ha votado casi más que nunca, cerca del 60% según la autoridad electoral y la violencia vinculada a la jornada electoral ayer se cobró solo 19 muertos, una cifra inusualmente baja.

No hay indicios relevantes de fraude, los partidos están reconociendo a toda velocidad los resultados apuntados y hay pocas dudas de que Nawaz será llamado en seguida a formar el gobierno, que será necesariamente de coalición. Lo más esperado ahora es saber si Inram Jan aceptará entrar en el nuevo ejecutivo, al que podría ayudar el siempre disponible Muttahida, típico partido-bisagra que se conforma con tener poder en sus feudos tradicionales del sureste, empezando por Karachi, cuya alcaldía es un puesto crucial en el país.

La otra señal es que la vuelta impecablemente democrática de Nawaz, apartado del poder por el último golpe militar (el del general Musharraf en 1999) es una venganza que ayudará a la normalización, institucional, apuntada ya con el hecho, muy subrayado estos días de que el gobierno saliente es el primero que termina la legislatura desde la creación del Estado en 1949. El Estado Mayor, ahora en manos del más discreto y prudente general Keyani, aunque mantiene intocable su condición de última carta nacional en caso de peligro para la supervivencia del complejo y multicultural estado, prefiere estar al margen de la gobernación diaria y la política partidaria.

Previsible Nawaz

Hay, en fin y principalmente, otro mensaje en la elección: la elección de Nawaz para formar el gobierno. Ya fue dos veces primer ministro, en los noventa y su retorno equivale oficiosamente no solo, ni tal vez principalmente, a un grave reproche al general Musharraf, pero sí es, una severa desaprobación de los Bhutto. En particular traduce poca estima por el forzado mecanismo judicial que fue preciso aplicar para blanquear a Zardari, el viudo de Benazir, y hacerle así presidente.

Hay, en fin, algo más. Nawaz fue un estrecho aliado político del general-dictador general Zia ul- Haq, quien le restituyó la propiedad de sus negocios (una potente industria siderúrgica de la que la familia es propietaria y que la convierte en una de las mayores fortunas del país), nacionalizados por Bhutto. Zia, quien murió en un misterioso accidente de aviación en 1988, islamizó el país hasta bordear la aplicación sin más de la sharía, y fue un estrecho aliado de Washington (presidencia Reagan).

La victoria de Nawaz es, pues, un triunfo personal extraordinario: contra su adversario tradicional, el PPP (cuyo fundador, Alí Bhutto fue ejecutado tras un juicio politizado en 1979, bajo Zia) y contra Musharraf y los militares que le derribaron en 1999. Pero nadie debe esperar que los uniformados y él abran una guerra. Al contrario, si hay algo en la eventual conducta de Nawaz, liberal-conservador, es su previsibilidad. La incógnita es cómo administrará la aparición en escena de Inram Jan, cuyos escaños puede necesitar y cómo sorteará la gran promesa electoral de éste: cancelar los bombardeos de la CIA con aviones no tripulados desde suelo paquistaní, muy impopulares en el país….