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Marian Izaguirre y la religión de los libros
"Siempre habrá manos muy largas dispuesta a robarnos la existencia" lamenta la autora de 'Cuando la vida era nuestra' | Los mejores editores europeos han adquirido los derechos la séptima novela de la escritora vizcaína
MADRID Actualizado: GuardarUna partición grosera divide la literatura en historias de ganadores y perdedores. Marian Izaguirre (Bilbao 1951) sabe que los perdedores "son grandes protagonistas". Y con una "emotiva y esperanzadora" historia "de derrotados que no se ha dejado humillar, que mantienen la cabeza alta" pone un punto y seguido en una carrera narrativa de dos décadas. 'La vida cuando era nuestra' (Lumen), su séptima novela, es una declaración de amor al libro y la lectura y la cultura europea a través de unos personajes "que profesan la religión del libro". Seres íntegros que resisten en la España triste y gris de los cincuenta, aislada de Europa y que se ilumina con el poder transformador de la literatura y el aire de libertad encarnado en los pocos brigadistas internacionales que se quedaron a pesar de la derrota en un país devastado.
Izaguirre narra sobre libreros, editores, lectores y traductores apasionados que arriesgan su vida por los libros y cuya peripecia se entreteje en una narración "que encierra muchos libros dentro de otros libros". Con la estructura de cajas chinas habitual en las narraciones de Izaguirre, transcurre entre Normandía, Madrid, París, Londres y Roma. "Es una foto en blanco y negro de un tiempo que ya no existe, de libros y gentes que aman a los libros y resisten los embates de la historia", apunta. Para su sorpresa, las más prestigiosas editoriales europeas -Sperling & Kupfer (Italia), Krueger, de Fischer Verlag (Alemania), Boekerij (Holanda) y Albin Michel (Francia),- han apostado por este retrato europeo y adquirido los derechos de una novela que hoy llega al lector español.
El libro es el gran protagonista de una historia que arranca "en un librería de viejo en la que cae un hada madrina que hará morder el polvo al personaje más siniestro, mostrando puertas y caminos que nadie era capaz de ver". La librería y los libros son el centro la vida de los protagonistas, "dos jóvenes, -Matías y Lola, librero de lance y editor represaliado y traductora-, con un daño clarísimo por la guerra a quienes han hurtado su vida". En su trayectoria se cruzan Alice, "una mujer cargada de misterio que irrumpe en sus vidas y nos remite a otra no menos misteriosa dama", y Rose, "protagonista del libro dentro de libro y que arroja luz y color en la grisura vital de los demás".
Resistir
"En cualquier momento llega un zarpazo, no sabes de donde, y te hurta parte de la vida. Les ocurrió a los personajes hace seis décadas, y vemos ahora como se extirpan y amputan vidas y recortan derechos, libertades y recursos en una Europa en crisis". "Siempre hay manos muy largas dispuesta a robarnos la vida, pero debemos resistir como ellos resistieron" propone la escritora.
Augura Izaguirre larga vida libro, un artefacto milenario que "también resistirá". "Los libros tienen una poderosa carga emocional. No desaparecerán. Resistirán el cine y la radio cuando llegó la televisión". Para Alice, una de las protagonistas, «los libros son su religión, como par mí» dice la escritora. "La única bandera que puedo levantar es la de la palabra, que permite crear mundos y afectos". "Si desaparecieran los libros, el papel y la tinta y fuera imposible escribir, seguiría creando historias en mi cabeza; las trasmitiría de viva voz y escucharía otras" dice Izaguirre evocando ese terrible mundo sin libros que anticipó Truffaut en 'Fahrenheit 451'. "Los libro son ladrillos con los que construimos una vida" agrega Izaguirre evocado a autores como Cortázar, Juan Marsé, Rómulo Gallegos o Salgari, "que me hicieron la persona, la lectora y la escritora que soy".
Arranca 'La vida cuando era nuestra' en el Madrid de 1951 "pero no es una novela de posguerra". Transcurre entre Normandía y las capitales de Francia, Ingleterra,Italia y "de una España que ha cerrado sus puertas a Europa con un montaña de muertos e incomprensión, de mirar para otro lado, y que hurta la vida a muchos derrotados que, apuntalándose unos a los otros, consiguen ser ganadores". La protagonista es una traductora vinculada la brigadas internacionales que decido quedare en España y a través de la cual se repasa lo que ha ocurrido en Europa en la primera mitad del siglo XX. "El grueso de los brigadistas s marchó con la derrota, pero hubo un puñado que se quedó". "No somos muchos ni somos los mejore pero somos los que estamos aquí", dice la inglesa que halló motivos para quedarse e España.
La cárcel del estilo
"Hacer lo que me da la gana con cada libro" es la aspiración de esta narradora que elige "ropa distinta para cada novela". "El estilo puede ser una cárcel y tu mundo creativo no debe colocarse entre rejas por vestir siempre la misma ropa estilística" plantea. "Llevo veinte años publicando y no soy la misma escritora ni la misma persona que cuando empecé; tampoco lo son mis novelas, aunque compartan algunas obsesiones". "Siempre busco un escenarios históricos o desentierro un episodio olvidado de la historia, junto a una parte emocional, intimista que construyo sobre sentimientos". "Me esfuerzo mucho para que jamás se vean los sudores ni los agobios del escritor. En este caso, que no se note los miles de folios sobre las brigadas internacionales que he manejado".
No añora el periodismo, que ejerció de manera episódica, esta vizcaína afincada en Madrid, fiel a sus libros, sus amigos y la buena música. Su primera novela 'La vida elíptica', le proporcionó el premio Sésamo. Luego llegarían el Andalucía, el Ciudad de Salamanca y Ateneo Ciudad de Valladolid por novelas como 'Para toda la vida' (1991), 'El ópalo y la serpiente' (1996), 'La Bolivia' (2003), 'El león dormido' (2005) y 'La parte de los ángeles' (2011). En 'Nadie es la patria, ni siquiera el tiempo' (1999), recogió los cuentos escritos a lo largo de diez años pro los obtuvo el premio Caja España.