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Cortés, la espada y la pluma
Hernán Cortés escribió la gesta de la conquista falsamente atribuida a Bernal Díaz del Castillo, sostiene Christian Duverger | El historiador francés dinamita cuatro siglos de patrañas con un documentado ensayo que se lee como una novela policíaca
MADRID Actualizado: GuardarEmpuñó la espada con el mismo vigor que la pluma. Hernán Cortés se consagró como conquistador del nuevo mundo hace medio milenio, pero ahora sabemos que fue él quien narró de su propio puño la épica gesta. Y no Bernal Díaz del Castillo, como aseguran los manuales. El historiador y arqueólogo francés Christian Duverger (Burdeos, 1948), toda una autoridad en la historia de Mesoamérica, la conquista de México y biógrafo de Cortés, dinamita cuatro siglo de equívocos y patrañas con 'Crónica de la eternidad' (Taurus), un documentado y apasionado ensayo que se lee como una novela policiaca. Tras una década de profunda y rigurosa investigación sobre la autoría de la 'Historia verdadera de la conquista de la Nueva España', pone la convención patas arriba ante el estupor de parte de una comunidad académica que no puede rebatir su documentada y osada tesis.
Con un apabullante aparato documental y alternando rigor y amenidad, sostiene Duverger que fue el propio Cortés quien escribió en Valladolid, y en los tres últimos años de su azarosa vida, la genial crónica atribuida a Bernal Díaz del Castillo. Una épica narración en la que Carlos Fuentes vio la piedra fundacional de la novela latinoamericana y que era para muchos el origen del periodismo contemporáneo. Pero en su usurpada autoría y en la peripecia de la obra nada es lo que parece.
Desde que abordó la biografía de Cortés, Duverger, un jinete de la duda, sabía que algo no encajaba. Un soldado raso, como dice ser Díaz del Castillo, al que jamás se cita en las cartas de Cortés ni en ningún documento de la época estaría difícilmente alfabetizado. «Y de estarlo, ¿podría escribir con semejante talento literario, erudición, nivel de conocimiento de los hechos más nimios e íntimos del vida de Cortés? ¿Con la sabiduría clásica que trasluce una obra tan singular y precisa?». «¿Cómo alguien sin fortuna, en un tiempo en el que el precio de un libro era el de veinte mulas, más de lo que hoy cuesta un coche, podría tener la cultura que denota un libro como ese?», se pregunta Duveger.
Destaca cómo el presunto autor explica que «empezó a hacer memoria con 84 años, casi sordo, medio ciego y con la salud minada», de modo que «resulta muy raro que esa edad tenga unos recuerdos tan vívidos y precisos de lo que cuenta, hechos ocurridos medio siglo antes que recrea con enorme lujo de detalle». «¿Puede un mísero soldado acompañar a Cortés en sus entrevistas privadas con Carlos V, saber qué pasa en su alcoba, manejar secretos de Estado e información sensible sin figurar en ninguna crónica ni registro?», insiste Duverger.
Moderno
La clave está en los tres últimos años de vida de Hernán Cortés en Valladolid, «un agujero negro» para la historiografía sobre el que Duverger arroja luz. Según el ensayista, el mismo Cortés que empuñó la implacable espada conquistadora movió la pluma que narró su gesta y fue el primer y brillante cronista de Indias. Lo hizo de forma «extraordinariamente habilidosa y moderna» y desde la «academia» en la que convirtió su casa de Valaldolid. Puso sus archivos a disposición de Fray Francisco López de Gómara, quien escribió un crónica canónica de la conquista. En paralelo, Cortés escribía, con idéntica estructura y su personalísimo toque, la crónica con el andar de los años y por una suerte de carambolas que Duverger explica que se atribuiría a Bernal Díaz del Castillo.
A la leyenda negra y la penosa fama de Cortés contrapone Duverger «la modernidad de su visión». «Comprendió antes que nadie la importancia de controlar y manejar la información y en eso fue realmente moderno». Hizo que ambas crónicas se escribieran al tiempo, «asegurándose de que se pudieran contrastar», y tuvo «la lucidez del gran literato para evitar el yo y la primera persona y atribuir todo a un testigo presencial de los hechos en cuya piel se acabaría entrometiendo el iletrado y desconocido Díaz del Castillo».
Cortés, bachiller de Salamanca, sí era un hombre «culto, letrado y conocedor de los clásicos, capaz de escribir a la manera de un soldado raso», y anónimamente -por ser ya entonces un autor prohibido- su versión de la conquista. Lo hace con «una veracidad tan aguda que la mistificación ha durado cuatrocientos años». Enfrentado con Carlos V, todos los escritos sobre Cortés estaban condenados a la hoguera. Y allá fueron a dar seguramente los escritos de Gándara. La crónica de Cortés llegó a México por vericuetos familiares hasta reaparecer en Guatemala. Es ahí donde los hijos de Bernal Díaz del Castillo -«que si existió pero del que no sabemos apenas nada»-, atribuyeron la autoría a su padre «con el ánimo de obtener la propiedad de una de las tierras, una encomienda dada a los conquistadores por Cortés».
El villano de la historia
Considerado durante siglos como el villano de la historia, Duverger rompe más lanzas por Cortés, «más poderoso que la Corona en el siglo XVI, padre de la independencia mexicana dos siglos después, hasta que se le sataniza en el XIX, cuando cambian las tornas y la reacción norteamericana ante la ola independentista arma la leyenda negra sobre su papel en la conquista con documentos inventados». Duverger exculpa a los conquistadores y les libera de la pesada carga del genocidio indígena que apunta esa oscura leyenda. «Hubo mucho muertos y baños de sangre pero no mayores que el de las guerras europeas», arguye.
Las tesis de Duverger estallaron como la bomba que son en México, donde se estudia a Cortés «como un héroe» desde la escuela y donde la crónica atribuida a Díaz del Castillo se lee con el fervor del Quijote en España. «Comprendo una reacción visceral que se va aplacando, pero la comunidad científica no puede poner peros a la tesis a la investigación», se reivindica Duverger. Sabe que una patraña que ha durado casi cinco siglos «no se desarma de la noche a la mañana», pero está convencido de que «el giro de la historia dará sus frutos», que «las tesis contrastadas del libro se asentarán». «Superar tamaña mistificación implica un gran cambio mental y supone, necesariamente, un rechazo», reconoce. «Para muchos será difícil de aceptar, pero la tesis se atiene a la verdad y hace justicia a un Hernán Cortés satanizado», propone este apasionado arqueólogo y antropólogo especializado en civilizaciones mesoamericanas. Su investigación fue de detective y ha querido mantener eso tono de intriga policial que hace fácil y amena la lectura. «Está escrito para el gran público y no para la comunidad académica, lo que no quiere decir que no sea un trabajo riguroso», se defiende Duverger.