Siria: armas químicas, armas políticas
La noticia del posible uso de gas sarín parece destinada a una alteración de las decisiones de Washington, tan reticente a una intervención
Actualizado: GuardarLa tesis resumida hace un par de días en un titular del 'New York Times' y según la cual la tesis de las armas químicas sirias como línea roja es “vinculante” para Obama ha terminado por alcanzar dimensiones contradictorias y al menos una versión favorable al régimen sirio: si no recurre a tales armas… no hay línea roja, y desaparece el presupuesto que incluso en el registro moral permitiría evolucionar hacia una intervención militar.
Por eso, el anuncio de hace seis días a cargo de medios próximos a la rebelión según el cual gas sarín había sido utilizado en Alepo y causado la muerte a casi veinte opositores pareció destinado a una alteración del proceso de toma de decisión en Washington, tan reticente a una intervención directa. Se advirtió en seguida, sin embargo, que la cautela se imponía y fue imposible sacar a la Casa Blanca de la tesis de que no había evidencias concluyentes al respecto.
En esto se estaba cuando en la noche del sábado la aviación israelí lanzó un fuerte ataque en los alrededores de Damasco (que habría causado unos cien muertos según se va sabiendo, casi todos militares). La argumentación inicial, sin reconocer directamente la autoría, es que Israel no puede permitir que equipo militar (cohetes Fateh iraníes) lleguen a manos del Hizbollah, el movimiento shií libanés y su más resuelto adversario regional.
Dos comentarios notables
El propio presidente Obama cubrió el ataque desde el criterio de que, en efecto, tiene el derecho a impedir el rearme del Hizbollah (ubicado en los Estados Unidos, pero no en la UE, en el listado de “organizaciones terroristas”)… y solo horas después, se hizo saber a los círculos competentes vía comentarios a la prensa americana que Washington no fue informado previamente del ataque… es decir, no es connivente ni cómplice. Tal es el mensaje enviado velozmente al mundo árabe, que, por muy negativa que sea su opinión sobre el régimen sirio, ha reaccionado fuertemente contra un atentado contra la soberanía nacional de un país árabe. Ha llamado la atención la severidad de las condenas egipcia y saudí.
Pero la tesis de la línea roja siguió complicándose cuando se empezó a sugerir la posibilidad de que hubiera sido la propia oposición la autora del pretendido ataque con gas, una provocación atribuible al gobierno para forzar la mano a Washington. En lo que fue un hecho destacado, quien primero sugirió tal posibilidad no fue un cualquiera: el coronel (retirado) Lawrence Wilkerson, ex-jefe de gabinete del Secretario de Estado de Bush, general Colin Powell.
Cuando la curiosidad internacional empezaba a moverse, otra notabilidad de la escena mundial, Carla del Ponte, célebre por su largo papel como fiscal del Tribunal Penal Internacional para los crímenes de la ex-Yugoslavia, dijo que el gas había sido lanzado… por rebeldes y que dispone de pruebas. La Sra. del Ponte entra y sale en Siria en su condición de miembro de la Comisión de Naciones Unidas que investiga sobre la guerra allí y que preside el brasileño Sergio Paulo Pinheiro… quien añadió, aparentemente incómodo con la prestación de su subordinada, que no hay pruebas definitivas sobre la autoría de una parte u otra…
A finales de mayo…
Tocada en su línea de flotación, la argumentación moral y política de las armas químicas, la situación diplomática se ha hecho más compleja pero, por el momento, parece reforzar la línea de cautela extrema que informa la política norteamericana sobre el particular desde el principio… es decir, desde hace dos años.
¿Qué sucederá? En su conferencia de prensa mensual, ayer mismo, el secretario general de la OTAN, el danés Anders Fogh Rasmussen (quien ya había debido puntualizar que algunos comentarios del jefe militar de la alianza, el almirante norteamericano Stavridis sobre Siria eran “una opinión personal, no la oficial de la Organización”) se mostró de nuevo algo más que reticente y se basó en la también conocida tesis de que “la sociedad siria es mucho más compleja que la libia” (...) de modo que “una intervención militar acarrearía consecuencias del todo imprevisibles”.
Queda por saber, en fin, si en Washington están molestos con la posibilidad de que Israel esté utilizando la guerra para presionar en pro de una intervención abierta y una eventual remodelación del escenario medio-oriental en su conjunto. Que hay alguna preocupación lo prueba el esfuerzo de los medios israelíes para decir lo contrario. Un buen ejemplo: el artículo de ayer de Alon Pinkas en “Haaretz” íntegramente destinado a subrayar que Israel hace lo que cree necesario pero “no intenta arrastrar a los Estados Unidos al conflicto”… Pinkas, diplomático de carrera, fue hasta hace poco cónsul general en Nueva York…