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Monseñor Romero, «la voz de los sin voz», camino de los altares
Tres décadas después de su asesinato durante la misa, el Vaticano desbloquea su proceso de beatificación
MADRID Actualizado: GuardarEl disparo de un francotirador en el pecho acabó con la vida del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, mientras celebraba una misa en una Iglesia de la capital salvadoreña el 24 de marzo de 1980. El asesinato tenía por objetivo silenciar a quien era conocido como ‘la voz de los sin voz’ y su constante denuncia de la violencia de los gobiernos militares salvadoreños.
Más de tres décadas después de aquella muerte, el Vaticano anunció esta pasada semana que se desbloqueba el proceso de beatificación de monseñor Romero. Iniciada en 1994, la canonización del religioso salvadoreño se encontraba estancada por las reticencias que suscitaba entre sectores de la Santa Sede. La afinidad ideológica con la Teología de la Liberación y su profunda implicación en el conflicto de El Salvador chocaba con la doctrina tradicional de la Iglesia.
Resulta sintomático que la luz verde se haya dado poco después de la elección de un papa iberoamericano, muy sensibilizado con la situación de los pobres y los problemas del subcontinente. Sin embargo el nuevo pontífice, aunque medió en los peores momentos de la guerra sucia de Argentina por religiosos detenidos acusados de subversión, les criticó su excesiva implicación y nunca fue partidario de este tipo de activismos beligerantes con los poderes autoritarios o dictatoriales.
Romero murió en los comienzos de una sangrienta guerra civil que provocó cerca de 75.000 muertos y desaparecidos, 30.000 de ellos víctimas de los escuadrones de la muerte apadrinados por los militares. Nueve años después del asesinato de Romero, el 16 de noviembre de 1989, cinco padres jesuitas españoles y uno salvadoreño, entre ellos el rector de la Universidad Centroamericana, Ignacio Ellacuría, eran sacados de sus camas y abatidos a tiros por un pelotón militar. También perecieron el asalto una empleada doméstica y su hija que se encontraban en la casa.
La guerra fría que alentó el conflicto, como tantos otros en el mundo y en particular en Centroamérica, hace tiempo que cesó, pero la violencia política fue sustituida por otra no menos mortífera entre bandas, las maras, alimentadas ahora por el narcotráfico. La democracia, al menos formal, se ha instaurado en El Salvador, pero la polarización política se mantiene y las lacras contra las que tanto lucharon los religiosos asesinados, la desigualdad social y la pobreza, se mantienen con escasas variaciones (el país ocupa el lugar 107 de un total de 183 en el Índice de Desarrollo Humano y es el tercero con mayor número de homicidios per cápita del mundo). Los salvadoreños se siguen matando, pero el fin de la guerra fría y el peligro islamista, los ha sacado de la actualidad de los medios. Ni siquiera la luz verde a la beatificación de monseñor Romero ha conseguido poner un foco de atención sobre sus problemas.