DEFENSA

Insurgentes entre rejas

Una treintena de combatientes cumplen 20 años en prisión por atacar a los soldados españoles en Afganistán

QALA-I-NAO Actualizado: Guardar
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La entrada a la cárcel de Qala-i-Nao, en el oeste de Afganistán, tiene una puerta de chapa oxidada. Los muros son de ladrillo y adobe, y sus grietas forman pequeños agujeros que permiten ver el interior. Nada más pasar al recinto está la garita de los carceleros. Un olor nauseabundo procede de su letrina, pero los vigilantes, como si nada, saludan con gratitud. Visten un uniforme caqui y portan rifles de asalto. El coronel y su segundo, en cambio, se distinguen por su traje de felpa con botones dorados.

Ambos abren el paso por un angosto pasillo de tierra que conduce al edificio principal de ladrillo y piedra. Hay tiradores en las esquinas. Son jóvenes y se cuadran con su arma cuando pasa la comitiva. Ya en el patio, descansa una quincena de los 230 presos. Están sentados de cuclillas, con las nalgas pegadas a los talones, viendo pasar el tiempo. Les separa una malla metálica colocada por militares españoles con fondos de la reconstrucción. Es la misma valla que cubre los muros de la cárcel. «Están en aislamiento, son parte de los 33 insurgentes detenidos por las fuerzas de seguridad afganas en la provincia de Badghis», confirma el director del centro carcelario, un anciano de ojos azules y barba blanca.

Buena parte de los presos fueron arrestados después de hostigar a las patrullas españolas en el valle de Bala Murghab, zona caliente de mayoría pastún, comenta el director. Algunos ya han sido juzgados y otros esperan su turno. Los condenados tendrán que pasar entre 18 y 20 años en esa prisión.

Asesores españoles

La pena de muerte está instaurada en Afganistán, pero no se aplica. No obstante, pasar 20 años hacinado en la cárcel de Qala-i-Nao es equiparable a una condena capital. El coronel Mehrabo dice que es bueno con los presos. Les permite una visita por semana y que les traigan comida de casa. Los insurgentes no tienen mal aspecto, la verdad.

Dos guardias civiles pertenecientes al Grupo de Acción Rápida, especializados en la lucha contra el terrorismo, conocen bien al militar afgano. Han pasado los seis meses de la misión asesorando a la Policía y a los 71 carceleros del centro. Confirman la presencia de los insurgentes y las bondades del coronel Mehrabo.

El sargento González Galárraga, destinado en los GAR de Logroño, cuenta su trabajo y los avances en este medio año. Planes de seguridad, escolta de presos, régimen penitenciario y vigilancia. «Desde el principio nos cogieron cariño por nuestros conocimientos, han aprendido bastante», asegura satisfecho.

Su compañero, el cabo López, destinado en Vizcaya, muestra su satisfacción por el resultado del último simulacro de un motín. «No creo que se escapen los presos, pero planes de fuga se han desbaratado un montón», señala.

Los insurgentes encarcelados son peligrosos, pero también conviven asesinos, contrabandistas y sobre todo ladrones, algunos condenados a 12 años entre rejas.

A la derecha del edificio principal está el módulo de mujeres. Un cuadrado minúsculo con patio. Ahora hay cuatro presas acusadas de asesinato o de adulterio. Acaban de estrenar una sala realizada con fondos de la cooperación cívico-militar española. En los discursos, el coronel Mehrabo agradece el gesto y saca la lista de peticiones: «Ahora queremos nuevos muros antes de que se vayan».