ANÁLISIS

Reformas sin ambición

El nuevo paquete aporta escasas novedades a una política que camina vacilante entre las presiones europeas y la necesidad cada vez más imperiosa de contener la recesión

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El nuevo paquete de reformas anunciado hoy por el Gobierno ha aportado escasas novedades a una política que camina vacilante entre las presiones europeas a acentuar la consolidación fiscal y la necesidad cada vez más imperiosa de contener la recesión con medidas contracíclicas que nos aproximen a la etapa de crecimiento y comiencen a paliar el problema del desempleo, que se ha vuelto insoportable y que podría tener consecuencias trágicas a medio plazo si la sociedad no comienza a ver algunas expectativas favorables en el horizonte.

El Gobierno había recibido ayer mensajes contradictorios de Bruselas. Oli Rehn calificaba el desempleo español de "inadmisible" pero nos instaba a continuar por la senda de la austeridad. Y como el Gobierno tenía que presentar a la Comisión el nuevo cuadro macroeconómico, ha aderezado un programa de reformas que resulta un descorazonador 'déja vu' porque prácticamente todas las medidas ya fueron anunciadas tiempo atrás, cuando no por el anterior gobierno. Naturalmente, la siempre pendiente reforma de la administración es la medida estrella, que se adereza con otras de parecido pelaje: ley de colegios profesionales, ley de apoyo al emprendedor y medidas para favorecer la internacionalización, nuevo código de gobierno corporativo para las empresas, nueva ley de cajas… Ni siquiera se ha puesto un énfasis especial en la voluntad de fomentar enfáticamente el autoempleo y la iniciativa de los emprendedores, y no se han mencionado expresamente las políticas activas para crear empleo que solicitaba ayer Rehn…

El Gobierno es consciente de que no puede presionar más sobre la casi inexistente demanda interna, y ha dejado tal cual están los dos grandes impuestos, no sin prorrogar la vigencia de la elevación del IRPF un año más. Pero revisará los impuestos especiales, recurrirá al impuesto verde, establecerá un gravamen sobre los depósitos bancarios… al objeto de seguir la senda de la consolidación. Tampoco se ve una decisión explícita de estimular los mercados, de aplicar políticas audaces que tiren de la economía. Ni siquiera hay medidas importantes que potencien el sector exterior, que hoy nos evita mayores males con su vitalidad.

Las consecuencias mediocres del paquete de reformas se advierten en el propio cuadro macroeconómico, tan poco ambicioso: según las previsiones del propio Gobierno, este año retrocederemos un 1,3%, el año que viene creceremos un 0,5% y en 2015 apenas un 0,9%. Las expectativas son sencillamente penosas ya que no hay que ser un profeta de malos augurios para pronosticar que en todo este tiempo, con estas tasas de crecimiento, no se generará empleo, por más que, con el mejor voluntarismo, se asegure otra cosa.

La verdad es que se está colmando la paciencia de gran parte de la ciudadanía, en especial de estos 6,2 millones de parados que saben que no tiene sentido que busquen empleo porque no lo hay. Y el Gobierno sigue sin ponerse al frente de la inquietud del país con propuestas valientes y decididas que permitan alentar al menos la esperanza de que el sacrificio podrá cesar si todos arrimamos el hombro. Esta mediocridad anunciada hasta, al menos, 2016, no es de recibo.