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Sobrevolando a la insurgencia

Los vuelos rasantes de los helicópteros Cougar en Badghis ponen a prueba la tensión de la misión

EMPOTRADO CON LAS TROPAS ESPAÑOLAS EN AFGANISTÁN Actualizado: Guardar
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Qala-i-Nao. Las montañas del oeste de Afganistán tienen la forma de jorobas kilométricas. No son agrestes, ni muchos menos puntiagudas. Más bien se podría decir que son lomas suaves, unas adosadas a otras, que dejan al descubierto recovecos laberínticos.

En este terreno inhóspito se mueve la insurgencia como pez en el agua. Es el parapeto de los barbudos para resguardarse de los helicópteros de combate de los aliados. Su escudo protector son sus montañas. Las mismas que vieron hincar la rodilla a los soviéticos en los años ochenta.

Sobrevolar en un Cougar la provincia de Badghis es el cuadro más preciso para entender las armas terrenales con las que cuentan los combatientes locales. Es su particular guerra de guerrillas. Golpear y retirarse a sus poblados. Porque fajarse en campo abierto con el poderío tecnológico de los aliados es una hipótesis impensable.

Con todo ello, "el enemigo es peligroso, conoce los movimientos y busca hacer daño", reconoce el teniente coronel Severino Riesgo desde la base 'Ruy González de Clavijo' de Qala-i-Nao, donde se encuentra el grueso de las tropas españolas en Afganistán, un millar de efectivos.

Máximo riesgo

Tres helicópteros Cougar del Ejército del Aire procedentes de Herat sobrevuelan las jorobas del dromedario. Unos cerros cubiertos de hierbajos verdes que se han abierto paso a la nieve. Acceden zigzagueando para evitar al enemigo. Vuelos rasantes a gran potencia. Veinte minutos de máxima tensión.

Los soldado Hurtado y Andrés, de la base riojana de Agoncillo, empuñan con fuerza las armas de uno de los Cougar, el aparato del consorcio Eurocopter. Se levantan de su taburete y toman posición. Las puertas están abiertas. Se mueven como bailarines en un espacio inferior al metro cuadrado. Combinan el bamboleo del helicóptero con el de sus ametralladoras fijas de calibre medio.

Apuntan a un lado y a otro. El brillo de las balas doradas se refleja en los visores de sus cascos oscuros. Tocan con la vista los cerros donde aguarda la insurgencia. A esa distancia el temor son los lanzagranadas. Y a cualquier indicio no dudarán en apretar el gatillo. Tras pegar el último coletazo se abre un valle y los helicópteros enfilan la pista de aterrizaje de Qala-i-Nao. El viaje llega a su fin.