Nadal sabe sufrir para ganar
Al balear le costó más de lo esperado superar a un gran Dimitrov pero demostró ser el rey de la tierra batida después de ganar por 6-2, 2-6 y 6-4 y meterse en semifinales de Montecarlo
MADRID Actualizado: GuardarEn la pista central del Montecarlo Country Club compiten el presente del tenis y lo que está por venir; el mito ante lo que está por llegar. «Él es ya presente y es también futuro», reconoce Rafa Nadal antes del partido. «Dimitrov es el número uno que viene», confiesa al final del choque en Teledeporte. Tiene delante a Grigor Dimitrov, un joven espigado, con mucha clase y talento que demuestra ante el rey de la tierra batida que está dispuesto a derribar la puerta de ese fuerte que ha construido el balear en el Principado de Mónaco.
Es en la tierra batida de Montecarlo donde Nadal sufre más de lo esperado y falla más de la cuenta. Es en cuartos de final cuando se desenchufa después de hacerlo francamente bien en el primer parcial. Aun así hablamos de Nadal, de Rafal Nadal, mucho más que un tenista sobre tierra batida. Un jugador que se repone para meterse en semifinales, donde le espera el francés Tsonga, gracias su triunfo ante Dimitrov por 6-2, 2-6 y 6-4. La victoria se convierte en una más de las 45 que lleva consecutivas en la arcilla del Principado monegasco.
Al comienzo de la primera manga, el búlgaro lo intenta, deja destellos de calidad, pero está a años luz de Nadal. O quizá se está reservando para las dos siguientes. El caso es que el manacorense se muestra intratable. Su bola pesa tanto que obliga al búlgaro a golpear a la altura del hombro dos metros detrás de la línea de fondo. Así es imposible llevar la iniciativa; así es inviable hacerle daño.
Como ante Kohlschreiber, Nadal rompe en su segundo juego al resto. Una rotura acompañada de dos servicios en blanco a favor del balear. Juega a placer y hace lo que quiere con el búlgaro. Y pese a que el de Manacor se deja el servicio por el camino antes de cerrar la manga, la solidez de sus tiros y las facilidades de Dimitrov hacen el resto. Con paciencia y moviendo a su rival, Nadal es dueño y señor del encuentro.
Dimitrov responde
A Dimitrov se le lleva esperando mucho tiempo, quizá demasiado. Atormentado por las altas expectativas generadas en torno a él, un tenista que recuerda en su juego a Federer, no ha conseguido los resultados que se esperaban. Pero ya en el inicio del segundo set se aprecia un cambio de actitud en él. A partir de ahí espabila y reacciona; da la sensación de que por fin puede rendir según lo que se espera de él. Impulsado por dos juegos en blanco, el número 34 del mundo mejora notablemente. Los tiros de la joven promesa empiezan a herir al balear, que se apaga extrañamente. Tanto que llega el 'break' de Dimitrov. Tanto que el búlgaro consigue hacer el set, el primero que cede Nadal en Montecarlo desde 2011.
Lo que había sido un rodillo se transforma en dudas. Lo que era facilidad y comodidad se convierten en problemas y errores. El tercer cabeza de serie recula, se va para atrás en la pista y dice adiós a la iniciativa del punto. Dimitrov demuestra que tiene todo lo necesario para ser un grande. Arrincona al español y le hace fallar una vez tras otra -en el ecuador del tercer set Nadal lleva ya 30 errores no forzados-. La bola del de Manacor no corre. El escenario del encuentro ha cambiado totalmente. El servicio del búlgaro empieza a ser determinante. Si fuese cualquier otro tenista se podría decir que su rival, en este caso Nadal, está más cerca de la derrota que de la victoria.
El cortocircuito que sufre la derecha del ocho veces campeón en Montecarlo es preocupante. Esa falta de confianza ahogaría y enterraría las opciones de cualquier otro jugador. Pero es Rafael Nadal el que está en la pista. Por eso la película da un giro en el desenlace. Las 47 victorias en 48 partidos en Montecarlo de Rafa se explican viendo los dos últimos juegos. Su vulnerabilidad se transforma en profesionalidad y eficacia. Asfixia a su oponente, que retrocede y se empequeñece. Aparecen los calambres y la presión en el joven tenista. Y un saque directo de Nadal sepulta las opciones de Dimitrov. Con la cabeza alta, el búlgaro confirma que más pronto que tarde va a estar entre los más grandes. Pero Nadal es mucho Nadal.