Margaret Thatcher, primera ministra británica, visita las Islas Malvinas días después de la rendición de las fuerzas argentinas./ eFE
ADIÓS A LA DAMA DE HIERRO

La decisión más polémica de Thatcher

El fallecimiento de la Dama de Hierro reaviva las críticas a la orden de hundir el Crucero General Belgrano, en el que murieron 323 tripulantes, 200 de ellos de 19 y 20 años.

MADRID Actualizado: Guardar
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El 2 de mayo de 1982, la ex primera ministra Margaret Thatcher ordenó al submarino nuclear HMS Conqueror que atacara al crucero General Belgrano, después de mantener una reunión con su Gobierno en la residencia de campo de Chequers. El buque fue torpedeado y hundido. En la acción murieron 323 argentinos, 200 de los cuales tenían entre 19 y 20 años.

Fue quizá la decisión más cuestionada de la ex mandataria británica fallecida el pasado lunes. Cuando fue detectado por el Conqueror, el navío argentino se encontraba fuera de la zona de exclusión en torno a las islas Malvinas decretada por el propio Gobierno británico y había tomado rumbo oeste alejándose del área del conflicto. Pese a ello, Thatcher siempre defendió su decisión. Un año después del ataque, en un programa de la BBC, la ex primera ministra mantuvo un célebre duelo dialéctico con una profesora de Geografía, Diane Gould, que la acusó de mentir en su negativa de que el barco se estuviera retirando de la zona y que fuera una amenaza de entidad para las fuerzas británicas. También recordó Gould que en esos momentos estaban todavía en marcha las negociaciones diplomáticas internacionales para poner fin a la contienda y que una propuesta encabezada por el ex presidente peruano, Fernando Belaúnde Terry, esperaba la respuesta de Londres. La Dama de Hierro replicó con contundencia que “cuando fue hundido, ese buque era un peligro para nuestros barcos. Mi tarea consistía en cuidar de nuestras tropas y de nuestras naves. Si tuviera que afrontar la misma situación en otra guerra, haría lo mismo”.

Resulta obvio que la muerte de Thatcher no ha suscitado buenas palabras en Argentina, donde siempre se consideró un crimen de guerra el hundimiento del Belgrano. Sin embargo, ha llamado la atención un artículo del historiador argentino Luis Alberto Romero en el diario ‘La Nación’ en el que considera que “tres décadas después se sigue repitiendo que el crucero no era un blanco de guerra legítimo. Sin embargo, nuestros almirantes han reconocido lo evidente: el buque estaba en operaciones. Era viejo e inadecuado. No bastaba con retirarlo un poco de la línea: si preocupaba el riesgo de la nave y de sus tripulantes, debieron dejarlo en puerto. No lo hicieron porque en realidad estaba operando. O al menos, es razonable que el mando así lo pensara y en la duda dijera: Tirad primero. Así es la guerra. Margaret Thatcher hizo lo que la mayoría de los responsables de una guerra habría hecho”.

Hay que añadir que el ataque del Conqueror al Belgrano se produjo a una distancia que hacía imposible cualquier posibilidad de defensa. De hecho, el alcance de los cañones y misiles de las fragatas inglesas era muy superior al de las baterías del vetusto crucero y que cualquier enfrenamiento con la flota británica se hubiera saldado con el hundimiento del buque argentino, algo que los ineptos mandos militares de Buenos Aires fueron incapaces de prever. Tras el desastre, el Ejército Argentino puso a resguardo en puerto a todos sus buques y cifró toda su capacidad bélica en la fuerza aérea.

La documentación clasificada hecha pública con posterioridad revelan que el Gobierno británico conocía que el ataque se iba a realizar fuera de la zona de no agresión y que el Belgrano no tenía capacidad de defensa. Hacía tiempo que Thatcher había decidido hacer frente al envite de los militares argentinos y el Belgrano le ofreció en bandeja la posibilidad de dar un golpe de mano que no dejase duda alguna de la superioridad militar británica y de su decisión de reconquistar las Malvinas.