Decepción histórica en Dortmund
El equipo germano superó la eliminatoria con un gol en el tiempo de descuento
Actualizado: GuardarDe la peor forma posible. Lo que ni un guionista malvado hubiera podido imaginar nunca para el Málaga. Cuando el cuarto árbitro sacó la tablilla con el descuento, los malacitanos iban ganando 1-2. Todo estaba controlado. Atado y bien atado como diría aquel. Pero cayó sin saber muy bien todavía cómo. Con dos goles en el añadido, uno de ellos, el último de Santana, en fuera de juego. Y doble además. Llanto final en color azul.
Contaba Rubén Cousillas, segundo entrenador blanquiazul, en la previa del partido, que había que salir al campo con la cabeza fría y el corazón caliente. Tópico característico del fútbol, donde decirlo es más fácil que hacerlo. Pero para hacer realidad las palabras de su amigo siempre está dispuesto Manuel Pellegrini, previsor hasta en las condiciones más adversas, como era el caso de su situación familiar en los últimos días. Quiso plantear el sudamericano un sistema táctico que permitiera a sus jugadores contener el acoso inicial alemán.
El Borussia, bien estudiado por el cuadro técnico, contiene en su seno el argumentario básico germano en el fútbol. Consiste en salir desde el principio, cuando se juega de local, como si fuera un encuentro a quince minutos con final anticipado. Como buen ciudadano de la industrial Stuttgart a Jürgen Klopp, en su estadio, le gusta resolver pronto los partidos para no alargar los asuntos particulares demasiado. Quiere eficacia y eficiencia a partes iguales. A veces se le da bien la estrategia y otras no. Por ello el preparador malaguista es el némesis del técnico teutón. El chileno aplica otros principios. Nunca se debe atacar con prisas. Contingencia y mesura son las dos palabras que mejor definen cómo entiende el chileno la puesta en práctica del fútbol.
Gracias a esa filosofía prebélica, los malacitanos pudieron ver respeto en los ojos de los 'amarillos' de enfrente. Amordazaron las salidas de Piszczek y nublaron la inteligencia de Bender, que en tan solo nueve minutos vio una amarilla como prueba de su desesperación. A todo ese conjunto de factores se unió el de la sonrisa de un portuense para silenciar el Westfalenstadion. Un tanto que hizo tocar el cielo a Joaquín alzando sus brazos. La anarquía se apoderó de un equipo ya por sí poco amigo del orden. De ahí que el Dortmund hiciera un homenaje al equilibrio perfecto entre la calidad y fuerza en el gol del empate. Una presión descomunal la finalizó con exquisitez Lewandowski tras un taconazo de Reus. El polaco ya lleva seis en su lucha por ser el mejor mortal tras los inalcanzables Cristiano y Messi.
El 1-1 cargó de nervios a los malagueños, que pidieron a gritos el descanso al árbitro para preguntar a su jefe qué hacer. Vio Pellegrini el rostro agónico de sus muchachos cuando entraban en las duchas. Reclamaban con insistencia dosis de su talento sosegado. Hombre de pocas palabras, lo más seguro que solo les reclamara lucha. Coraje para afrontar un ambiente que en la segunda parte se transformó aún más agresivo. Con 65.000 alemanes gritando sin cesar y unas coreografías sincronizadas a la perfección, el famoso 'Gelbe Wand SüdTribüne Dortmund' -lema que cuelga por encima de la grada de animación más grande de Europa- tuvo más sentido que nunca.
Empezó un intercambio de golpes, como la opción elegida por los andaluces, algo que no fue recibido ni mucho menos con resquemor por el bando alemán. Klopp miró a su homónimo en el banquillo visitante y aceptó el reto. Mandó a los suyos arriba, sin miedos ni parsimonia. Si había que morir que fuera dando espectáculo, nada de medias tintas. Eliseu llevó a la gloria al Málaga con un tanto que sabía a oro. O eso parecía. Los goles de Reus y Santana en el descuento acabaron con el sueño blanquiazul. El último, en fuera de juego. La pregunta ahora es: ¿Para qué sirven tantos árbitros en las áreas? Respuesta que nadie en la Costa del Sol sabrá contestar.