Mucho más allá de la 'españolada'
Sara Montiel ya se merece nuestro eterno agradecimiento aunque solo sea por haber colaborado a hacer un poco más alegre aquella España de posguerra
MADRID Actualizado: GuardarLa primera actriz española en triunfar en Hollywood, un icono sexual de los españolitos de posguerra… Sin embargo, para los que éramos jóvenes en los 70, Sara Montiel no era una actriz que nos llamase especialmente la atención. Quizá porque la relacionábamos, sin duda con la inconsciencia de la juventud, con lo que denominábamos despectivamente 'españolada'. Pero hubo una foto que me hizo cambiar radicalmente mi opinión de Sara Montiel. Cuando a mediados de los 70 preparaba una exposición homenaje al gran León Felipe, poeta del éxodo y del llanto del exilio, llegó a mis manos una foto en la que el poeta aparece junto a la actriz. ¿Cómo un poeta del antifranquismo se fotografía con una de las actrices que considerábamos como imagen del Régimen? Lógicamente uno se pone a investigar y la visión que muchos teníamos de Sara Montiel se derrumba por completo, para levantarse otra, mucho más potente, alejada de tópicos, y mucho más verdadera: la de una mujer libre, que siempre hizo lo que quiso, que sin haber recibido una gran educación cultural supo relacionarse con los grandes intelectuales (y políticos como Indalecio Prieto) del exilio y aprender de todos ellos. Y con los grandes americanos, como Ernest Hemingway, que le enseñó a fumar puros. Con la élite del Hollywood de los 50, de Marlos Brando a James Dean (en la última foto de Dean, el actor aparece con su amiga Sara, pasando por Gary Cooper, con la que vivió un apasionado romance). Y con los intelectuales que permanecían en España, como Miguel Mihura, su Pigmalión. Y claro, una cosa lleva la otra. Se revisa 'El último cuplé' y realmente no solo no está nada mal, sino que es una gran película. Y ahí están sus trabajos en Hollywood, junto Gary Cooper y Burt Lancaster en 'Veracruz', de Robert Aldrich o 'Yuma' de Samuel Fuller. Muchos años después, el director, en un Festival de San Sebastián, me seguía hablando maravillas de 'Sarita'. Y con Anthony Mann, otro de los grandes, que se convertiría en su marido.
Quizá Sara Montiel no fuese una Sarah Bernardt, pero los papeles que hacía los bordaba como nadie. Y además cantaba: cuplés y canciones picantes (dentro de lo que la horrible censura de la época permitía), siempre con chispa, con guiños a la audiencia, que llevaban a los españolitos de la época al séptimo cielo. En los últimos años, la leyenda la superaba: que solo se la podía retratar de un determinado perfil, que había que firmarla a través de una media colocada ante el objetivo de la cámara, que difuminaba su imagen, media que aportaba ella misma… Leyendas, verdaderas o no, que solo rodean a los más grandes. Y aunque solo sea por haber colaborado a hacer un poco más alegre aquella España de posguerra, Sara Montiel ya se merece nuestro eterno agradecimiento.