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El ajedrez de Pellegrini

El chileno pretende recuperar con el Málaga su perfil de triunfador tras su paso aciago por el Real Madrid

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Manuel Pellegrini se levanta cada mañana y al mirarse en el espejo nunca ve un entrenador. Lo que observa a través del cristal es un hombre de familia que al calzarse las botas dirige a un grupo de obreros del fútbol. Se considera un arquitecto más que un preparador. O mejor dicho, un ingeniero con chándal, sin traje ni corbata. Es un tipo peculiar, como dicen en su amada tierra sudamericana. Desde que se le diera la oportunidad en el Universidad de Chile siempre ha tenido claro tres principios: honestidad, trabajo e inteligencia.

Titulado en Ingeniería Civil, su mente vuelve simple lo complejo. Optimista incorregible, cuando los demás abandonan el problema por difícil, él encuentra la solución. Aplica los conocimientos lógicos de la ciencia a la sinrazón del fútbol. Su pizarra es un anagrama de tácticas en la que desenreda para sus jugadores todas las probabilidades que puedan darse en un encuentro. No le gusta dejar cabos sueltos, y cuando ve que se equivoca, porque también es humano, lo corrige aunque le lleve al insomnio.

Algo similar ocurrió tras caer en la ida de octavos de final de la 'Champions en el estadio Do Dragao. El Oporto fue una tenaza que no dejó respirar al Málaga y puso patas arriba toda la estrategia estudiada al milímetro por el chileno en los días previos. Se le vio abatido al técnico del Málaga. Entonces comenzó su particular batalla contra sí mismo. Amante del ajedrez, estudió el partido como si de un movimiento de figuras se tratara. Dos semanas le dio la UEFA para dar la vuelta a la situación y la aprovechó como el buen estudiante que no deja nada para el último momento. Observó punto por punto los errores cometidos y se fijó en los detalles que se le escaparon en el primer partido de la eliminatoria. Hasta que dio con la solución. El resultado fue inmejorable: victoria, remontada y pase a cuartos. Su equipo seguía haciendo historia.

Fue el mismo guión usado con el Villarreal, con el que consiguió algo similar. En su debut en la Liga de Campeones con los amarillos les llevó hasta semifinales. En aquel 2006 nadie apostaba a favor de un pueblo de Castellón entrenado por un desconocido para el egocentrismo europeo. Pero en el viejo continente poco a poco fueron oír hablar de un chileno con alma de poeta que lee a Ernesto Cardenal en sus ratos libres. Llevó al éxtasis a una pequeña población y quiere hacer lo mismo con una capital de provincia como es Málaga. Bien es cierto que todavía hay quien duda. Su paso aciago por el Real Madrid le ha dejado huella. Más por la prensa mediática que le acosó y quiso dejar en ridículo que por los números objetivos. Simplemente le tocó bailar en el momento dulce del Barcelona y aquello no fue comprendido por el periodismo de bufanda ni por un presidente hipnotizado por los cantos de sirena en titulares de periódicos.

Fracasos y éxitos

Porque Pellegrini no se rinde, ni tan siquiera cuando le dicen que algo es imposible. Con los problemas económicos del Málaga y la ausencia taxativa del jeque, su entorno quiso persuadirle para abandonar el barco. Con las ventas y la falta de fichajes de renombre era el momento de emprender nuevas acciones. Italia, por ejemplo. Pero él no deja las cosas a medias. Siempre se ha mantenido firme. Ya sea en Europa o América.

Un ejemplo fue la inauguración de su currículum, que hubiera supuesto para cualquier otra persona el principio y el fin de su carrera. Descendió por primera vez en su historia al Universidad de Chile, un histórico. En otras circunstancias, ahí acabaría todo. Pero acompañado siempre por ese halo de suerte, al año siguiente se le presentó una segunda oportunidad. Entrenó al Católica y lo hizo campeón de Copa. Después llegarían los éxitos con el Liga de Quito y, el que marcó un antes y un después, 'campeonar' con San Lorenzo de Almagro en Argentina.

Cuando obtuvo la Mercosur con el equipo argentino, en las gradas había un 'cuervo' con sotana que ahora viste de blanco impoluto. Su nombre es Jorge María Bergoglio, aunque ahora prefiere que ser llamado Francisco. Caprichos del destino, doce años después seguidor y entrenador lograron el mismo día éxitos en sus carreras. Uno en los cielos de la curia y el otro en la tierra sobre el césped. Quizá desde entonces a ambos les acompaña un ángel de la guarda que les dijo un 13 de marzo: «Ahí lo tenéis; comeos el mundo».