arranca la reunión más secreta

La elección del Papa, un ritual secreto bajo pena de excomunión

Aparte de los cardenales, han jurado silencio desde médicos y enfermeros hasta los encargados del servicio de floristería

ROMA Actualizado: Guardar
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El cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI, que se celebra en la Capilla Sixtina, se lleva a cabo bajo un absoluto secreto, siguiendo un ritual centenario que concluye con la famosa proclamación ‘Habemus Papam’. La reserva, de obligado cumplimiento, concierne tanto a los cardenales como al personal auxiliar. Quien rompa el silencio puede ser castigado con la excomunión.

Antes de la entrada de los cardenales en procesión en la Capilla Sixtina, el primer día del cónclave (del latin ‘cum clavis’, bajo llave), la capilla fue registrada por expertos para detectar si hay micrófonos o cámaras ocultas.

Por precaución, la Gendarmería del Vaticano ha inhabilitado temporalmente los detectores que controlan la humedad y la temperatura de esta sala histórica, decorada con los famosos frescos de Miguel Ángel. También se instalarán baños químicos cerca de la capilla para evitar que los prelados tengan que utilizar los del piso inferior, lo que comportaría el peligro de trabar contacto con turistas y curiosos.

La elección del Papa se llama cónclave en referencia a las puertas cerradas con llave, una tradición que empezó en 1274 cuando, después de tres años de deliberaciones, los cardenales fueron encerrados bajo llave por la población para obligarlos a nombrar un nuevo papa.

En la antigüedad la obligación de conservar el secreto servía para impedir a la nobleza romana o al emperador inmiscuirse en las discusiones entre cardenales. En 1996 Juan Pablo II reforzó el secretismo decretando la pena de excomunión para los que contasen las discusiones del cónclave. Han jurado silencio además los ceremonieros, los religiosos y monjas de la sacristía pontificia, médicos y enfermeros, oficiales de la Guardia Suiza y de la Gendarmería Vaticana, chóferes, personal de limpieza y del comedor, operarios técnicos y hasta los encargados del servicio de floristería.

"Si en la elección del Romano Pontífice se perpetrase -Dios nos libre- el crimen de simonía [el pecado de negociar con cosas espirituales o religiosas], determino y declaro que todos aquellos que fueran culpables incurrirán en excomunión", dictaminó el Papa polaco en su constitución apostólica. El texto impone un juramento en el que los cardenales se comprometen a no "hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma".

Redes sociales

El secreto también afecta a internet y a las redes sociales como Twitter o Facebook. De esta manera los teléfonos móviles, tabletas táctiles y otros sistemas de comunicación modernos quedarán inhabilitados dentro de la capilla gracias a un sistema de inhibidores que impide cualquier comunicación electrónica. También está prohibido leer periódicos o ver la televisión.

Antes de cada una de las cuatro votaciones diarias en la Capilla Sixtina y hasta que se alcance una mayoría de dos tercios, cada uno de los cardenales tendrá que volver a jurar que guardará secreto absoluto.

Aparte del humo blanco, que anuncia que la Iglesia católica tiene un nuevo Papa, nada se sabrá de su identidad hasta que cerca de una hora más tarde el cardenal protodiácono salga al balcón de la Basílica de San Pedro y anuncie en latín: ‘Habemus Papam’ (Tenemos Papa).