Colas de hasta 10 horas para ver a Chávez. / Afp
FIN DE UNA ERA

Ante el rostro de Chávez

Después de una espera de casi diez horas, se llega al ataúd abierto donde reposa el presidente de Venezuela. Un instante para contemplarlo y quizás hacer un gesto de cariño

ENVIADO ESPECIAL A VENEZUELA Actualizado: Guardar
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De noche, la gente que regresa de ver a Hugo Chávez muerto tiene más cara de cansancio que de dolor. No regresan por donde fueron. La salida de la capilla ardiente, en la Academia Militar, es por la esquina opuesta del Fuerte Tiuna, un gigantesco emplazamiento militar que está en medio de la ciudad. La caminata de retorno se hace por un sendero de tierra y asfalto que corre paralelo al río Guaire. La gente avanza en columnas. Los militares de la Guardia Nacional les dirigen hacia la derecha. Por la alcabala de salida, donde hay un grupo de soldados que impide la entrada de vehículos no autorizados, pasa una persona por segundo. 60 en un minuto, en flujos constantes a veces interrumpidos por vacíos, cuando los caminantes se agrupan.

A las seis y media de la tarde, la noche ya se cierne en Venezuela. El clima refresca. Una anciana se detiene y se agacha para dejar en el suelo una bolsa repleta y amarrada en las puntas. Está vestida con una camisa roja y pantalón negro. Desencajada su tez negra, los ojos pequeños, el cabello cuidado. Ilda Palacios viene del estado Miranda, llegó a Caracas el día anterior a las cinco de la tarde pero comenzó la espera en la mañana. Quienes finalizan su peregrinación a esta hora comenzaron a hacer fila aproximadamente a las ocho de la mañana. “La cara no la cambió”, dice Ilda. “El comandante estaba igualito. Para mí no está muerto”.

Ilda recoge su bolsa, que contiene más bolsas amarradas dentro. Dice tener siete hijos. “Chávez me dio una pensión”, asegura. “Mi marido trabajaba en la alcaldía, ganaba poco. Pero hoy día todo el mundo come chuletas, bistec. Antes qué comíamos”.

Su hermana Carmen Palacios se acerca. Es algo más joven. “Fue como ver a un ser querido”, dice. Ambas se alejan con paso trémulo. Se detienen un poco más adelante, frente una camioneta que reparte bocadillos y agua. Al lado, se observa la retransmisión de Venezolana de Televisión, en una pantalla gigante. Se espera el inicio de la juramentación de Nicolás Maduro en la Asamblea Nacional. Mientras, se ve la gente que se detiene un instante y mira dentro. El rostro de Chávez no ha sido fotografiado. Solo el canal estatal tiene acceso al recinto. Los que se demoran frente al féretro algo más de un segundo son los que se persignan o hacen un gesto, como besarse los dedos y colocarlos sobre el vidrio.

“Lo vimos dormido”, dice Tina Yegues, una “luchadora social”, como se define, de mediana edad, que va con su hijo, que tiene un muñeco vestido de uniforme verde. “Un rostro bello”. Vienen de Cumaná, a unas seis hora de la capital y esperaron su turno a las 9 de la mañana. Llevan una bolsa con refresco y pan que les han entregado en el puesto de asistencia que está en el camino de vuelta. Sonia se acerca y sentencia: “Estaba como triste”. Tina la contradice y se internan en el camino sin alumbrado.