Portada del libro. / Archivo
MUNDO GUERRERO

Cuéntame un cuento… o mejor una historia

A lo largo de la Humanidad, cada día del año ha tenido sus propios hitos históricos. Un libro selecciona los 365 más curiosos

MADRID Actualizado: Guardar
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La anestesia y el chicle han atravesado con éxito tres siglos distintos gracias a la cabezonería de dos sacamuelas que, además de oficio, compartían nombre (William) y país (Estados Unidos). Que uno recurriera al llamado gas de la risa para evitar el calvario de las extracciones dentales tiene su lógica. Pero que la golosina menos recomendada por los dentistas de medio mundo fuera patentada por otro de ellos rechina como el dolor de una carie. Y así fue. William Thomas Morton y William F. Semple hicieron historia a su manera. Morton, el 30 de septiembre de 1846, cuando probó el éter con un paciente y a la vista de que aquello fue mano de santo, convenció a un colega cirujano para que lo ensayara en sus intervenciones quirúrgicas. Posiblemente la anestesia sea el mayor avance de la medicina para todos los que, desde aquel lejano día hasta hoy, han pasado por una mesa de operaciones. La medalla se la pudo colocar mucho antes, en 1275, el médico español Ramón Llull, que mientras experimentaba con ciertas sustancias químicas obtuvo un líquido al que llamó vitriolo dulce, y que dormía y hacía insensibles al dolor a los animales. Pero, ¡ay!, nunca lo llegó a experimentar en personas.

23 años después del descubrimiento de Morton, el 28 de diciembre de 1869, otro dentista, William F. Semple, ideó en su consulta de Ohio un producto gomoso para ejercitar la mandíbula y estimular las encías. Las autoridades quedaron fascinadas con el invento y premiaron a Semple con la primera patente para fabricar chicles.

Calificar de hito la goma de mascar quizás merezca un buen chute de anestesia para no hacer llorar a un buen puñado de catedráticos de Historia, pero ¿cuántos nervios se han calmado gracias a los chicles?, ¿cuántos besos sin sabor a rayos han regalado?, ¡qué desnuda una calle sin su chicle pegado!

Para los redactores de '365 días que cambiaron el mundo' (Ediciones Martínez Roca; 18,90 euros), el chicle y la anestesia suponen un antes y un después en nuestras vidas, y como tales están presentes en las páginas de este curioso libro que selecciona 365 acontecimientos históricos y los reparte entre el 1 de enero y el 31 de diciembre, atendiendo al día exacto en que ocurrieron. Todos los siglos, todas las culturas y todos los ámbitos de la vida aparecen en este libro que encaja como anillo al dedo en esa máxima tan instructiva del 'Nunca te acostarás, sin saber una cosa más'.

Tres minutos

La obra, con sus aciertos y sus errores a la hora de contemplar la Historia, recoge de forma breve, amena y sencilla esos momentos estelares de la Humanidad, a veces más anecdóticos que propiamente históricos, pero siempre enriquecedores. Ninguno de los hechos descritos ocupan más de las dos caras de una hoja, por lo que se leen con suma facilidad, ideal para invertir tres minutos cada noche antes de cerrar los ojos, y enterarnos qué asunto importante se despachó aquel día en el mundo, en España o en tal o cual siglo.

Por ejemplo, para tal día como hoy, la publicación, avalada por el Canal Historia, opta por la elección de Perón como presidente de Argentina, que tuvo lugar un 24 de febrero de 1946. Otro 'hito' llamativo de este mes es el casual descubrimiento de la sacarina, que tuvo lugar el 27 de febrero de 1879. Hay días que no tienen discusión en cuanto al episodio elegido (11-S, 11-M, 23-F, 12 de Octubre de 1492…). Hay otros que se detienen en el nacimiento o la muerte de célebres personajes como Darwin, Miguel Ángel, Mahoma, Alejandro Magno, Cleopatra… Hay episodios bélicos (Poitiers, las Termópilas, Gettysburg…), hay descubrimientos (la Piedra de Rosetta, el código de barras…) y otros asuntos tan dispares que precisamente por eso resultan interesantes: el primer concierto de los Rolling (12 de julio de 1962), la primera carrera automovilística (11 de junio de 1895), el primer trasplante de corazón (3 de diciembre de 1967) o el primer cajero automático (2 de septiembre de 1969), que por cierto se instaló en la sede del Chemical Bank en Rockville Centre (Nueva York) y que se anunció así: 'El 2 de septiembre, nuestro banco abrirá a las 9 de la mañana y nunca más cerrará'.