Rubalcaba minutos antes de arrancar su turno./ Reuters | Atlas
opinión

Rajoy cumple frente a un Rubalcaba incisivo

Ambos líderes políticos han mantenido un debate encendido, vibrante, de altura

MADRID Actualizado: Guardar
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El Debate sobre el estado de la Nación ha sido, como casi siempre, previsible. Rajoy, que no quiso celebrar esta liturgia el año pasado (y no le faltaba razón) pretendía engendrar con el debate de este año un punto de inflexión, recapitular la fase de ajuste y de reformas con sus consecuencias lesivas para la ciudadanía, y abrir solemnemente la fase de recuperación, que todavía no se ha iniciado pero cuyos primeros síntomas se atisban en el horizonte. Parece evidente que lo ha conseguido, aunque de su primera intervención ha parecido desprenderse que toda la adversidad ha quedado atrás cuando la realidad es que el paro sigue creciendo y ha llegado a cotas sencillamente insoportables. Sea como sea, se han producido los anuncios previsibles que marcan el arranque de la etapa de crecimiento, y en los que destacan las medidas para financiar las PYMES, las acciones de estímulo a los emprendedores y las políticas activas de empleo, entre las que sobresale el fomento de un trabajo subvencionado a menores de treinta años a tiempo parcial parecido a los ‘minijobs’.

Rubalcaba, por su parte, ha cumplido el papel que el guión le asignaba: ha criticado las políticas de austeridad, ha denunciado las tres crisis que a su juicio estamos atravesando –económica, política, moral-, ha efectuado sus propias propuestas programáticas y ha pedido la formación de una comisión independiente para que haga un diagnóstico sobre la corrupción, que, por cierto, ha planeado sobre el hemiciclo durante todo el debate

Tras las dos intervenciones centrales del debate, Rajoy y Rubalcaba han mantenido un pulso encendido, vibrante, de altura, pero es muy dudoso que esta ceremonia parlamentaria, que ha llegado en un momento en que la crisis todavía luce con todo su macabro esplendor, haya servido para mejorar el proceso político general ni para remediar la profunda desafección social hacia la política que es hoy, tras la situación económica, el primer problema de este país.

El presidente del Gobierno, visiblemente airado con su antagonista, ha recurrido a la marrullería parlamentaria para desmontar la crítica de su adversario: la falta de credibilidad de quien, por hacer mal las cosas, ha sido enviado a la oposición por el electorado, desvirtuaría todas sus objeciones, restaría importancia a la propia crítica. De valer esta norma, el parlamentarismo carecería de sentido ya que, como es natural, en las cámaras representativas conviven ganadores y perdedores, que esgrimen argumentos que han de ser aceptados por su entidad intrínseca, de forma que la biografía de quienes los manejan es un referente pero no un elemento habilitante o inhabilitante.

De la controversia mantenida entre Rubalcaba y Rajoy se ha desprendido un conjunto de evidencias. La primera, que las reformas realizadas por Rajoy, de acuerdo con la exigencia comunitaria, tienen una fuerte carga ideológica, y al no haber habido consensos –en sanidad, en educación, en casi nada-, las soluciones que se adoptan en materias sensibles no tendrán asegurada la estabilidad a lo largo del tiempo. Es peligroso que a cada alternancia se produzcan profundos cambios legislativos.

La segunda evidencia es que la mayoría absoluta vuelve a hacer estragos: Rajoy no muestra verdadero interés por conseguir acuerdos, salvo en materia de corrupción porque busca un lenitivo para sus propios problemas.

La tercera y principal, es que la principal fuerza opositora tiene un problema: el hecho de que la dirección socialista esté formada por el mismo equipo que gobernó en la legislatura anterior lastra su argumentación. La facilidad con que la actual mayoría se sacude las críticas por el procedimiento de revisar el pasado pone de manifiesto que la renovación socialista requiere un cambio generacional, aunque ello pueda parecer injusto a algunos. De la misma manera que el oficialista Almunia no fue capaz de resucitar al PSOE tras la derrota de 1996, parece evidente que Rubalcaba tendrá grandes dificultades para recuperar el resuello después de la derrota padecida por él mismo en 2011. El propio Rajoy ha reconocido que la dimisión de Rubalcaba no le interesa: éste es el problema del partido de centro-izquierda.

El papel de Duran

Otra cosa es que Rajoy se ampare en la mayoría absoluta para eludir las rendiciones de cuentas que le incomodan (para zafarse del ‘caso Bárcenas, por ejemplo, que está lejos de haberse resuelto). Pero este error, si acaso, no se paga en el Parlamento ni en el debate parlamentario sino después, en el proceso político y en las urnas. Duran i Lleida, por su parte, tuvo un papel destacado en el debate por dos razones: porque centró en términos comprensibles el problema catalán, mediante críticas a las políticas supuestamente recentralizadoras del gobierno, que, certeras o no, dieron una dimensión abarcable y concreta a un conflicto que hasta ayer parecía subjetivo e insoluble.

Y porque dio pie a dialogar con serenidad, como quedó de manifiesto en las respuestas de Rajoy, moderadas y constructivas. Duran lanzó, por fin, las críticas más ponderadas e inteligentes a la gestión, a la no gestión en realidad, del ‘caso Bárcenas’, que el PP tiene acometer más pronto que tarde para que pueda comenzar la deseable maniobra de aproximación de la clase política al país real.

Tras el nacionalista le ha llegado el turno al portavoz de la Izquierda Plural, Cayo Lara , quien ha pedido al presidente que dimita y convoque elecciones al considerar que es la única salida "honrosa" que le queda. Cayo Lara ha asegurado en su primer debate sobre política general que Rajoy está gobernando "contra los deseos" de la mayoría de la sociedad y, además, lo está haciendo "en fraude electoral" porque, según Lara , ofreció un programa reiteradamente "incumplido".

Una "estafa" a la que se suma, ha añadido, el caso Bárcenas sobre la supuesta financiación irregular del PP que, de ser cierta, supondría, entre otras cosas, que el partido del gobierno habría competido "tramposamente" en los comicios con "dinero bastardo", ha añadido. Rajoy le ha respondido pidiendo "mesura" y "moderación" al coordinador federal de IU, Cayo Lara , y ha confiado en que, por el bien de España, nunca llegue a tener responsabilidades de Gobierno porque, con sus propuestas, "el déficit se multiplicaría por cuatro en treinta minutos".

Por su parte, la líder de UPyD, Rosa Díez, ha abogado por "refundar el Estado", convencida de que el problema que lastra la capacidad de recuperación es "un modelo elefantiásico", inconexo, injusto e improductivo", para lo cual habría que disolver las Cortes y abrir un proceso constituyente. Díez cierra con su la jornada que se celebra en el Congreso, donde ha considerado que la actual situación del país es "desoladora" y el Estado "es más débil ahora que antes de las elecciones de 2011".