Fútbol | Liga de Campeones

El Málaga sale vivo de Portugal

Un tanto de Moutinho, en fuera de juego, da ventaja al Oporto ante unos malaguistas que pagaron su falta de intensidad

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El sueño de la auténtica ‘Champions’ casi se transformó en pesadilla para el Málaga en Portugal. Al final, solo fue una mala alucinación. Debutante en unos octavos de final, desde la Costa del Sol se buscó deslumbrar los cerrados cielos portuenses al norte del país. Este Oporto logró que los negros nubarrones se cernieran sobre los aficionados que viajaron por la ruta de la plata.

Decía Manuel Pellegrini antes del partido que no iba a cambiar la forma de jugar del equipo. En su dialéctica explicó cómo intentarían ganar la eliminatoria ya en la ida. O, lo que es lo mismo, si había que morir, que fuera matando. No pretendía asustarse el chileno por la parafernalia que rodea a un partido de esta envergadura. Algo que pudo comprobar nada más saltar al campo. Con los aficionados lusos contemplando su propio dragón como símbolo del estadio los jugadores del Oporto relinchaban desde el calentamiento en pos de solucionar el partido por la vía rápida, cual jinetes de la muerte.

Con la sorpresa de Roque Santa Cruz y Baptista en la delantera se buscó desde la pizarra sudamericana atar cabos sueltos en pasados encuentros europeos ante otros grandes. Contra el Milan se pudo comprobar que se sufrió en demasía en el juego aéreo. No quería que ahora en otro momento histórico se vieran carencias del pasado. Sin miedo a parecer demasiado osados con una apuesta cargada de templanza, los andaluces se vieron intimidades desde el principio por la presión de los medios defensivos rivales. Moutinho se transformó en el enlace perfecto que lograba desbaratar las contras españolas y liderar el ataque de los suyos.

La corpulencia de los dos atacantes malagueños ofreció ese combate esperado en cada balón parado. Fernando se erigió como dueño del aire al rematarlo todo. La concentración particular en Jackson Martínez indujo que las alarmas saltaran en otras zonas de la zaga malaguista. Entre las pérdidas de un Joaquín nefasto y que Isco no encontraba su sitio, en el banquillo de los visitantes se empezaba a temer por el resultado final. Nada salía de lo planeado y en las filas contrarias se veían superiores.

La falta de tino en la construcción del juego blanquiazul propició que salieran protagonistas con papel de secundario. Tal caso fue Antunez, quien parecía estar a gusto en su regreso a la patria que lo vio nacer. Fue el único, junto a Demichelis, capaz de cortarle las alas a un ataque portugués que se multiplicaba con el paso de los minutos.

Moutinho se exhibe

Con la buena noticia del empate a cero, Pellegrini borró la pizarra en el descanso para cambiar la táctica en vista de lo acaecido en la primera mitad. Se propuso voluntario para perseguir al ‘Lucho’ González y evitar que siguiera campando a sus anchas. Iturra se vio levantando la mano y siendo la sombra del bonaerense. También se rezaba por que la intensidad mostrada del Oporto se diluyera para evitar problemas mayores.

Mejoró un poco la situación, también porque el Málaga comenzó a controlar el balón. Tardó 51 minutos en comprobar si Helton existía de verdad. Fue la primera y la última vez que lo hicieron. Mientras Caballero pedía una tregua sobre su portería, un balón ganado por Sandro a Toulalan lo recogió Moutinho -en fuera de juego- para encender las hogueras de ‘Do Dragao’. No se descompusieron los malaguistas, aunque tampoco terminó de reaccionar ofensivamente. Isco seguía con la brújula estropeada, intentando que le señalara el norte hacia el gol. En su ayuda acudió Piazón, recién llegado del Chelsea como nueva estrella brasileña.

Los cambios sirvieron para que las filas andaluzas sintieran alivio ante el acoso y derribo final de los portuenses. Buscó el preparador sudamericano la tecla que supusiera frenar la exhibición de Moutinho, quebradero de cabeza todo el encuentro. Logró lo que buscaba el chileno porque el Oporto se tuvo que conformar con el 1-0. Resultado insuficiente para los esfuerzos de los locales. Alivio para los visitantes, vivos tras su paso por la casa del dragón. La Rosaleda dictará la sentencia final.