Portada del libro. / Archivo
LIBROS

Una prostituta en el Japón del siglo XVII

La editorial Sexto Piso publica 'Vida de una mujer amorosa', de Ihara Saikaku, un escritor que retrató con desinhibición las vicisitudes de una cortesana

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La literatura japonesa va más allá de Murakami. Japón siempre ha ejercido una gran seducción en el lector occidental, como lo demuestra la atención que se presta a escritores como Kawabata, Mishima o Akutagawa, dos de cuyos relatos sirvieron a su compatriota Kurosawa para filmar su célebre película 'Rashomon'. La sutileza, la sencillez y el interés por la captación de una imagen han hecho que la literatura nipona subyugue a Occidente. No son pocos que los que abrazan su forma de entender la poesía y cultivan el haiku. Ahí está el caso del Nobel Tomas Tranströmer. La atracción por las letras japonesas ha originado hasta el nacimiento de editoriales especializadas, como es el caso de Satori. Quien desee remontarse al pasado y viajar el periodo Edo, que va de 1603 a 1868, tiene la oportunidad de sumergirse en las páginas de un título de acreditada calidad, 'Vida de una mujer amorosa', de Ihara Saikaku. A través de las peripecias que vive una prostituta, el lector tiene la oportunidad de conocer ambientes descritos con gran realismo y desparpajo. El erotismo que rezuma el texto es muy diferente al acuñado por la tradición. El autor narra escenas insólitas, como el sexo entre un monje budista y la cortesana que protagoniza el libro, o una relación sexual entre dos mujeres. Lo curioso es que el autor no dulcifica su prosa para contar estos episodios, desprovistos de cualquier ornato.

Ihara Saikaku (1623-93) es considerado como el escritor japonés más relevante de su tiempo. Para un lector occidental, leer a Saikaku es adentrarse en un mundo desconocido y fascinante, el del Japón del siglo XVII, un mundo de reglas estrictas, de desprecio hacia la mujer y su papel en la sociedad, que se limita al de esposa silenciosa o acompañante complaciente del hombre. 'Vida de una mujer amorosa' es la historia de una de estas mujeres de gran belleza cuya trayectoria se verá marcada por sus apetitos sexuales, un pecado imperdonable para la mujer de la época que retrata. La narradora será sucesivamente esposa, cortesana, concubina de un sacerdote, amante de un señor feudal y prostituta de la calle. La protagonista y narradora disfrutará de unos años de juventud excitante, pero, a medida que se hace mayor, su comportamiento la conducirá hacia un lento e inexorable declive y un patético final, muy similar al del resto de los personajes femeninos de Saikaku. Este inevitable destino de las mujeres de Saikaku demuestra el papel secundario y siempre trágico de la mujer japonesa del periodo Edo. El mensaje subyacente de la obra del escritor japonés parece mostrar que la promiscuidad y el comportamiento licencioso son únicamente potestad de los hombres y que las mujeres, una vez perdido su atractivo sexual, sirven de muy poco.

Estilo descarado

Ihara Saikaku ha sido descrito como uno de los escritores más desinhibidos de todos los tiempos. Su estilo directo y descarado puede parecer poco erótico al lector moderno, acostumbrado a una sensualidad más refinada, pero en su época marcó un nuevo camino para la literatura e inauguró un género nuevo de prosa de ficción, el de los "libros del mundo flotante" (ukiyo-zôshi). Bajo este poético título se agrupan narraciones que describen las peripecias de ciertos personajes urbanos que frecuentan los barrios más libertinos de las ciudades. Saikaku escribió con gran realismo sobre estos hombres y mujeres del periodo Edo, personajes sometidos a las costumbres férreas de la época que luchan, sin embargo, por alcanzar la felicidad. Hombres y mujeres del pueblo que adquieren riqueza y poder, pero que no llegan a conseguir un auténtico estatus social.

Antes de convertirse en un famoso escritor de relatos, Saikaku era ya muy conocido como poeta. Se le consideraba un virtuoso de los haikus y las estrofas encadenadas, no tanto por la calidad de su obra, como por la gran facilidad con que escribía. Se cuenta que en el transcurso de un solo día, llegó a escribir veintitrés mil quinientos versos. Esta fecundidad le llevó a componer muchos poemas de poca calidad, pero en los que ya aparecía el acusado cinismo que después desarrollaría en su magnífica obra en prosa.