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Argel… y los demás

Todo el mundo sabía, y en París como en ningún sitio, que Argel tendría la tragedia de In Amenas como un intocable asunto interno

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A finales de octubre pasado – en una de las giras de despedida como Secretaria de Estado, pues deja el puesto – estuvo en Argel Hillary Clinton y se reunió largamente con el presidente, Abdelaziz Buteflika. Y al día siguiente de su partida, la prensa argelina, recordó que Argelia no patrocinaba el recurso a medios militares en Malí y que prefería ganar tiempo, negociar algo y ver de distinguir entre los adversarios.

Esta nota última – el análisis minucioso de quiénes son los enemigos – informa invariablemente la conducta argelina, obra teórica, política y práctica, de sus poderosos, antiguos y bien financiados servicios militares de Información, intocables, temidos y respetados a un tiempo.

Bajo este criterio, por ejemplo, era un hecho, y tal vez lo es aún hoy, que el convencional movimiento tuareg de Liberación del Azawag, muy veterano y solo ocasionalmente armado, no puede recibir el mismo trato que los radicales del islamo-terrorismo, “Ansar el-Din” o, sobre todo, “al-Qaeda en el Magreb Islámico”. A recordar, en concreto, la opinión del belicoso diario “Al Watan”, que creía saber que, explícitamente, Argel no participaría en ninguna coalición militar foránea para echar a los islamistas de sus feudos del norte del Malí por la fuerza.

La receta argelina

Simultáneamente, y según una tradición invariable, Argel entiende mantener su completa autonomía de decisión: no aceptó la menor interferencia mientras liquidó manu militari la insurrección islamista (provocada por la abrupta interrupción militar en 1992 del legítimo proceso institucional en curso, que daba ventaja electoral al “Frente Islámico de Salvación”) y menos aún la aceptarán ahora.

Esta receta, aunque matizada aquí y allá con gestos debidos al hábil presidente Buteflika, llamado en 1998 por los militares para que aseara el proceso, lo normalizase con remedios políticos y reordenara el escenario, no ha cambiado en el fondo: ni Washington conseguirá que Argel cambie su criterio, teñido además de un puntilloso nacionalismo que no se ha desmentido jamás.

Este contexto explica la conducta argelina en el trágico asunto de In Amenas: todo el mundo sabía, y en París como en ningún sitio, que Argel lo tendría como un intocable asunto interno. Y lo es en cierto modo: el jefe de la brigada que ha ejecutado el ataque y los secuestros, Mojtar Belmojtar, es argelino y luchó durante años en la guerrilla islamista nacional en la guerra civil en las filas del “Grupo Islámico Armado”, del que aún quedan restos en el país. Lo de la planta gasista, pues, aunque técnicamente relacionable con la crisis en Malí, es otra cosa…

Enfado occidental

Un lector avisado habrá advertido estos días la diferencia entre Tokyo, Londres y París a la hora de juzgar la línea argelina: los japoneses exigieron que se diera prioridad absoluta a salvar la vida de los rehenes; David Cameron, muy british, acudió presuroso al parlamento para quejarse de no haber sido informado, y lo mismo había hecho antes su ministro de Exteriores, William Hague… pero ni se les ocurrió hacer lo mismo a François Hollande o su ministro Laurent Fabius. En Washington tomaron una vía media más medida incluso cuando ya sabían que un rehén norteamericano había muerto y al menos dos más están aún en poder de los secuestradores.

Sin embargo, y esto es también un criterio norteamericano invariable, el de “no negociar con terroristas”, rehusaron considerar siquiera un intercambio que incluiría la liberación de dos presos yihadistas de peso: Aafia Siddiqi, una neurocientífica paquistaní que suiso matar a dos norteamericanos en Afganistán, y nada menos que Omar Abdel Rahman, vinculado con la explosión en el World Trade Center en 1992.

Ahora Clinton y su portavoz, Victoria Nuland, han hecho saber que esperan que en Argel, harán todos los esfuerzos posible para preservar la vida de personas inocentes, pero no es seguro que las autoridades argelinas hagan algo parecido a una rendición ante los restos del comando terrorista. Eso, en fin, es compatible con lo dicho al principio: la crisis en Malí acepta matices en su tratamiento de conjunto y Argelia ve el conjunto con una mirada más regional y local que internacional…