Mariano Rajoy, un año al frente del Gobierno. / Efe
BALANCE DEL AÑO

Rajoy se declara dispuesto a dialogar «de lo que sea posible» con Artur Mas

Descarta una reforma constitucional porque puede generar inestabilidad política

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Mariano Rajoy está dispuesto a dialogar con Artur Mas de “lo que sea posible dialogar” en el marco de la Constitución y las leyes. Una cortapisa que de entrada excluye el objetivo capital del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, el referéndum de autodeterminación en 2014.

El presidente del Gobierno ha hecho hoy el balance de su gestión de este año. Con un escenario muy estudiado, el salón de tapices del palacio de la Moncloa y una ventana de fondo que da los jardines de la residencia presidencial, Rajoy ha entonado un ‘mea culpa’ por los ajustes y recortes de este año, ha agradecido los sacrificios hechos por los ciudadanos y al mismo tiempo ha intentado insuflar ánimos porque el próximo año será “muy duro” pero mejor que 2012, en especial el segundo semestre. Rajoy, de todas maneras, se ha escudado, una vez más, en la herencia recibida. “Las cosas han sido más difíciles de lo que esperábamos” porque el Gobierno se encontró con un agujero adicional en las finanzas públicas de 30.000 millones de euros. Una explicación que ha ofrecido casi desde el primer día de la legislatura.

El jefe del Ejecutivo a lo largo de la hora de balance, preguntas incluidas, ha asegurado que no tiene la menor intención de alimentar las tensiones con Cataluña, pero tampoco se va a quedar quieto y mudo si se vulnera la ley. Ha ratificado su disposición a buscar “puntos de encuentro” y al diálogo “de lo que sea posible”, es decir de aquellos asuntos que estén dentro del marco constitucional. Condición que no cumple la consulta independentista y que es de lo único que quiere hablar Artur Mas.

Rajoy, pese a saber que habla un lenguaje en las antípodas del que maneja el presidente de la Generalitat, ha anunciado que recibirá al gobernante catalán cuando este quiera. Ha sugerido, además, dos temas de conversación, la financiación autonómica y la crisis. Del primero, Mas no quiere saber nada porque su objetivo, dentro del plan soberanista, es cobrar y gestionar todos sus impuestos; y del segundo, cree que, en cierto modo, existe una extorsión del Estado hacia Cataluña porque establece unos objetivos de déficit, pero a la vez no autoriza que se usen determinados instrumentos, como el euro por receta, para alcanzarlos. En resumen, se avecina una charla de sordos; porque encuentro habrá, pero con distintos guiones.

Rajoy se encuentra seguro en este terreno porque cuenta, a diferencia de lo que ocurre con otras materias, con el respaldo del líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. En este tema, ha subrayado, “coincidimos” y “no sería bueno que no fuera así”.

En lo que no hay sintonía con el líder socialista es con la reforma de la Constitución. El PSOE aboga por una modificación de la Carta Magna para, entre otras cosas, redefinir el modelo de organización territorial hacia un Estado federal. Rajoy considera inoportuno desde todo punto de vista abrir el melón constitucional porque esa tarea requiere tres condiciones: claridad en el objetivo, consenso al menos similar al de 1978, y oportunidad. No lo dijo, pero no se cumple ninguno de los tres requisitos. Además ha avisado del riesgo que comporta un proceso constitucional para la “estabilidad política” de España, algo que en tiempo de crisis “es capital”.

Lo más difícil

En su balance, el jefe del Ejecutivo no fue capaz de citar qué medida de las que ha tomado ha sido más difícil, sería sencillo, ironizó, decir cuál “ha sido más fácil”. Pero al final se ha lanzado: “Las que contravenían nuestro programa electoral…. Son muchas”. Rajoy y los líderes del PP reconocen que han pulverizado su oferta para las elecciones del año pasado y que han incumplido casi todas sus promesas.

De todos modos, se ha aferrado a que era “imprescindible” poner en práctica las medidas que han adoptado. De no haber sido así, el déficit de España se hubiera disparado “al 11 o 11,5%”, unas cifras más propias de Grecia o Portugal.