El patrón que no se fiaba de su propia aerolínea
El dueño de Air Comet y de Marsans siempre había presumido de ser un hombre hecho a sí mismo
MADRID Actualizado: Guardar"Yo no habría elegido Air Comet para volar a ningún sitio". Gerardo Díaz Ferrán pronunció esta frase lapidaria el 23 de diciembre de 2009, dos días después de la quiebra descontrolada de su propia aerolínea, que inició el desmoronamiento del emporio Viajes Marsans que había levantado junto a su socio, Gonzalo Pascual. Toda una confesión que retrató al entonces presidente de CEOE, que prefirió humillar así a los miles de viajeros a los que había dejado colgados en vísperas de Navidad antes que reconocer que su gestión había sido un desastre.
Díaz Ferrán (Madrid, 1942) realizó ese día una encendida defensa de su trabajo y del resto de directivos de Air Comet, al tiempo que arremetió contra la crisis, los jueces y la banca por no concederle créditos. De su lista de responsables no salvó ni a sus 6.500 víctimas, culpables de haber comprado los billetes y que pasaron la Nochebuena tirados por las terminales. El desbarajuste había dejado también en la calle a los 650 empleados. Pero él salía a la palestra para decir que, si hubiera tenido que viajar, habría buscado una opción más segura.
El hundimiento había empezado, pero el patrón de patronos se resistía a aceptarlo. Todavía se sentía fuerte, porque pese a todos sus problemas contaba con el respaldo de CEOE. Con el país sumido en la primera recesión de esta crisis, desde ese organismo Díaz Ferrán se permitía aparecer como un actor clave en el diálogo social y presionar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para abaratar el despido y aplicar rebajas generales de sueldos. "Trabajar más y ganar menos", era su receta. Pero su tinglado estaba a punto de explotar.
Díaz Ferrán resistiría aún un año al frente de la patronal. En ese período sufrió otros grandes reveses. La administración intervino Seguros Mercurio y la IATA despojó a Viajes Marsans de su licencia para vender billetes de avión, lo que derivaría en su quiebra. El presidente de la patronal asistía abrumado a este proceso mientras la entonces ministra de Economía, Elena Salgado, ignoraba esos fracasos para no dañar el proceso de diálogo con CEOE y Cepyme y con los sindicatos CC OO y UGT, de cara a aprobar la reforma laboral socialista de 2010.
El dueño de Air Comet y de Marsans siempre había presumido de ser un hombre hecho a sí mismo. Junto a Gonzalo Pascual, su socio durante 40 años al que abandonó cuando comenzó el rosario de problemas judiciales y embargos, había levantado un imperio a partir de una pequeña empresa de autobuses en la que de joven trabajó como cobrador. De encarnar el éxito empresarial, se había convertido a finales de 2010 en la personificación del fracaso y en un lastre para CEOE. "Venga, vamos a quitárnoslo de encima", decían con sorna el 21 de diciembre de 2010 los miembros de la asamblea de CEOE que votó su relevo por Joan Rosell.