fórmula 1

Un gigante a derribar

La carrera de Austin dejó a Vettel a un podio del tricampeonato y a Alonso a la espera de un milagro para alzarse con el título

MADRID Actualizado: Guardar
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Fernando Alonso o Sebastian Vettel. Uno de los dos inscribirá este domingo su nombre con letras de oro como campeón de la temporada 2012 de Fórmula 1, una de las más trepidantes de la historia de este deporte y que promete batalla hasta el último centímetro. Nueve meses después, un español a los mandos de un coche italiano se las ve en Brasil con un alemán a los mandos de un monoplaza austríaco fabricado en Gran Bretaña. Una locura global a la que estarán mirando, como no podría ser de otra manera, los ojos de medio mundo, a la espera de conocer el nombre del gladiador que se alce sobre el resto.

Brasil ya ha decidido varios campeonatos en los últimos tiempos. Fernando Alonso, de hecho, logró sus dos títulos con Renault aquí, así como Kimi Raikkönen, Lewis Hamilton o Jenson Button en los años posteriores. Sebastian Vettel, en cambio, se alzó con sus coronas en Abu Dabi -luchando, precisamente, contra Alonso- y en Japón, el año pasado, con una comodidad aplastante. El trazado de Interlagos promete emoción, lucha y, si finalmente hace su aparición la lluvia como se prevé, un aliciente más para ver hasta qué punto arriesgarán los dos colosos que se disputan el título.

Vettel parte como el gran favorito. Decir lo contrario sería obviar las puras matemáticas. Haga lo que haga Fernando Alonso, al alemán, que llegó a ir 44 puntos por detrás del español después del GP de Alemania, le valdría con repetir su actuación de las últimas cuatro temporadas (cuarto en 2008 y 2009, ganador en 2010 y segundo en 2011). No son buenas noticias para un Alonso al que la victoria en Interlagos se le resiste: es uno de los pocos circuitos donde nunca se ha subido a lo más alto del cajón. Si no rompe esa racha el próximo domingo, tendrá más que complicado alzarse con el título. Sus opciones son: ganar y que Vettel sea quinto o peor; ser segundo y que el alemán sea octavo o peor; o ser tercero y que su rival sea décimo o peor. No hay más opciones.


Sin margen de error

En Red Bull no quieren dejar nada al azar. Por eso, y visto el fallo del alternador -nuevo ‘santo’ al que reza la afición alonsista- de Mark Webber, han decidido que Renault les suministre uno nuevo para sus dos monoplazas para este fin de semana. El propio Vettel admitía que el regreso de ese viejo fantasma no es una buena noticia, y por ello en su equipo no van arriesgarse. Llegan a Brasil plenos de confianza, después de haberse alzado con autoridad con el tercer título de constructores y unos números que asustan: catorce podios (siete de ellos, victorias), 434 vueltas en cabeza (un total de 2.182 kilómetros), ocho ‘poles’ (seis de Vettel, dos de Webber)... Y la seguridad de que tienen el monoplaza más competitivo.

Por su parte, en Ferrari tampoco quieren dejar nada a la suerte y menos cuando tienen tanto que jugarse. Mientras que la mayor parte del equipo ha viajado directamente desde Austin a Sao Paulo, Stefano Domenicali y Pat Fry han hecho uno de sus ya habituales viajes a Maranello para establecer en persona las últimas pautas a seguir de cara a la última carrera. Las mejoras que montó Alonso en su monoplaza este fin de semana no funcionaron como esperaban, como demuestra que Massa -con la especificación anterior- fuese, en términos generales, más competitivo que el asturiano.

Desde la escuadra italiana no se rinden y prometen batalla hasta el final. El presidente Luca Cordero di Montezemolo, en uno de sus habituales discursos post-GP ha reiterado la filosofía de Ferrari: por orgullo, van a ir a ganar. “Vamos a Sao Paulo con el deseo de ganar y con la certeza de que vamos a luchar por conseguirlo hasta el último kilómetro de la última vuelta de la carrera de Interlagos. Sé que va a ser muy duro, pero tanto yo como todos nosotros creemos en ello», firmaba el máximo dirigente de Ferrari.

Alonso, por su parte, tampoco se rinde. En él están puestas todas las esperanzas de acabar con el ‘coco’, con el peor enemigo posible. El ‘templo’ de Ayrton Senna servirá de escenario para la batalla final, donde el samurái intentará derribar al gigante. La ayuda divina -o mecánica- será bienvenida, y el destino le debe una al español. Nadar para morir en la orilla sería demasiado cruel, otra vez, y pese a que Alonso pueda sentirse orgulloso de la temporada que ha protagonizado, tener que conformarse con ser subcampeón será un caramelo demasiado amargo de tragar. La moneda está en el aire, y Alonso pide cara. Ya le toca.