El niño prodigio de Amberes
El Prado repasa, en su 193 cumpleaños, los profusos años jóvenes de Antonio van Dyck con una exposición que inaugurará la Reina el próximo lunes
MADRID Actualizado: GuardarAntonio van Dyck (1599-1641) fue un pintor rebelde, intuitivo y nervioso. A veces, casi contestón con su maestro Rubens, aunque siempre fiel a su tutor. Durante su periodo de aprendizaje, el joven artista flamenco intentó buscar su camino en la pintura de la época. Siempre bajo la atenta mirada de su mentor, buscó durante seis años su manera de expresarse a través de diferentes pinceladas, dibujos y retratos. Entre los 1615 y octubre de 1621, cuando se marchó a Italia a caballo para seguir su formación artística, realizó cerca de doscientas obras bajo la batuta primero de Hendrick van Balen y después del gran Rubens. Parte de esa ingente obra para un chico de entre 15 y 21 años se podrá ver desde el próximo martes en el Prado, que enseña 52 pinturas y 40 dibujos procedentes de las entrañas de la pinacoteca madrileña y de los mejores museos del mundo.
La Reina será la encargada de inaugurar la muestra ‘El joven Van Dyck’ el próximo lunes. Una fecha que coincide con el 193 cumpleaños de la pinacoteca madrileña, que lo celebra con la muestra de uno de sus principales referentes. ‘Descubierto’ por Felipe IV entre las pertenencias de Rubens, el joven pintor flamenco demuestra ser un genio en esta época tan temprana. “Velázquez, en toda su carrera, pintó 125 cuadros”, apunta Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y comisario de la exposición junto a Friso Lammertse, conservador del Boijmans van Beuiningen Museum de Rotterdam. Juntos han intentado desentrañar los secretos y las inquietudes de ese inquieto adolescente que se adentraba en los trazos barrocos. “Van Dyck es uno de los mejores niños prodigio. A los 18 años ya utilizaba el pincel de una forma que algunos solo podían soñar”, añade el conservador neerlandés.
En las primeras composiciones, Van Dyck se muestra vacilante, como si dudara de qué camino tomar. Así muestra su inmadurez creativa, no exenta de calidad, en el tratamiento de las anatomías de ‘La entrada de Cristo en Jerusalén’, ‘La Lamentación’ o el ‘Sileno ebrio’. “Se aprecia un estilo menos perfecto. Después de su vuelta de Italia, logra que sea perfecto, casi relamido”, indica Lammertse. En esa época, el pintor de Amberes encontró en uno de los máximos exponentes de la escuela flamenca la luz que necesitaba para sus expresiones creativas, como refleja ‘La coronación de espinas’, donde las figuras están muy próximas entre ellas y Van Dyck intenta introducir sus texturas y su gusto por los físicos toscos. Está claro que Rubens, mimado y agasajado por las cortes europeas, sabía que tenía un diamante en bruto en su taller de Amberes. Fue al úncio al que reconoció méritos, llegándole a citar en un contrato. En ese trozo de paple indica las labores que realizarán ‘Van Dyck junto con otros discípulos’ para el cliente.
La exposición también recoge ‘El Prendimiento’, el cuadro más grande de esta época y una de sus últimas composiciones antes de partir al país trasalpino. Y para cerrar el círculo con el maestro, la exposición, que ha contado con el patrocinio de la Fundación BBVA y estará abierta hasta el 3 de marzo de 2013, concluye con ‘Isabella’, el retrato que Van Dyck le pintó a la mujer de su maestro.