Siria: Poniendo orden en la oposición
El Consejo Nacional Sirio ha escogido a un veterano opositor cristiano, George Sabra, como su nuevo presidente
MADRID Actualizado: GuardarEn lo que podría ser una especie de última oportunidad antes de la conversión definitiva de la guerra civil en Siria en un conflicto entre confesiones, clanes e ideologías, la oposición siria casi al completo se reunió en Doha, la capital de Qatar, en un intento de reordernarse y hacerse indispensable como actor de referencia en el conflicto y su principal expresión, el Consejo Nacional Sirio, escogió a un veterano opositor cristiano, George Sabra, como su nuevo presidente.
Una 'Oficina de Coordinación', de once miembros, uno de los cuales es su antecesor, el sirio-kurdo Abdelbaset Seida, le asistirá en la hercúlea tarea de coordinarse con el ala militar de la resistencia y, eventualmente, con la decisiva de crear un gobierno en el interior del país.
El gobierno qatarí se había hecho cargo, en coordinación con los Estados Unidos, de los preparativos, los gastos y la logística y una versión que circuló insistentemente desde el lunes pretendía que el gobierno qatarí, por boca de su primer ministro, el sheik Hamad bin Jassim al Thani, había dejado claro que nadie se iría hasta haber alcanzado un acuerdo sólido y creíble. Una prueba de la preocupación y el cansancio de los socios occidentales de la rebelión sobre su falta de progresos y el desorden imperante.
La luz verde americana
Es sabido que los Estados Unidos, tras el precedente libio y vista la férrea oposición rusa y china en la ONU a toda intervención multinacional autorizada, optaron por un perfil bajo: comprensión inicial con la revuelta, insertable mal que bien en la sedicente primavera árabe, seguridad de que el presidente Assad deberá renunciar y atribución del papel central a sus aliados regionales, Qatar, Arabia Saudí y Turquía sobre todo.
Pero con un año y ocho meses a la espalda, un estancamiento militar sobre el terreno y la aparición de una revuelta dentro de otra desde el yihadismo crecientemente visible, Washington cambió el tono. Hillary Clinton, a finales de octubre, fue la encargada de anunciarlo con claridad: la rebelión estaría siendo secuestrada por radicales islamistas armados y cercanos de un modo u otro a Al-Qaida mientras la genuina, reciente y acreditada oposición a Assad estaba marginada.
De hecho, el factor más conocida de la misma, el Consejo Nacional Sirio, le pareció una colección de personas respetables, pero en general exiliados de edad muy alejados del terreno, intelectuales sin partido (con la excepción de los Hermanos Musulmanes, que pesaban en el conjunto algo más de lo que querrían en Washington)… mientras el brazo militar, el Ejército Sirio Libre no solo no podía enfrentarse con éxito al gobierno y sus fuerzas armadas, sino que no controlaba a las milicias ultraislamistas operando cada día más bajo mando regional y por su cuenta.
Los radicales y la sombra de Al-Qaida
La elección de Sabra, como nuevo presidente del órgano político de la heterogénea oposición y, sobre todo, la ampliación del mismo a los defensores de la creación de un gobierno provisional dentro de Siria y eventualmente reconocible son novedades de peso, pero está por ver si mejorará las cosas sobre el terreno.
La primera y gran incógnita es si los mencionados efectivos yihadistas, integrados por radicales que, en buena parte, han llegado de los países limítrofes, por su cuenta o atendiendo el llamamiento explícito que hizo al efecto el jefe de Al-Qaida, Ayman al-Zahrawi. La ruta de Iraq ha sido y está siendo intensamente utilizada y parece nutrirse de los remanentes de la oposición armada a la invasión norteamericana, aún muy activa y bien organizada, como prueba la campaña incesante de atentados y sabotajes contra objetivos iraquíes.
Este dato es cada día más decisivo en términos puramente políticos. En Damasco lo saben muy bien y por eso el presidente Assad, en su declaración a una televisión rusa dijo el jueves que Siria es el último baluarte del secularismo… además de advertir que si se produjera la invasión militar de su país, que él no espera, explotaría un conflicto incontrolable, algo sin precedentes que el mundo no podría permitirse.
Los temores regionales
El presidente exagera, pero no miente del todo. El arma final del régimen -además de sus armas químicas, operativas y bajo estricto control hasta hoy- es de naturaleza política: la caída de su régimen exportará el desorden político, económico y social, los ejércitos de disciplinada obediencia confesional (sobreentendido: el Hezbollah libanés) pasarán a la acción, se moverán los kurdos, lo mismo en Siria, donde oscilan entre la inacción inicial y su táctica multiubicación de hoy, que en Turquía, donde son una guerrilla poderosa, incluso podría romperse la tregua con Israel en los altos del Golán … un conjunto eventualmente fuera de control.
El temor regional es genuino y la amenaza de Assad, digna de consideración. Esto significa que, salvo que se produjera una derrota militar y política del régimen al mismo tiempo, el pronóstico de una extensión regional del conflicto no es aventurado y lo acordado el viernes en Doha debe sopesarlo cuidadosamente. El nuevo órgano de dirección y coordinación de la oposición no evita, y eso es inteligente, evocar la posibilidad de una negociación final con el régimen… con la pre-condición de que Assad debe abandonar.
Tal fórmula sería la más deseable. Se necesita una figura de la otra parte y todo el mundo ha mirado los últimos meses a Damasco para ver si aparecía en el horizonte del vicepresidente de la República (sí, hay un vicepresidente pero el lector no lo verá nunca mencionado, está en paro técnico, pero no cesado). Se llama Faruk al-Shara, fue un estrecho colaborador de Assad padre, el fundador del régimen y una especie de albacea para controlar su legado….y podría entenderse con Sabra, pero lo probable es que no tenga esa posibilidad.