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Jorge Ilegal, el magnífico hombre lobo

El músico asturiano homenajea al rock y al twist pre-1962 en 'El guateque del hombre lobo', segundo disco de Jorge Ilegal y los Magníficos

MADRID Actualizado: Guardar
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Jorge Ilegal (Avilés, 1955) siempre fue un adelantado a su tiempo. Sus composiciones en el grupo de rock Ilegales hablaban de apocalipsis muchos años antes de que la prima de riesgo formara parte del vocabulario popular. Dejó para la historia títulos proféticos como 'Europa ha muerto' o 'Tiempos Nuevos Tiempos Salvajes', que se traducen ahora como un aviso del colapso que se avecinaba. Y, cuando el apocalipsis llega, el artista se rebela y cambia de tercio. "Se ha cumplido casi todo lo que llevo anunciando desde 1982 en los textos de Ilegales. Ahora es el momento de aportar algo nuevo y un descanso, un momento de refresco que ayude a vitaminizarse". Defiende que todos los guerreros necesitan un descanso antes de enfrentarse a una gran batalla. "El público necesita energía para enfrentarse a este cruel planeta y seguimos manteniendo el viejo lema de 'Levántate y lucha, esta es tu pelea'".

Para este cambio de rumbo llega incombustible, como un vampiro recién alimentado. Como un hombre lobo, corrige, "un magnífico hombre lobo que ensaya en un estudio rodeado de montañas, donde aparecen ovejas muertas cada mañana". El rey del rock asturiano se transforma de nuevo para presentar el segundo disco de Jorge Ilegal y Los Magníficos, un proyecto paralelo a Ilegales que puso en marcha en 2009 con la intención de recuperar el espíritu itinerante y festivo de las orquestas de pueblo. El segundo trabajo de esta peculiar banda, publicado el pasado 1 de octubre, se titula 'El guateque del hombre lobo' y en él plasma la fórmula norteamericana usada desde finales de los 50 hasta 1962, "el año en el que hasta los perros bailaban el twist". "Se mezclaban seis canciones originales y seis clásicos de alto octanaje. Nos obligamos a ese formato con canciones muy cortas y lo hemos conseguido".

Un parón en 2010 que obligó a cancelar la gira fue el punto de inflexión que permitió la gesta de este proyecto. "El saxofonista se rompió un dedo, así que cogí a Ilegales y nos fuimos a tocar a México y Ecuador. Corrí todo tipo de aventuras, algunas más afortunadas que otras, pero hay que arriesgar la vida para poder vivirla. Ganamos mucha pasta en América y nos lo fundimos en un estudio propio en lugar de gastarlo todo en drogas". Habla con la guitarra sobre el regazo, una Ramírez con la que enmarca cada pensamiento lanzado al aire y que, como todas las guitarras, tiene su propia historia. "No la vendían en cualquier parte. Llegué con un buen fajo pero no me la vendían porque era un prototipo. Me fui a tomar unas cervezas y volví con un amigo; les puse la pasta sobre el mostrador y les dije que no podía esperar diez años a que construyeran la mía. Nada. Pero volví a la mañana siguiente con más compañía, un grupo más alarmante..." Sonríe, enseñando los dientes afilados, y acaricia la guitarra.

Doble apuesta

Siempre quiso ser marciano. Y lo consiguió, dicen, aunque confiesa que nunca fue capaz de encontrarse las antenas. Tampoco cree haber madurado con el tiempo. Recuerda que se hizo adulto a los 17 años, con la banda Los Magníficos, y que Ilegales nació ya con la ingenuidad ausente. Por eso, más que madurar, cree que el músico va cambiando constantemente. "Repetir el mismo disco es una fórmula que ha proporcionado grandes beneficios a muchos artistas, pero es una traición a uno mismo, al propio arte y al público. Un artista debe intentar aportar algo valioso incluso contra la voluntad del público y, sobre todo, contra la voluntad del mercado".

No es fácil doblar la apuesta cuando la radiografía de la música española detecta la pérdida de una identidad que dio muchas alegrías. "Se ha envilecido considerablemente, con grandes contribuyentes como las casas discográficas y el filtro férreo de los medios de comunicación, condenando al fracaso a cualquier cosa con cierta aspiración de calidad. Ahora estas barreras están desapareciendo un poquito gracias a internet, que permite un contacto mucho más directo entre cualquier artista y su público". El rockero lamenta un proceso de "acoso y derribo" a la música española que considera llegó a su punto álgido con Operación Triunfo, un fenómeno que para el músico consistió en "llevar el karaoke a los grandes puestos de las emisoras de radio y los medios".

Y asegura que sus dotes proféticas también surtieron efecto en este sentido. "Una noche, mucho antes de Operación Triunfo, tomaba copas con Joaquín Sabina por Oviedo y le repetía esta frase: "Nuevos cantantes hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión". Sabina me decía que nadie se fijaría en Eurovisión y yo le dije: "Espérate Joaquín, que los procesos de infantilización del ciudadano pueden conseguir eso y mucho más". Nueve años después aparece Operación Triunfo y barre en los medios. La vida puede ser peligrosamente insana".