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El imponente jefe del pelotón

Lance Armstrong se convirtió en leyenda en la carrera ciclista más importante del mundo hasta que su gesta ha sido borrada del palmarés debido a las evidendias de que recurrió al dopaje durante su carrera

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Imponente patrón del Tour de Francia durante siete años, Lance Armstrong se convirtió en leyenda en la carrera ciclista más importante del mundo hasta que su gesta ha sido borrada del palmarés debido a las evidendias de que recurrió al dopaje durante su carrera.

"Déjenme ser muy claro: hay dos Lance Armstrong", afirmó el texano en su mundialmente conocida autobiografía, publicada en 2000. "Antes y después", escribió acerca del cáncer de testículos que le fue detectado en 1996.

El antes se refiere a un ciclista que destacaba en las carreras de un día, que se convirtió en uno de los campeones del mundo más jóvenes de la historia en 1993, cuando todavía no había cumplido los 22 años. El después es un superviviente convertido en competidor inflexible, con sonrisa fría, pelo muy corto, un carnívoro que se transformó en leyenda.

Cuando regresó al Tour de Francia, tres años después, en 1999, el exespecialista en clásicas no era el mismo hombre. De la mano de su director deportivo de confianza, Johan Bruyneel, estaba convencido de su capacidad para ganar la carrera más importante del mundo. De esta forma, un ciclista que antes sufría en la alta montaña había desarrollado una espectacular cadencia de pedalada en los puertos además de una extraordinaria capacidad en la contrarreloj.

Con esta implacable receta aplica una dictadura de siete años ante unos adversarios que sólo pueden resignarse. Impondrá su ley y los pocos que se atrevían a cuestionar su imposible perfección (Bassons, Simeoni) se acababan inclinando.

A partir de sus excepcionales resultados en el Tour, Armstrong, que vivió una dura infancia en Texas (ausencia de padre biológico y complicada relación con su padrastro), construyó un mito muy rentable (los medios han publicado que su fortuna asciende a 96 millones de euros).

Su regreso a finales de 2008, una nueva revolución

Creó una fundación 'Livestrong', cuyas actividades (80 millones de pulseras amarillas vendidas desde 2004) supondrán un respaldo al prestigio de Armstrong. Su popularidad supera la deportiva y se convierte en una celebridad que trata de tú a tú con los líderes mundiales, pisando la Casa Blanca para reunirse con George Bush o el Palacio del Elíseo para hacerlo con Nicolas Sarkozy.

Además tiene ambiciones políticas, como ser el gobernador de Texas, y se plantea comprar el Tour de Francia, aunque la organización de la carrera negara esta información. Se mueve con estrellas de Hollywood (Robin Williams, Ben Stiller o Sean Penn) que ayudan a que la carrera francesa se haga muy popular en Estados Unidos.

Su vida pesonal también se seguida por los medios, es una 'celebrity' cuyo divorcio en 2003 de la conocida cantante Sheryl Crow tiene gran repercusión. Después se muda a la exclusiva estación de esquí de Aspen, Colorado, con su actual mujer (Anna Hansen), madre de dos de sus cinco hijos.

Armstrong fascina. Su regreso al ciclismo a finales de 2008 después de un retiro de tres temporadas, supone una nueva revolución, con los medios siguiendo cualquiera de sus movimientos. Pero la convivencia en el equipo Astana con su sucesor, el español Alberto Contador, no es la mejor a pesar de que logró un tercer puesto en la edición de la carrera francesa en 2009 con casi 38 años (Contador terminó primero).

Doce meses después deja definitivamente la carrera que le encumbró con un discreto puesto 22. "Llega un momento en la vida de un hombre en el que hay que decir basta", dijo el texano para explicar por qué no iba a recurrir la sanción de la USADA en agosto de este año. Muchos de sus adversarios al fin podrán decir lo mismo desde este lunes.