Venezuela: lecciones varias
Es la cuarta victoria de Chávez pero en un registro puramente aritmético de las más apuradas
MADRID Actualizado: GuardarPor nueve puntos, en números redondos, ganó Hugo Chávez la elección presidencial en Venezuela frente a un buen candidato de la oposición disciplinadamente reunida en torno suyo – Henrique Capriles – y con una participación récord del 81% del cuerpo electoral.
Es la cuarta victoria de Chávez pero en un registro puramente aritmético de las más apuradas. De hecho nunca tuvo menos sufragios que ahora y Capriles ha mejorado espectacularmente el raquítico 36,8% de Manuel Rosales hace seis años. Se puede decir, según el recurso de la prosa deportiva, que hay partido.
De hecho, Capriles que reconoció de inmediato su derrota y felicitó al ganador, se ha convertido a sus 40 años en el jefe de la oposición que si ahora agrupa a casi cuarenta partidos y organizaciones diversas, algunos poco más que testimoniales, debe hacer un esfuerzo de refundación y cierre de filas con vistas a próximos desafíos electorales. En diciembre hay ya elecciones en varios departamentos.
El futuro inmediato del proyecto
Es técnicamente exacto que Chávez, un populista intuitivo, se mantiene en el poder por la expresión de la voluntad de la mayoría, pero también tras haber enmendado fuertemente en su favor el entramado jurídico del régimen venezolano: en 2007 el público rechazó una enmienda constitucional que el líder propuso para hacerse reelegir, pero Chávez insistió y dos años después la hizo aprobar abriendo el camino para su reelección.
Es útil recordar ahora que el resultado en esa oportunidad fue exactamente el mismo que ahora: el 54 por ciento votó la posibilidad de reelección y el 45% se opuso. Esto parece significar que esas cifras, establemente mantenidas durante dos años largos, reflejan ahora muy bien el nivel de hostilidad que suscita el presidente y que es, ciertamente, elevado.
No hay que insistir mucho en la conveniencia de que la Constitución, cualquier Constitución, sea resultado del consenso nacional y es inquietante que la venezolana haya sido rechazada por casi la mitad de los ciudadanos. En su contexto el presidente ha sido reelegido y dispone, por tanto, de margen para intentar la anunciada fase de profundización de la revolución socialista bolivariana.
Liderazgo, salud, sucesión
Durante este largo proceso de conquista del poder y recreación del régimen político venezolano se ha agravado hasta hacerse asfixiante la característica central del régimen: está hecho para un inspirado líder, es una jefatura carismática con la ocupación intensa del espacio público por el infatigable Chávez. ¿Sabe algún lector como se llama el vicepresidente de la República o si existe tal cargo en el país?
Los inconvenientes de tal situación son obvios e implican un riesgo de eventuales vacíos de poder o alteraciones si el jefe falta. Y el jefe está enfermo, aunque parece bien recuperado y en buena forma. La oposición, otro buen detalle de Capriles, no ha hecho en campaña la menor alusión al cáncer de Chávez, pero la situación, a sus 58 años, no puede dejar de ser evocada en nombre de lo políticamente correcto.
En realidad, en Caracas hay muchas especulaciones al respecto y la veneración oficial por el jefe se mezcla en la calle y entre la clase política con una sorda preocupación. Incluso se dice que ciertos prohombres del régimen – el ministro de Exteriores Nicolás Maduro, el vicepresidente, Elías Jaua, el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello o el ministro de Defensa, Henry Rangel…– toman posiciones y crean grupos de allegados.
El presidente tiene resuelto el gran problema a su modo y con esta fórmula que tiene, ciertamente, la marca de la casa: ¡el pueblo venezolano será mi sucesor! …