Derrota integrista en Somalia
La caída de Kismayo en manos de las fuerzas gubernamentales somalíes podría ser ni más ni menos que el principio del fin de la insurgencia
Actualizado: GuardarLa caída de Kismayo en manos de las fuerzas gubernamentales somalíes, aceptada por los rebeldes islamistas como el clásico repliegue táctico, podría ser ni más ni menos que el principio del fin de la insurgencia, hasta ahora invencible, de "Al Shabab" (los jóvenes), que ha condicionado la vida política en el paupérrimo país que es Somalia y sboteado todos los ensayos de normalización.
Kismayo era la capital de hecho de la rebelión mientras los esfuerzos combinados del gobierno elegido y de las tropas de apoyo enviadas por la organización de la Unidad Africana, habían podido impedir que los rebeldes tomaran del todo la capital oficial, Mogadiscio, donde el gobierno solo controlaba el distrito central de la administración, el puerto y el aeropuerto.
La toma de Kismayo parecía inminente ya hace un par de semanas, cuando una fuerza expedicionaria kenyana bien armada avanzó hacia la ciudad después de que su aviación y su marina bombardearan el puerto, entrada de toda la asistencia a “Al Shabab”. Kenya, debidamente incentivada, ha asumido por fin un papel central. Hace casi un año sus fuerzas de tierra entraron en Somalia y fueron avanzando lentamente hasta llegar hoy a Kismayo.
Una pieza del tablero
Es sabido, aunque la información oficial es prácticamente nula (sobre todo acerca del empleo selectivo de ataques con aviones no tripulados) que Washington está haciendo en Somalia un esfuerzo serio y del que apenas se habla. La razón es que al-Qaeda, y singularmente el brazo yemení, está muy presente en el país que es, por tanto, percibido y juzgado como una pieza más en el tablero de la lucha global contra la organización, como ocurre ya con los sucesos del norte de Malí, que van a conocer en las próximas semanas una fuerte evolución.
Somalia es el ejemplo del caos, un país ingobernable desde el fin de la dictadura del general Siad barre (1969-1991) y lo sucedido ahora no tiene nada que ver con la sedicente “primavera árabe” y la fuerte implantación yihadista es hija del caos: musulmanes y piadosos, los somalíes, paupérrimos, sin instituciones solventes y viviendo en términos de clanes y bandas, eran carne de cañón y fácil presa para al-Qaeda.
En medio de este caos, sin embargo, y con asistencia económica occidental y la irrupción de factores regionales pro-occidentales (Etiopía y Kenya) debidamente estimulados se abrió un complejo proceso político que consiguió la elección en condiciones aceptables de un presidente, Hassan Sheik Mohamud, quien acaba de batir inesperadamente a su antecesor y hombre clave del régimen pro-democrático, Sharif Sheik Ahmed y sobrevivió ya a un atentado contra su vida dos después de tomar posesión.
El nuevo presidente, elegido irreprochablemente, es un islamista moderado, sin partido, pero cercano a los Hermanos Musulmanes, otra prueba de la extendida implantación de la gran Cofradía.