Ignacio González. / Juanjo Guillén (Efe)
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Ignacio González, el ariete de la lideresa

Aguirre quiere que sea sucesor en la Comunidad de Madrid, pero el vicepresidente autonómico no tiene asegura la elección

MADRID Actualizado: Guardar
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Esperanza Aguirre quiere que su fiel número dos, Ignacio González, sea su sucesor al frente del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Pero está por ver. Igual es la última batalla política que la ya expresidenta tiene que dar después de irse.

El vicepresidente autonómico, el hombre siempre en la sombra y lejos de los focos, es una figura controvertida donde las haya. Nada de lo que ha pasado y pasa en el Gobierno de la Comunidad de Madrid le es ajeno. Esperanza Aguirre siempre ponía la cara, pero él siempre estaba en la cocina donde bullían las marmitas de las decisiones. Sobre él pesan todo tipo de leyendas, la mayoría maledicentes, y muy pocas amables. Es un misterio su papel en el 'torrentiano' caso de espionaje a compañeros suyos de gobierno, exonerado en los tribunales, pero no en los despachos del PP. «No tengo nada que ver», suele comentar entre irritado y sonriente cuando se le pregunta sobre el asunto. Del mismo modo, su implicación en la trama Gürtel es motivo de comentarios en voz baja aunque no tenga la menor salpicadura policial ni judicial. La aparición de un ático en Marbella del que es arrendatario motivó una investigación policial que fue archivada por el juez. "Así es Nacho, siempre al filo de la navaja", suele decir uno de sus defenestrados políticos.

Su fama de personaje gris, cultivada por él mismo con su gusto por el segundo plano, saltó por los aires en dos ocasiones en los últimos años. En las turbulentas semanas previas al congreso del PP de Valencia en 2008 protagonizó una recordada, por lo inusual, intervención muy crítica con Mariano Rajoy y su forma de llevar el partido durante una reunión del comité ejecutivo. Dicen que el entonces discutido líder del partido respondió a su interpelante con una cáustica referencia a su mezcla de intereses privados y políticos.

Volvió a salir a la luz hace un par de años a propósito de la polémica sobre la Presidencia de Caja Madrid. Su nombre fue impulsado por Aguirre, pero Rajoy, que se jacta de su buena memoria y seguro que no ha olvidado aquel tenso cara a cara en la sede de la calle Génova, impuso a Rodrigo Rato. El vicepresidente calló, bajó la cabeza y volvió a su despacho.

Desde el minuto uno

González acredita una carrera política casi siempre vinculada con la ya expresidenta madrileña. Empezó con ella en el ayuntamiento de Madrid en 1984 y fue su subsecretario en el Ministerio de Cultura. Mientras su jefa se encargó del Senado trabajó con Javier Arenas en el Ministerio de Administraciones Públicas en la creación de la 'ventanilla única', y con Ángel Acebes en Interior como secretario de Estado de Inmigración. Pero cuando en 2003 Aguirre se instala en la Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede del Gobierno regional, allá se fue González.

Vicepresidente desde el minuto uno, ha acumulado cargo tras cargo. Por sus manos han pasado diversas consejerías, las últimas las de Cultura y Deportes, y la presidencia de quizás la empresa pública más potente de Madrid, el Canal de Isabel II, la que suministra agua a la comunidad, amén de altos cargos en otras compañías con participación del Gobierno regional. Esta acumulación de poder y su papel de mano ejecutora de muchas decisiones poco amables de su presidenta, el corte de cabezas por el 'caso Gürtel', por ejemplo, le han granjeado muchas enemistades internas. Así como se puede decir que todo el PP de Madrid es de Esperanza, en absoluto se podrá decir que todo el PP de Madrid será de González. Los 'gallardonistas', si es que el ministro de Justicia tiene interés en volver a tener peso en el PP madrileño, reaparecerán, y surgirán nuevas familias, entre ellas la de los 'botellistas'. Y no parece que el hoy vicepresidente de la Comunidad y secretario general del partido en la comunidad vaya a ser capaz de imponer el orden como hacía Aguirre.

Su nombramiento como presidente autonómico depende de que obtenga dentro de dos o tres semanas la investidura en la Asamblea de Madrid, y pese al sólido aval de su jefa, no está claro que el PP actúe como un bloque y vote a González. No va a tener, desde luego, el aval de Rajoy ni de Alberto Ruiz-Gallardón, y tampoco está claro que vaya a tener el de todos sus compañeros de Madrid. Ha visto pasar el cadáver de mucho presunto aspirante a la sucesión, y es verdad que parece el único delfín. Pero solo parece.