Irak: Sangre y discordia política
La condena a muerte del vicepresidente del país coincide con una ola de atentados que ha dejado más de cien muertos
MADRID Actualizado: GuardarEl vicepresidente de la República de Iraq, Tariq al-Hashemi, fue condenado hoy a muerte por un tribunal iraquí que le encontró culpable de delitos de “terrorismo, conspiración y traición” y la noticia, que equivale a una ruptura brutal del pacto de gobierno formalmente vigente, coincide con una oleada de atentados terroristas con más de 100 muertos. Se puede establecer solo una relación entre las dos tragedias: Taria al-Hashemi era la figura pública más conocida y activa del escenario político no solo ni principalmente por su condición de vicepresidente, sino como el más autorizado portavoz político de la comunidad sunní.
Su puesto era resultado del acuerdo, forjado tras ¡seis meses de negociaciones! y según el cual, a falta de un partido hegemónico capaz de formar un gobierno estable, se creó una coalición: el shií Nuri al-Maliki fue investido como primer ministro de un gobierno de concentración, un kurdo moderado, Yalal Talabani, recibió la jefatura del Estado, con poderes más bien nominales y protocolarios y Tarik-al Hashemi, la vicepresidencia.
El pasado que vuelve
Considerando que las elecciones fueron creíbles y el resultado representó ciertamente la voluntad popular, el intento de conciliación fue saludado como juicioso porque, además, hacía del ala shíi radical (el “ejército del Mahdi” de Muqtada Sadr, un feroz adversario de los norteamericanos) una fuerza parlamentaria que “jugaba el juego” y con los arreglos alcanzados en los servicios de seguridad se daban garantías a la comunidad sunní, alrededor del veinte por ciento de la población.
Los sunníes fueron, esto es innegable, el apoyo del largo régimen dictatorial de Saddam Hussein, aunque sería una generalización injusta creer tanto como que ni un shií cooperó con él como que todos los sunníes eran saddamnistas. Pero Tariq al-Hashemi, sin cargo alguno por su acción bajo el antiguo régimen, no había hecho nada por acabar con él y siempre mostró su aprensión ante la oleada de la shiía y la vecindad iraní.
El pasado volvió así al presente iraquí y una atmósfera de ajuste de cuentas oficioso se hizo evidente pese a que la nueva Constitución había abierto una era extra-confesional y de carácter inclusivo. La comunidad sunní se retrajo sobre sí misma cuando vio que el más votado pero insuficientemente votado Iyad Alaui, un shií laico, liberal y pro-americano, perdía toda esperanza de formar gobierno y boicoteaba el proceso político en su conjunto.
La sombra de Al-Qaida
La simplificación de la visión política, que abandonó los intentos de conciliación, fue estimulada al mismo tiempo por el retorno de Al-Qaida (técnicamente el llamado “Estado islámico de Iraq”) que sufrió una derrota en la guerra abierta contra el ejército norteamericano, pero ha conservado efectivos suficientes y un jefe, Abubaqr al-Bagdadí, que expresó en su día su explícita obediencia a al-Qaeda.
La situación remite a consideraciones mezcladas y no acepta simplificaciones. Al-Qaida es una organización militantemente sunní y en sus comunicados insulta, a veces hasta llamarles “peor que animales”, “perros renegados” y cosas así a los fieles shiíes… pero entre los muertos de su campaña de atentados hay muchísimos sunníes, de modo que el énfasis de su acción y su objetivo es el gobierno, la sociedad que funciona bajo la nueva Constitución, el pluripartidismo y la libertad de opinión.
Tariq al-Hashemi fue acusado de acciones terroristas a cargo de su escolta (es verdad que la llevaba, muy ostensible y tal vez un poco exagerada pero precisa en la situación vigente). Una rápida encuesta creyó encontrar pruebas de que manejaba un comando culpable de varios ataques mortíferos… y él huyó temiendo por su vida. Fue inicialmente al Kurdistán, semi autónomo a estos efectos, que rehusó entregarlo a Bagdad, después a varios países del Golfo y ayer estaba en Turquía… donde le ha recibido el infatigable ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu.
Un gesto que en Bagdad habrán puesto en el deber de la relación bilateral entre Turquía e Iraq, que se ha degradado rápidamente en los últimos meses y promete ser una fuente adicional de inquietud en la región.